Coronavirus en la Argentina. La intimidad de la 1.11.14, la villa porteña donde ya hubo cinco muertos y 100 contagiados
En la Villa 1.11.14 hay una calma ajena al barrio, aunque eso no se traslada al sentir de los vecinos. Acá, según el Ministerio de Salud de la Ciudad, hay 100 casos confirmados de coronavirus. El temor que tienen es verse reflejados en el espejo de la Villa 31, en donde en 17 días pasaron de un caso a tener 237.
Si bien acá el virus no avanzó de forma voraz, sí fue letal en cinco casos. De este modo, la 1.11.14 concentra casi todas las muertes por Covid-19 en los barrios vulnerables de la Ciudad, que en total fueron seis. La lista se completa con una mujer de 84 años que vivía en la Villa 31.
En un último piso de una casa de la manzana 28 viven John Ochoa, de 44 años y Angelina Rojas, de 50. Ambos cuidan a más de una docena de gallinas que también están en esa planta, encerradas en unas jaulas hechas con cajones de verdura. Además tienen un taller de costura donde hay tres máquinas de coser que están sin uso, prácticamente, desde que empezó la cuarentena.
"Estábamos haciendo algunos barbijos, pero ahora nada. No tenemos trabajo y él no tiene la residencia renovada y no pudimos cobrar ninguna ayuda. Está todo frenado. A nosotros esto nos preocupa mucho. Ya nos quedamos sin ahorros. Pero bueno, el coronavirus nos da miedo, estamos todos acá guardados para no contagiarnos", relata Rojas.
Sobre la Avenida Perito Moreno, que bordea un sector de la Villa, hay dos filas de personas a lo largo de varias cuadras. Del lado del barrio, la fila termina en la parroquia, en donde reparten raciones de comida. Mientras que los de enfrente avanzan hacia un puesto de la Anses: ahí pueden cobrar los distintos planes que provee el Estado. Todos caminan de manera intermitente hacia las dos fuentes de insumos e ingresos que por el momento mantienen al barrio en pie.
La parroquia que dirige Juan Isasmendi, junto con la ayuda de los delegados de cada manzana y otros organismos, diseñaron un plan comunitario para controlar los contagios en los inquilinatos y en los pasillos que, muchas veces, no superan los 50 centímetros de ancho.
"No explotó. Pienso que comunitariamente hicimos algo bien. Hacemos un acompañamiento comunitario. Preparamos un protocolo de pasillos y otro para inquilinatos. Por ejemplo uno de los infectados vivía en una casa de cuatro pisos en donde viven 22 personas con baños compartidos. Hubo que aislar a todo el inquilinato. Les llevamos comida e íbamos a desinfectar con los bomberos voluntarios", dice Isasmendi, que se encuentra en una oficina pequeña de la parroquia ubicada en la entrada del barrio.
Para que traten de mantener distancia, también se les señala a los vecinos dónde hay casas en la que hubo contactos estrechos para que eviten pasar por ahí. Además, se refuerza la desinfección de esos pasillos.
"Acá lo del SAME no funciona. Por suerte los vecinos estuvieron muy atentos y apenas aparecía un síntoma se iban ellos solos al hospital. Creo que sería bueno que dejen acá una camioneta con una estructura mínima para luego llevarse a los que tienen síntomas al hospital. También creo que sería muy bueno que se replique lo de los hisopados en todos los barrios vulnerables", agrega Isasmendi.
Gabriel Battistella, Subsecretario de Atención Primaria, Ambulatoria y Comunitaria del Ministerio de Salud de la Ciudad, señaló a LA NACION que están evaluando la posibilidad de hacer otro operativo en conjunto con el gobierno nacional para hisopar a aquellos que tengan síntomas compatibles con el Covid-19 en la 1.11.14. Ayer, de los 32 tests que se hicieron en la Villa 31, 16 dieron positivo por coronavirus.
"Naturalmente pedimos que el hisopado se haga en todas las villas. También hay que insistir con la vacunación así no se llenan los hospitales de personas con neumonía o gripe. Creo que el gobierno de la Ciudad preparó una ofensiva muy fuerte en la Villa 31, y en la 1.11.14 también, pero entregando alimentos, productos de limpieza y desinfectando por el dengue", dijo Alejandro Amor, defensor del pueblo de la Ciudad.
En el mismo piso que viven Ochoa y Rojas, en una habitación donde solo cabe una cama y un televisor pequeño, vive Manuel Rojas, de 50 años. Ahí paga $1500 por el alquiler, no tiene trabajo y vive de una ayuda que le da el Estado. "Sinceramente, necesito cualquier cosa, cualquier ayuda", dice sentado en su cama, con el barbijo puesto. También, a pesar de todo, se resguarda del Covid-19 en ese rincón pequeño del edificio hecho de material.
Durante la recorrida que hizo LA NACION, los vecinos, salvo en una excepción, no conocían a otros que hayan padecido el coronavirus. Pero los casos de dengue estaban por todos lados.
Por ejemplo, Fidel Ramírez, de 64 años, que vive en la manzana 28, está cursando la enfermedad. Ahora no tiene trabajo, lo despidieron días antes de que comience el aislamiento obligatorio. A su hija le entregan raciones de comida y con eso sobreviven. Trata de respetar a rajatabla la cuarentena. Su vecina también tiene dengue. Al igual que él, se mantiene encerrada. Afuera podría haber algo peor.
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