Coronavirus en la Argentina: paseantes y algunos negocios no esenciales abiertos, la postal de un sábado casi usual en la ciudad
"¿Boxer gris en talle M tenés?", pregunta Carlos Pedevilla en la puerta de un local de ropa para hombres. El negocio está abierto, pero en la entrada hay una mesita dispuesta transversalmente para impedir el paso. Desde allí atiende a los clientes el dueño, quien también se llama Carlos, pero prefiere resguardar su apellido. "Sí, ya te traigo", responde y desaparece en el interior de su negocio.
Instantes después, vuelve y despliega sobre la mesa la prenda, donde el cliente la examina. "Son 750 pesos", dice el vendedor. Pedevilla paga y se va, no sin antes ser rociado con alcohol en las manos. "Estamos ilegales –reconoce el dueño–, pero tratamos de cuidarnos y de mantener la distancia. En dos horas solo puede hacer tres ventas".
La escena transcurrió ho al mediodía en un negocio de avenida Cabildo, en Belgrano, pero podría haber ocurrido en cualquier otro lugar de la ciudad. Según pudo comprobar la nacion en una recorrida por diferentes barrios, el último sábado de cuarentena estricta por el nuevo coronavirus hubo numerosos comercios no esenciales abiertos o que atendieron con sus persianas por la mitad, a pesar de no estar habilitados. Y aunque el clima no acompañó y la curva de contagios sigue marcando récords, los porteños salieron a pasear, hacer compras o incluso a compartir un momento al aire libre con amigos. Una postal que se repite desde hace días y da cuenta de que son muchos quienes decidieron flexibilizar la cuarentena a voluntad. En los testimonios aparecen las mismas palabras: cansancio, preocupación económica y agotamiento por el encierro.
La ciudad amaneció desierta y una lluvia intermitente desalentó la actividad de ciclistas y runners, pero de a poco las calles se poblaron como un día más. A media mañana, frente al tradicional bar La Biela, en Recoleta, una fila de personas esperaba por su bebida para llevar y un lustrabotas con barbijo aprovechaba para conseguir clientes. En el alféizar de una de las ventanas del bar, Sandy Edwards, vecino de 73 años, compartía charla y café con un amigo.
Ambos estaban muy enojados con los gobiernos nacional y porteño por la extensión del aislamiento. "Ya somos grandes y sabemos cuidarnos –afirmó Edwards–. Hay gente que la está pasando mal, psicológica y económicamente". Su amigo agregó: "Es una vergüenza esto, nos tienen encerrados hace 120 días y estamos cansados y fundidos. La gente está repodrida y por eso sale".
"Me parece perfecto que flexibilicen, pero no estoy de acuerdo en cómo lo hacen –opinó Fabián Franganillo, de 54 años, quien paseaba con su perro por la cercana plazoleta Juan XXIII–. Soy abogado y, la Justicia no funciona y los juicios están parados. Es ridículo". A Franganillo no le preocupa que la apertura llegue con récord de contagios: "La responsabilidad social es lo que va a primar a partir de ahora. Que cada uno se haga responsable".
Por avenida Santa Fe, altura Coronel Díaz, en Palermo, varios negocios no esenciales estaban funcionando con normalidad y no había inspectores haciendo controles, como solían verse al inicio de la cuarentena. "Hay más gente que otras semanas", apuntó Jorge Ramírez, un canillita en su kiosco ubicado en la avenida.
"Es por la necesidad de producir, de hacer ventas, porque cayó todo un 80% –argumentó Florencia, a cargo de un local de accesorios de moda totalmente abierto–. La gente necesita oxigenarse y viene. No se animan a comprar tanto como antes, pero esta semana duplicamos las ventas de la semana anterior". Su local casi no cerró durante el aislamiento y, según dijo, cuando pasaron los inspectores "solo pidieron que bajara un poco las persianas"
De acuerdo a fuentes de la Agencia Gubernamental de Control (AGC), sin embargo, las normas fueron "mayormente respetadas, casi en un 90%" por los comerciantes no esenciales de la ciudad. "Siempre fue una concientización, pero si se veía a alguien abierto se le decía que debía dejar de funcionar. Se hacía una advertencia y si al pasar de nuevo no había cerrado, se clausuraba".
El lunes comenzará la reapertura gradual de actividades no esenciales, al menos hasta el 2 de agosto. Vuelve el ejercicio físico individual al aire libre y actividades como comercios de cercanía y galerías barriales (excluyendo locales de indumentaria y calzado, que regresarán el miércoles), streaming de música y gastronomía para llevar. Durante la semana se sumarán más oficios y profesiones –peluquerías, paseadores de perros y psicólogos, entre otros– y se agregarán dos días de salidas recreativas para los chicos.
Alrededor de las 14, el Parque Saavedra estaba bastante más despoblado que otros sábados debido al clima. Quienes salieron igual, se animaron a tomarse pequeñas licencias menos permitidas los días en que hay más gente y los concientizadores desplegados por el gobierno porteño son más estrictos. Como jugar a la pelota con los chicos o sentarse durante unos minutos en el pasto
Así lo hicieron Martín Bonamico, informático de 38 años, y Lourdes Girardi, docente universitaria de 36, junto a su hijo Alonso, de 3. "Vinimos a caminar, pero nos sentamos un ratito antes de volver", contó Bonamico. Aunque la familia respetó la cuarentena a rajatabla, siempre salieron a dar "aunque sea una vuelta manzana" con Alonso, incluso durante la etapa de aislamiento más estricto, "para priorizar la salud mental". Bonamico celebra que en breve podrán pasear casi todos los días, pero cree que eso también puede volver a cambiar: "Es difícil saber qué va a pasar. Nadie esperaba que lo peor llegara después de cuatro meses y me preparo mentalmente por si hay que volver atrás."ß
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