Coronavirus en la Argentina. Iniciativas para poder despedir cara a cara a los pacientes terminales con Covid-19
Después de dos semanas de muchos cuidados, Simón M., su mujer y sus dos hijas se recuperaron del Covid-19. Arriba, en otra casa, vivía sola la madre de Simón, de 82 años, que no había tenido síntomas y se mantuvo aislada. Pero, de pronto, desmejoró: se puso amarilla de un día para el otro. Sospecharon de algún problema digestivo y la llevaron al Hospital Dr. Carlos B. Udaondo, un centro público especializado en gastroenterología que funciona en el barrio de Parque Patricios.
Apenas la vieron, le diagnosticaron un cáncer avanzado de aparición sorpresiva. Y también la hisoparon: dio positivo para coronavirus. La internaron en una sala de aislamiento y, como no manejaba telefonía celular, no habló más con los suyos. Pocos días después, el grupo de Cuidados Paliativos del hospital le explicó al hijo que la mujer estaba en una condición crítica y le preguntó si querría despedirse.
El hombre no lo dudó. Lo ayudaron a vestirse con el equipo de protección personal (EPP) y entró a la sala. Simón pudo acercarse y, con mucha prudencia y guantes de protección, tocó suavemente el brazo y las manos de su madre, y contactó por teléfono al resto de la familia que esperaba afuera. Las dos nietas y la nuera pudieron verla y hablar con ella. A las pocas horas, la abuela murió.
"Acompañamos a esta familia en todo el proceso y solo tienen agradecimiento –dice Marcela Alonso, licenciada en Trabajo Social e integrante del grupo de Cuidados Paliativos del Udaondo–. Los familiares de pacientes Covid-19 no pueden visitarlos durante la internación y, si fallecen, ni siquiera pueden ver el cuerpo: lo cierran en doble bolsa y va directo a tierra o cremación, sin velatorio ni ceremonia alguna. Es muy difícil hacer un duelo en estas circunstancias. La despedida permite que esa persona querida que murió, que se lleva un pedacito nuestro, vuelva enriquecida a nuestro corazón y nos deje continuar con nuestra propia vida".
Como en el hospital Udaondo, establecimientos públicos y privados de distintos distritos impulsan iniciativas para que los familiares puedan despedir cara a cara a los enfermos terminales de Covid-19, cuyos decesos vienen ocurriendo en aislamiento desde el inicio de la pandemia por el temor al contagio. Es un intento de humanizar el proceso y atender también la dimensión emocional del proceso.
Cuando las desgarradoras muertes en soledad se iban sumando en la TV y los portales de noticias, la hermana Teresa Buffa, de la comunidad Hermanas de María de Schönstatt y hermana superiora en el Sanatorio Mater Dei, del barrio de Palermo, se preguntó si esta sería la única posibilidad de transitar la pandemia.
"Me puse a investigar –recuerda la religiosa– y encontré documentos del exterior que contaban experiencias de acompañamiento presencial. Y me dije: si los médicos y enfermeros tomando todas las precauciones difícilmente se contagian, ¿no se podrían usar los mismos elementos, dar una capacitación y permitir al familiar acercarse al paciente? Reunimos a un equipo multidisciplinario y así nació nuestro Programa de Contención, que permite acompañar a todos los pacientes sospechosos y positivos de Covid-19 desde que ingresan al sanatorio, pero que tiene un protocolo especial para situaciones de fallecimiento. No cuidamos solo cuerpos, sino la dimensión psíquica, física y espiritual: cuidamos personas".
"Antes del Covid-19, y desde hace muchos años, nos propusimos humanizar la terapia intensiva y la hicimos de puertas abiertas: la familia podía tomar contacto con el familiar en cualquier momento e inclusive pasar la noche –explica Bernardo de Diego, jefe de Terapia Intensiva del Mater Dei–. Pero el coronavirus cambió las cosas. Los familiares entregan a su ser querido en la admisión y de ahí no los dejan pasar más. Por eso tenemos este protocolo especial de acompañamiento".
El mismo espíritu reina en el Hospital Interzonal General de Agudos Profesor Dr. Rodolfo Rossi, de La Plata, donde existe un Protocolo de Cuidados Paliativos para Covid-19. El hospital es pionero en cuidados paliativos: en 2001 tuvo el primer servicio de la provincia de Buenos Aires. Hasta febrero de este año lo coordinó la doctora Cecilia Jaschek, quien luego asumió la dirección del hospital.
Acompañamiento
"Desde cuidados paliativos acompañamos con internación domiciliaria al paciente con enfermedad avanzada y a su grupo familiar –detalla la médica–. Algunos de esos pacientes, generalmente oncológicos, presentaron síntomas compatibles con Covid-19 y fueron internados en salas de aislamiento. Para esos casos, ideamos un protocolo que permite que un familiar pueda acompañarlos. Deben ser personas menores de 65 años, no estar embarazadas ni tener enfermedades de base y firmar un consentimiento. Se los entrena y está protocolizado cuánto tiempo pueden tener el EPP y si hace falta cambiarse. Si el familiar necesita retirarse puede venir otro, pero quien estuvo debe permanecer 14 días en aislamiento".
Hasta el momento, en el Rossi hubo cinco fallecimientos por Covid-19 y dos personas pudieron ser despedidas por sus familiares. "Estamos trabajando para aplicarlo también en terapia intensiva –afirma Jaschek–. Cada institución debe ver cómo humanizar esta situación, que el paciente no muera aislado".
En 19 hospitales de la ciudad de Buenos Aires existe el Programa Estar, que involucra a más de 150 profesionales y 300 voluntarios y mantiene la comunicación entre los pacientes Covid-19 positivos y sus familiares a través de llamadas y videollamadas.
"Este programa alienta a que los familiares puedan despedirse de manera presencial de quienes van a morir, porque eso es lo ideal –señala Gustavo de Simone, jefe del grupo de Cuidados Paliativos del hospital Udaondo e integrante del equipo de coordinación de Estar-. Pero no está protocolizado, depende de cada hospital: para que se pueda aplicar es necesario que todos los servicios estén de acuerdo y eso no siempre es fácil".
En el Sanatorio Mater Dei falleció el 13 de este mes por Covid-19 Sergio Pizarro Posse. Su hija, Sol, de 44 años, apenas sobrepuesta de la pérdida, cuenta: "Papá tenía 78 años. Era deportista, activo. Cuando estuvo en sala, siempre aislado, nos ofrecieron una internación conjunta, pero enseguida desmejoró y pasó a terapia intensiva. Somos cinco hermanos y le hicimos llegar nuestros mensajes de video y voz. Luego me capacitaron para entrar a despedirlo, pero cuando me había puesto el EPP papá perdió la conciencia. Poco antes de morir ubicaron su cama frente a una gran mampara y allí pudimos verlo. Es muy duro, pero fuimos muy contenidos y acompañados desde el momento mismo en que ingresó al sanatorio".
Marisa Pérez, médica y coordinadora de Cuidados Paliativos del Udaondo, dice que para la familia es un gran alivio. "Facilitamos que esa despedida suceda –explica–. Hablamos con ellos, les explicamos cómo van a ver a su ser querido, porque a veces están inconscientes o en salas de aislamiento. Son situaciones en las que circula mucha emoción. Los acompañamos a cierta distancia para no invadir la privacidad del momento. Es un derecho humano despedirse y disminuye el riesgo de un duelo patológico."
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