Coronavirus en la Argentina: los varados de Formosa, la cara oculta de la provincia sin muertos
Sobre el puente Eva Perón, que cruza el río Bermejo, se levanta una trinchera de vallas de plástico. Detrás hay hombres armados que custodian bajo el grito de las chicharras, que nadie cruce. Varias veces por hora se arriman autos y personas a pie. La respuesta para todos es la misma. "¿No tiene permiso? No pasa". Todo hace creer que se trata de un paso fronterizo, estricto como la frontera de México y Estados Unidos. Pareciera que allí se acaba la Argentina. Pero no. Allí empieza Formosa, cuyo gobernador, Gildo Insfrán, se ufana de ser la única provincia sin muertos durante la pandemia. Pero sobre el puente se ve la otra cara de esa realidad.
Familias de varados acampan, algunas a la intemperie otras en carpa, para ver si logran pasar. Tienen "la papeleta", el trámite que exige la provincia. Lo hicieron hace tiempo en forma online. Les dijeron que les iban a informar cuándo y cómo iban a poder entrar. Pero nunca más los llamaron. Una situación similar se vive en otros puentes que comunican Chaco con Formosa. Son unas 20 familias, los que no aguantaron más y se instalaron allí para forzar una resolución. Pero son muchos más. Hay cientos de familias en todo el país, que por vía judicial están reclamando poder volver a su casa. Algunos, como Daniel Romero, después de 17 días en el puente de Mansilla, con su esposa y su hijo Rodrigo, de cuatro años, anteayer a la mañana logró entrar a la provincia con un recurso de amparo.
Los varados piden ingresar a Formosa porque se les acabaron los recursos, no tienen trabajo y necesitan poder volver a la provincia en la que nacieron y donde viven. Pero el gobernador les dice que no. Que esa es la única manera de mantener a la provincia a salvo. La ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, hace algunos días, calificó a la política de Insfrán de ejemplar, en cuanto al manejo sanitario. Pero esa no es una opinión compartida por los varados de los puentes.
"Lo único que le digo al gobernador es que yo lo voté. Que somos su gente, que nos dejen entrar, no podemos más. No nos abandonen", dice con la voz entrecortada Javier Aguirre, de 28 años que a esta altura se convirtió en el decano del puente. Hace siete meses y medio que acampa ahí. Y lo que más bronca le da es que, desde la tapera que armaron al costado del puente, pueden ver su casa, al otro lado del Bermejo. Ahí vive su hija, Jennifer, de 12 años, que quedó al cuidado de su abuela, Blanca.
Como hacen dos veces a la semana, el viernes pasado, Jennifer y su abuela caminaron hasta el puente con una bolsa con mercadería. Los policías las pararon, aunque ya las conocen y les reciben los víveres. Los revisan, les rocían lavandina y los dejan a metros de las vallas, para que Javier los vaya a buscar. La niña mira de lejos, ve a su madre y llora. Está cada vez más pálida y flaca. Hilda, la mamá, intenta ser fuerte, pero cada vez que camina por ese puente y ve a su hija siente que un vidrio la corta por dentro. Para el Día de la Madre, su hija la llamó llorando, que no aguantaba más, que la quería ver. "Sea fuerte, mijita. Sea fuerte", le dijo Hilda. Consejo que ella misma no puede seguir. Javier e Hilda se fueron a trabajar a Resistencia a principios de marzo y no pudieron volver a su casa. Intentaron acercarse lo más posible, caminaron una semana por la ruta y por medio del campo para evitar los controles. Durmieron en la huella de un tractor, a la intemperie hasta que llegaron al puente. Y de allí no pasaron. Ayer, finalmente, recibieron un comunicado: podrán ingresar a la provincia recién el 18 de diciembre.
"La situación de los varados de Formosa es muy angustiante. Algunos están en el puente, pero hay muchos otros que están reclamando a la provincia que les dejen volver y no les contestan nada. El gobierno provincial dice que esto es un régimen ordenado de ingreso y circulación. Pero hace mucho que dejó de ser eso. Es una violación a los derechos de la libre circulación", afirma el abogado Daniel Suizer, que representa a varias de las familias.
La noticia
La desesperación de los varados quedó en evidencia hace diez días con la muerte de Mauro Ledesma, un joven que, cansado de pedir permiso y no obtener respuestas, intentó cruzar a nado el río Bermejo y murió ahogado.
El también veía su casa desde ese puente. Allí estaban su mujer Tamara y su hija Sofía, de tres años. Mauro había ido a Córdoba, a trabajar a un tambo. Cuando cerró, empezó una largo camino para regresar. Tramitó el permiso, sin embargo, cuando llegó a Chaco, desde Santa Fe, no lo dejaron ingresar porque no tenía el permiso de Formosa. Entonces, se juntó con otros formoseños, acamparon en un puente y se contactaron con el abogado Suizer. Presentaron un amparo, pero como la situación no se resolvió, varios de ellos intentaron otros caminos y el grupo se desarmó. "No supimos de ellos hasta que apareció la noticia del ahogado. Con mi socia dijimos, esperemos que no sea un varado. Al principio, el gobierno provincial dijo que se trataba de un hombre que se había enamorado por las redes sociales y que intentó cruzar para visitar a una mujer. Cuando supimos el nombre, vimos que era uno de los que había presentado el reclamo colectivo", cuenta el abogado. Su amigo, Luis Galeano, a quien conoció durante esos días de desesperación, fue el último a quien llamó. Le dijo que no aguantaba más y que esa noche iba a cruzar nadando, para darles una sorpresa a su esposa y a su hija. Lo encontraron dos días después, ahogado.
No fue el primero en intentarlo. Hace un mes y medio, un grupo de 16 varados quisieron hacer una cadena humana para pasar el río, sin soltarse, porque se sabe que es caudaloso. No lo lograron, pero dos de ellos se soltaron y terminaron del lado de Formosa. La policía los vio y los detuvo. Suizer fue su abogado. Estuvieron detenidos 15 días en un calabozo y después, los dejaron ir. "Ahora están en Formosa pero tienen una causa judicial", cuenta el abogado. Desde el gobierno provincial se puso el caso como ejemplo de lo que iba a ocurrir con los que quisieran cruzar de forma ilegal.
Límite
También hay un grupo de 82 estudiantes que están, en su mayoría en Resistencia y en Corrientes que quieren volver. Anteayer, un juez aceptó su recurso de amparo y ordenó a la provincia que los deje volver. La provincia no apeló la decisión y los estudiantes, después de ocho meses recibieron la primera respuesta a su pedido de ingreso. A algunos les dieron fecha para el diciembre. Deberán cumplir 15 días en un centro de aislamiento. Enzo Rivero, de 22 año y estudiante arquitectura, dice: "La situación es insostenible. No tenemos clases presenciales, no estamos con la familia y no podemos trabajar. Además, a la familia también le bajó el trabajo y no se puede sostener. Algunos se fueron a los puentes y quedan varados. No queremos llegar a ese límite. La provincia alega tener el mejor estatus sanitario del mundo. Pero se olvida la situación de abandono que pasan muchas familias".
Camila Suárez tiene una carpa azul armada a metros de la ruta 11, junto al puente que une Puerto Eva Perón con Colorado. Tiene 20 años y los pies destrozados. Para las Fiestas, se fue a Buenos Aires para visitar a su familia. Se quedó unos meses y cuando quiso volver, empezó la cuarentena. Se tuvieron que quedar, pero hace un tiempo, la situación se complicó y no podían seguir allí. Entonces, decidió volver a Formosa caminando. Le llevó un mes. Ella y Melanie Ponce, su pareja, salieron desde la zona oeste del conurbano bonaerense y comenzaron a caminar por la ruta. Llevaron dos bolsos y una mochila con rueditas, que la arrastraron todo lo que pudieron, hasta que las rueditas se rompieron y la tuvieron que abandonar. Caminaron día y noche, algunos tramos los hicieron a bordo de camiones, pero la mayoría a pie porque nadie quería llevarlas. Y finalmente llegaron el lunes. Y cuando quisieron cruzar el puente Eva Perón – Colorado, el control policial las paró. Les dijeron que ese papel era solo la solicitud para entrar. Desde entonces, acampan con los otros varados a la espera de novedades. "Ojalá se resuelva pronto y podamos pasar. No aguantamos más", dice.
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