En el lugar donde el silencio es eso único que se escucha, Sofía Acuña camina unos 30 metros con su celular hasta llegar a su escuela. Ella tiene 17 años. Es la una del mediodía. En menos de cinco horas el cielo teñirá de distintas tonalidades de naranja y rojo las montañas nevadas. Está yendo a buscar señal de wi-fi a esa casa de estancia donde funciona la escuela de la zona y donde ahora no hay clases presenciales por la cuarentena, pero sí imágenes y pdfs que descargar para poder seguir estudiando.
La escuela está cerrada, pero su madre, Mercedes, la portera de la institución, abre la puerta para quienes necesiten ir a buscar internet y así poder contar con los materiales. Cuando entran, los alumnos se van al aula o al patio, en un intento por seguir con esa normalidad que ya no existe. Se trata de la Escuela nº 37 "Patricio O'Byrne" en la Estancia Cullen, en la zona rural de la provincia de Tierra del Fuego. Se quedan ahí, como si esperasen a alguien. Pero nadie va a llegar hasta ese lugar, a dos horas de Río Grande. Hay una sola excepción: cada 15 días, hay personas que les acercan alimentos para sustituir el comedor escolar. Al estar tan alejados de la ciudad es difícil que puedan viajar a comprar comida.
Como Sofía, todos sus compañeros caminan desde sus casas hasta la escuela en un paisaje helado y silencioso para engancharse al wifi y poder descargar todo lo que sus profesores le piden. En total son siete: cuatro en secundaria (en 2do, 4to, 5to y 6to), dos en primaria (una en 4to y otra en 5to) y una niña en sala de 5.
"Mis hijos se contactan con su tutor de lunes a viernes. Él le manda las distintas tareas por WhatsApp y les pone fecha de entrega. Ellos realizan las actividades en la compu que tienen acá. Tal vez para buscar información se complica un poco porque vivimos en el campo y hay poco internet. Igualmente cada tanto se comunican con el tutor si es que tienen alguna duda. Al finalizar los chicos le envían las tareas hechas por WhatsApp", cuenta Mercedes González, desde su casa en esa zona rural de Tierra del Fuego.
Cuando se refiere a la escuela, Darío Oldenburg habla de silencio y de simpleza. Es el tutor de secundaria y, antes de la cuarentena, viajaba todos los días cuatro horas para ir y volver. La estancia está a 150 km de la ciudad: 75 de asfalto y 75 de ripio. Un ripio helado, la mayor parte del año. A la vera de ese camino están las dos plantas más grandes de extracción de petróleo y de gas de Tierra del Fuego: Total Austral e YPF.
El viaje es difícil, 300 km que en invierno se transforman en una pátina de nieve y hielo. Pero para él no es todo negativo. Lo define como agridulce, y luego como un viaje agradable. Difícil, pero agradable. Los amaneceres y los atardeceres los pasa en la ruta. Los disfruta en la ruta.
Zoom vs. WhatsApp
Como docente en la ciudad de Río Grande, Darío da clases por Zoom a 40 chicos y chicas. Pero para sus alumnos de la estancia eso es imposible. "Yo soy el puente a través del WhatsApp entre los profes y los chicos. Ellos me envían los trabajos y yo se lo reenvío a los chicos. Ellos utilizan el wifi de la escuela. La estancia es chiquita, entonces se aproximan a la escuela. La señal no es muy buena, pero les sirve para bajar los prácticos", explica. Su rol es hacer un acompañamiento didáctico pedagógico.
Como no tienen para imprimir, copian las preguntas y les sacan fotos a las respuestas y se lo envían a él. Lo complicado es que a través del WhatsApp solo pueden descargar imágenes y documentos de poco tamaño. "Esto minimiza la cantidad de información o explicaciones que puedan recibir de los docentes. Y además el vínculo es importantísimo para los chicos de las escuelas rurales", cuenta el tutor.
Cada alumno tiene su teléfono, pero todos dependen del wifi de la escuela. Por eso ruegan para que no se caiga. Hasta ahora sigue en pie, y Darío dice que es un milagro: "Antes se caía una vez cada 15 días y nos quedábamos sin señal. En la estancia hay señal de Claro, de celulares, y no es muy buena. Para hablar por teléfono es imposible, solo podemos enviar whatsapps".
Nuevos contenidos en casa
Las tareas que mandan los alumnos tienen, muchas veces, puntos sin resolver. Son temas nuevos y de distintas materias. Por eso Darío les propuso a los profesores que les envíen un audio a sus alumnos y alumnas, no tanto para explicar el contenido, sino como una especie de acompañamiento.
Las familias tienen una computadora que la escuela les prestó. Pero ahora a una de ellas no le funciona, y no hay forma de arreglarla, así que los trabajos los hacen a mano.
"Es complicado porque no es lo mismo estudiar en la escuela y que los maestros te enseñen, a que te manden tarea por WhatsApp", dice Sofía.
Los alumnos tienen ocho profesores más un tutor. Todos les mandan tareas. A sus compañeros Sofía los sigue viendo, porque viven muy cerca, en la misma estancia. "Nosotros seguimos haciendo las cosas que hacíamos siempre, lo que cambió es que no vamos a la escuela y no podemos ir a Río Grande", explica.
Los siete alumnos y alumnas de esta escuela pertenecen a tres familias. Sus padres son peones y siguieron trabajando cada día de esta cuarentena. En las estancias fueguinas se trabaja sobre todo la ganadería; en Estancia Cullen lo que más hay son ovejas. El padre de Sofía trabaja arriando ovejas. El hermano de Sofía, Gonzalo, tiene 15 años y también está en secundaria.
A Sofía le gusta tocar el teclado. Aprendió con su profe de música y mirando videos. Está por egresar, o al menos lo estaba antes de la pandemia: éste es su último año, pero aún no sabe qué va a pasar. Nadie le dijo nada. Espera poder lograrlo, porque tiene ganas de irse a estudiar música o gastronomía a Río Grande. Pero ahora le queda el último tramo y, parece, será solo a través de Whatsapp.
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