Coronavirus en la Argentina: take away y delivery, la reconversión del tradicional café La Biela en tiempos de pandemia
"De tener 650 personas sentadas un sábado, ahora tenemos apenas 10 pedidos por día, el riesgo de cerrar siempre está", confiesa Carlos Gutiérrez, de 70 años, histórico encargado de la barra de La Biela, uno de los bares notables de la ciudad. Cerrado desde el 19 de marzo, por las medidas de prevención por el nuevo coronavirus, desde hace 70 años es el punto de encuentro de grandes personalidades de la política, el deporte y la cultura, pero también un refugio para los vecinos de Recoleta.
"Hace dos semanas comenzamos con el delivery, y el take away. Nunca lo habíamos hecho, apenas representa el 5% de la facturación total", cuenta Gutiérrez sobre las medidas de flexibilización que dispuso, el 12 de mayo pasado, el gobierno porteño a los locales gastronómicos en el contexto del aislamiento obligatorio. "El problema es que no vemos futuro, no sabemos cuándo vamos a poder reabrir, no hay un plan del gobierno nacional ni de la Ciudad", enfatiza. La Biela, en la esquina de la avenida Quintana y Junín, cuenta con 54 empleados. "Ahora tenemos una brigada de 10. Los demás están en sus casas. Todos los días preguntan cuándo pueden venir a trabajar", afirma este español nacido en León y nacionalizado argentino.
"Hay clientes que hace cincuenta años vienen todos los días, somos una gran familia", dice. Muchos de ellos pasan a diario por el local para esperar lo que tarda en llegar: el día que las puertas estén abiertas y el salón pueda habilitarse para la atención de clientes. "A los más mayores les acercamos una silla porque no pueden estar tanto tiempo parados y allí se toman un café", afirma Gutiérrez. Y completa: "Nos piden que les saquemos una mesa, guardando distancia, pero no podemos, y nos da mucha pena".
El menú
La Biela ofrece, por delivery y take away, café, chocolate, y diez platos, entre carnes, pastas, pescados, omelettes y tortillas. "Aunque lo que más se vende es el café que los vecinos vienen a tomar en la calle", sostiene el encargado. "El delivery es una forma de darnos ánimo. No llegamos siquiera a pagar un servicio", afirma.
Las empresas de luz, agua y gas le contestaron recientemente para comunicarles que les postergarían los vencimientos. "No es la solución, porque igual no podremos pagar. Los restaurantes y hoteles debemos tener ayuda económica, principalmente, para el día después", afirma.
La Biela fue uno de los bares pioneros en instrumentar el distanciamiento social, a principios de marzo, cuando aún el coronavirus no había ingresado en la Argentina. Decidieron ubicar las mesas a un metro y medio entre sí. "Tenemos espacio, lo pudimos hacer y así trabajamos hasta que cerramos", afirma. Y se esperanza: "Es un modelo que hicimos, resultó y podría ser una solución".
"La Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (que nuclea cámaras nacionales y de la ciudad) presentó un protocolo para la reapertura de la actividad, pero aún no hay noticias. Nosotros, particularmente, no podemos promover nada", explica Gutiérrez. Desde hace 15 días, cuando decidieron abrir a puertas cerradas para ofrecer los servicios de delivery y take away, los controles se intensificaron. "Tomamos la temperatura a todos los empleados cuando entran, y cumplimos con todas las medidas preventivas", describe.
El origen
La Biela es una esquina rica en historias. Ya en 1850 había allí una pulpería, luego fue mutando a un almacén de ramos generales, y después, se convirtió en un pequeño bar llamado La veredita. En 1950 una biela fundida del auto del corredor Roberto "Bitito" Mieres le daría su nombre definitivo. Desde aquel entonces personajes como Juan Manuel Fangio, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, entre otros, fueron habitués del lugar. De hecho, hay dos esculturas de los escritores sentados a una mesa del lugar. "Se juntaban a escribir, las fotos de Borges que tenemos en el mostrador las sacó Bioy, que tenía una mesa que era sólo para él", recuerda Gutiérrez.
"Es el café de mi barrio, ojalá me permita bien rápido volver a sus mesas, a recuperar ese aire de pertenencia. La Biela es mi lugar de pertenencia para observar la vida desde la mesa de un café", afirma el periodista Mario Markic, uno de sus clientes.
"La Biela recuerda a Fangio, sus logros, hazañas y valores, añoro poder regresar", afirma Gabriel Sánchez Zinny, director ejecutivo de la Unidad de Evaluación, Calidad y Equidad Educativa de la ciudad.
"La magia sigue intacta. Parece que el tiempo no ha pasado. Sentarme en La Biela supone una experiencia inolvidable que repito cada vez que visito la ciudad", señala la periodista Bettina Cucagna, de Salto. "Los extrañamos a todos", concluye desde el mostrador Gutiérrez.
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