Coronavirus en la Argentina: poco movimiento, persianas bajas y controles, las postales de una ciudad en cuarentena estricta
El regreso a la cuarentena estricta comenzó con una menor circulación de personas y vehículos en las calles porteñas. Fue consecuencia directa de que miles de negocios no esenciales como jugueterías, locales de ropa, bicicleterías e inmobiliarias se vieran obligados hoy a cerrar otra vez, pero también del férreo control desplegado en los accesos a la ciudad.
En una recorrida por zonas comerciales del centro, Recoleta y Belgrano, LA NACIÓN comprobó que la mayoría de los comerciantes alcanzados por la nueva normativa la acataron y que algunos concurrieron a sus locales para intentar vender aunque sea por internet, a persiana baja. La disminución del tránsito vehicular y peatonal respecto a días anteriores fue evidente, pero lejos quedó esa postal de ciudad desierta de finales de marzo.
"Entiendo el tema de la salud, pero creo que esto es un retroceso –opinó Kelly Rander, vecina de San Nicolás, de 39 años–. Las personas que no tienen un empleo fijo necesitan salir a trabajar y no pueden". Ella forma parte de esa categoría: "Me echaron al principio de la cuarentena, trabajaba en tiendas de ropa y ahora estoy tratando de sobrevivir desde casa, como independiente".
Rander acababa de hacer un trámite bancario y era una de las pocas que, este mediodía, circulaba por la peatonal Florida: apenas, algunos repartidores en bicicleta, varias personas en situación de calle y los omnipresentes arbolitos que buscaban, sin éxito, alguien para cambiar dinero. Casi todos los comercios alrededor estaban cerrados, salvo bancos, farmacias, kioscos y unos pocos locales de comida que atendían por delivery. Aunque habilitados para trabajar, estos negocios también sintieron la merma en sus actividades.
"Nada, cero, nada de nada y eso que abrí a las seis", respondió Sofía Abas acerca de las ventas del día en su puesto de diarios ubicado a pasos de la calle Tucumán. "Habían abierto algunos locales en las últimas semanas y repuntó un poco, pero ahora se viene otra vez abajo –agregó–. Esto nos hace mal, tendrían que tomar otro tipo de medidas para ayudar al comerciante".
Cierres
En la tradicional avenida Santa Fe, entre las calles Cerrito y Uriburu, en Recoleta, hoy pueden verse numerosos negocios que cerraron definitivamente sus puertas y se repiten los carteles que rezan "disponible para alquilar". Los vecinos, de todas formas, afirman que el movimiento del barrio es mayor que a comienzos de la cuarentena.
"Al principio había solo dos autos abandonados en esta cuadra y ahora está totalmente llena. Yo los conozco, no son vecinos, es gente que viene a trabajar. Creo que ahora hay algo más de flexibilización", opinó César De Campos, quien desde hace 24 años trabaja como encargado en un edificio de la zona.
Desde las 0 de hoy, además, fueron dados de baja los antiguos permisos de circulación y solo pueden usar el transporte público y desplazarse por la ciudad quienes hayan vuelto a tramitarlos: trabajadores esenciales o personas que necesiten circular por circunstancias especiales, como turnos médicos o cuidado de mayores.
"Yo estoy cerca y pude venir caminando. Pero es extremadamente complicado vender. Creo que los negocios chiquitos donde no entra tanta gente tendrían que poder abrir –dijo Claudia Carancci, dueña de un local de indumentaria ubicado en Rodríguez Peña al 1100, en Recoleta–Acá hay puestos de trabajo, no es que nos juntamos para una fiesta o un asado".
Carancci contó que fue a su negocio "para aunque sea hacer algo y armar la vidriera" a puertas cerradas y recordó que desde el inicio de la cuarentena pudo abrir poco más de quince días: en ese interín tuvo "un 20% de la venta habitual", mientras que por internet vendió "muy poquito". La comerciante se permitió una broma acompañada de una amarga sonrisa: "Lo único que hoy salen son los joggins".
Hartazgo
También en Belgrano se notó la merma en el movimiento: las concentraciones de personas en la otrora congestionada avenida Cabildo hoy podían verse solo en las filas afuera de los bancos y en la puerta de los locales de comida, donde aguardaban los repartidores con sus bicicletas.
"Vemos un 30% menos de gente y de autos que la semana pasada", señaló un empleado del gobierno de la Ciudad que trabaja a diario en tareas de concientización sobre los peligros del coronavirus. Pero reconoció que era difícil que la marcha atrás se cumpliera a rajatabla: "Cuando hablamos con las personas hay un poco de hartazgo, pero también entienden que hay un riesgo".
Pasadas las 13, Cristina, una vecina de Belgrano que prefirió no dar su apellido, miraba la vidriera de un local de carteras ubicado en avenida Cabildo que tenía la persiana baja. "El lunes vi mucha gente comprando, pero hoy ya no", lamentó y se manifestó totalmente en contra de la cuarentena restrictiva: "Me parece trágico lo que está ocurriendo, el país se hundió".
Una posición diferente tuvo Claudio López, de 59 años y también vecino del barrio. "Esto es un trastorno y perjudica a mucha gente, sobre todo a los comerciantes, pero me parece que no quedó otra –consideró el hombre, trabajador esencial en el Instituto de Rehabilitación Psicofísica–. No creo que sea un beneficio para el Gobierno y me parece que es importante volver atrás tomando en cuenta las cifras de contagios".
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