Coronavirus en la Argentina. La pediatra que sufrió la muerte en soledad de su madre y exige un cambio radical: “El miedo nos hizo menos humanos”
A veces, escribir desde las entrañas fortifica, cura las heridas. Hasta puede convertirse en un grito desesperado de empatía, de compromiso público, de humanidad. Fernanda Mariotti, en realidad, no es escritora. Ama a los niños, es pediatra, tiene 53 años y trabaja en consultorios en diversos espacios. Tiene tres hijos, vive en Colegiales, trabaja casi todo el día y acaba de perder a su madre, Martha Pedrotti, de 84 años. Estaba infectada de coronavirus, pero la historia es otra.
La mujer murió, en realidad, de tristeza. De soledad. "El aislamiento, la soledad le generaron síntomas negativos. Mi mamá era muy guerrera y de pronto…, cuando pude hablar con ella, me di cuenta de que ya estaba entregada. Mi mamá murió el lunes 20 de julio, y desde el jueves anterior, supe que había dejado de pelear. Yo le había contado que el lunes le iban a dar el alta porque ya estaba mejor. Me respondió sin ganas: ‘Qué suerte… Estoy muy cansada. ¿Ustedes están bien?… Bueno, te dejo, mi amor’", cuenta la doctora, angustiada y con la valentía de querer transformar la realidad. El protocolo de los pacientes vulnerables debe cambiar: esa es su bandera. Un grito de humanidad detrás de la pandemia.
La doctora enfoca el síntoma. "La inmunidad y la capacidad de una persona no es una condición que responda a un solo factor. La respuesta a una infección responde a distintos factores, como el emocional, que es clave. Este protocolo, esta forma de trabajar con los pacientes que son complicados, los que en la vida habitual necesitan más apoyo, más asistencia, que cuentan con ese respaldo y más asistencia en lo cotidiano y de un día para el otro están aislados, solos, en un lugar desconocido, en condiciones muy agresivas… entonces, bajan los brazos", reflexiona Mariotti, que el pasado 23 le puso su rúbrica a "Crueldad por protocolo", donde describe el contexto en el que murió su madre por Covid-19 y cuestiona el protocolo que impidió acompañarla en los últimos días de vida.
Así empieza: "Lo que estamos viviendo es terrible... y creo que hay que repensar cómo enfrentamos este momento. ¿Qué es estar enfermo? ¿Qué enferma más? ¿Qué atenta contra la inmunidad? ¿Qué la fortalece? El miedo nunca es buen consejero cuando convierte al prójimo en factor de riesgo, en amenaza". Así termina: "Cuando el prójimo se vuelve amenaza, perdemos humanidad. Mamá se internó por COVID muy leve y murió de otra cosa, de insuficiencia cardíaca. Su corazón se fue derrotado por la pena y la soledad. Hoy, esta carta es casi un grito, es la voz desesperada de muchos que se van en el más absoluto silencio para ver si alguien escucha…"
Sigue conmovida, pero entiende que algo tiene que hacer. Que su caso no es único: hay cientos de personas que atraviesan el mismo drama. "¿Cuántas personas mueren ‘con’ Covid y cuántas personas mueren ‘por’ Covid? Y además, otra cosa: si a mí me preguntaban si yo quería correr el riesgo de internarme y asumir el compromiso de la cuarentena para acompañarla y asistirla, lo habría hecho. El protocolo fue cambiando en estos meses, pero lo que más se fomentó es el miedo, que se trasladó en el aislamiento. Y el aislamiento es más dañino que el propio virus en mucha gente. El miedo nos hizo menos humanos. Yo tuve una muy mala experiencia. Te cuento lo que pasó después: no pude reconocerla, sé que a los pacientes con Covid les escriben con un marcador indeleble en la piel el nombre, la fecha y la hora de la muerte, porque cuando van a la morgue, los meten en bolsas que después no se abren más. Les ponen una etiqueta arriba, rectangular grande, con el nombre, y los familiares ya no lo pueden ver nunca más", cuenta, impactada.
Tiene una salida, un plan. Solo quiere ser escuchada. "Mi propuesta es: así como en pediatría hay internación conjunta, algo que existe en nuestro país desde la década del 50 (antes estaba prohibido que los chicos pudieran ser acompañados), y hoy es obligatorio que un chico se interne con el padre, la madre o alguien que lo cuide, entonces, en este contexto, las personas que tienen necesidades especiales, ya sea por edad, casos de ciegos, pacientes con trastornos, deberían tener la posibilidad de ser acompañados. Es algo para pensar. Yo sé que es una enfermedad contagiosa, el índice es alto, pero la letalidad de la enfermedad es muy baja. Los números no respaldan esta actitud infernal que estamos teniendo. En nuestro país, un 1,7 o 1,8% de los pacientes que tienen Covid, mueren. Y cuando hay un caso en una familia, por ejemplo, el resto prefiere no hacerse el hisopado, porque mucha gente no quiere entrar en este delirio del aislamiento, de irse de su casa. Y atraviesan la enfermedad sin que nadie lo sepa. Hay más infectados de lo que figuran en los registros", aporta.
"Que nadie más tenga que pasar por lo mismo. Tenemos que elegir cómo vivir y cómo morir, porque eso le da sentido a la vida", afirma.
Iniciativas
Existen establecimientos públicos y privados que impulsan normativas para que los familiares puedan acompañar a los enfermos graves de Covid-19, cuyos decesos vienen ocurriendo en aislamiento desde el inicio de la pandemia por el temor al contagio. Esa idea se desarrolla en el Hospital Interzonal General de Agudos Profesor Dr. Rodolfo Rossi, de La Plata, donde existe un Protocolo de Cuidados Paliativos para Covid-19. El hospital es pionero en cuidados paliativos: en 2001 tuvo el primer servicio de la provincia de Buenos Aires. Hasta febrero de este año fue coordinado por la doctora Cecilia Jaschek, quien luego asumió la dirección.
"Desde cuidados paliativos acompañamos con internación domiciliaria al paciente con enfermedad avanzada y a su grupo familiar. Algunos de esos pacientes, generalmente oncológicos, presentaron síntomas compatibles con Covid-19 y fueron internados en salas de aislamiento. Para esos casos, ideamos un protocolo que permite que un familiar pueda acompañarlos. Deben ser personas menores de 65 años, no estar embarazadas ni tener enfermedades de base y firmar un consentimiento. Se los entrena y está protocolizado cuánto tiempo pueden tener el EPP y si hace falta cambiarse. Si el familiar necesita retirarse puede venir otro, pero quien estuvo debe permanecer 14 días en aislamiento", le contó, días atrás, a LA NACION.
Entre otros rubros, a los acompañantes se los capacita con material escrito y videos para la correcta utilización del equipo de protección personal. Deben usar barbijo quirúrgico, protección ocular, camisolín y guantes durante toda su estadía. La ropa de calle y accesorios se dejan en una bolsa plástica que se abandona en el armario de la habitación del paciente, para resguardarla del contacto hasta el momento de la salida.
En 19 hospitales de la ciudad de Buenos Aires está en vigencia el Programa Estar, con más de 150 profesionales y 300 voluntarios, que mantienen la comunicación entre los pacientes Covid-19 positivos y sus familiares a través de videollamadas.
Mariotti describe el drama, sin dobles lecturas: para que a otros no les ocurra lo mismo. "No es que no le daban comida y agua en el hospital, le daban, pero se le complicaba mucho, solo comía el postre. Los enfermeros me decían que no podían entrar todo el tiempo en la habitación. Yo le pedía al médico que me dejara ir, ‘te voy a ayudar a vos, te voy a sacar de un montón de problemas que te genera mi mamá’, le decía. Soy médica, puedo ver pacientes con Covid en cualquier lado, pero no puedo ver a mi mamá... Y no se puede, porque el protocolo es estricto", recuerda esa voz que aún la martiriza.
No baja la guardia. "’¡No, no, no!’, me decían. El protocolo establecido es que cuando ingresa un paciente se lo aísla totalmente, ya no puede recibir visitas ni cuidados de nadie, a menos que sea la gente del sanatorio. Cuando hablaba por teléfono, me decía: ‘Fernanda sacame ya de acá, yo acá me voy a morir, sacame ya’. Y yo le contestaba: ‘Mamá, por favor, quedate tranquila, son unos días más, los estudios de laboratorio te dieron bien, no tenés neumonía’. El domingo 19 me avisan que había desmejorado mucho, interpretaba que tenía una infección. El médico me hablaba de intubación cuando le iban a dar de alta el lunes siguiente… ¡Y no podía verla! No era una paciente terminal, con alguna enfermedad crónica u oncológica. Solo tenía las cosas de su edad, por eso creo que a mi mamá le pasó lo que a tanta gente…, a raíz de lo que escribí, escuché muchos testimonios de pacientes que piden que los saquen de los lugares en donde estaban internados", cuenta. La madre vivía en un hogar de ancianos, en donde probablemente se contagió. Pero su salud era buena, dentro de los avatares del paso del tiempo.
Hizo, además, una petición: "Humanizar el protocolo Covid-19 en pacientes con necesidades especiales", en change.org, la mayor plataforma de "peticiones" del mundo. Un medio digital que actúa como un espacio libre y público de solicitudes por internet de carácter cívico, reformista, social, de cumplimiento de los derechos humanos, entre otros rubros. Está cerca de alcanzar las 2500 firmas.
"Tu voz es nuestra voz". Ese es el mensaje conmovedor que recibe a diario la pediatra a partir de su texto nacido desde las entrañas. El pedido es inequívoco: "Que los pacientes que tienen necesidades especiales sean reconocidos y puedan ser acompañados. Hay gente que superó esta enfermedad y tiene anticuerpos: también pueden dar una mano como voluntarios". Un grito de humanidad en medio de la tempestad.
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