Coronavirus en la Argentina: ¿cuáles son las hábitos que ya empezaron a cambiar?
Una imagen se repetía hasta hace dos semanas en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires: al entrar los fieles estiraban la mano para mojarse en el agua bendita que contenía el recipiente de piedra y continuar con la señal de la cruz. Por medidas de prevención ante el avance del nuevo coronavirus Covid-19, en esa pila ya no hay ningún líquido.
Este no es el único espacio por el que circula una alta cantidad de personas que tomó recaudos ante la propagación de la enfermedad , sobre todo luego de conocerse que son 31 los casos confirmados en la Argentina y que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia. Y quienes concurren a estos lugares también empezaron a cambiar sus hábitos.
"Lo del agua bendita ya era una locura. Yo estoy tratando de salir poco de casa, no doy el beso de la paz ni loca y junto a mi grupo de coro estamos definiendo si vamos a continuar ensayando", dice María Elena del Monte, de 75 años, entre las paredes del templo.
Si bien el "beso de la paz" y el "dar la comunión en la boca", fueron algunas recomendaciones que hizo la Conferencia Episcopal Argentina, ayer, desde la Secretaría de la institución señalan que aún no rige su prohibición.
En el confesionario de la iglesia, un habitáculo de madera, se descubre el rostro preocupado de Sergio, el sacerdote, que señala: "Acá casi no circula aire. Me pregunto qué pasará con estos sacramentos".
Extremar la limpieza
Sobre la cinta caminadora del gimnasio de YMCA-Asociación Cristiana de Jóvenes, ubicado en la Avenida Lafuente 2480, Elisabeth Naidich de 82 años, bromea: "Yo tomo recaudos. No voy a hacer estiramientos en la sala de colchonetas, porque ahí no corre aire, pero si me tiene que pasar... no lo sé", dice.
Como otras enfermedades respiratorias, se conoce que el nuevo coronavirus se transmite por gotas, especialmente a temperatura y humedad bajas y en ambiente menos ventilados. Según un trabajo aún no publicado de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, el virus puede permanecer hasta tres horas en los aerosoles, hasta tres días en el plástico y hasta dos días en acero. Por este motivo, según los trabajadores de YMCA, la limpieza de los aparatos de gimnasia es constante. De igual modo, expresan que los sorprende al ver menos clientes en los últimos días.
Cualquiera que se cruce con el paso ligero de Luis Basso en el pasillo del subsuelo del YMCA, sabrá que estará yendo a lavarse las manos al baño. "Estoy perseguido, porque estoy constantemente con gente. Si alguien me saluda con la mano, voy rápido a limpiarme con jabón. Eso sí: empujo la puerta con los zapatos. No vaya a ser que el virus quede en alguna manija", dice Basso, de 40 años, guardavida de la pileta, que también afirma haber visto menos nadadores.
Una botella de alcohol en gel y folletos de prevención reposan sobre el mostrador de la entrada en la sede central de AFIP. Detrás se esconde una mesa, donde apoyan dos termos. "Yo no comparto más mate desde hace dos semanas", expresa Andrea García, una de los tres recepcionistas.
Julian, que prefiere preservar su apellido, trabaja en el Banco Santander ubicado frente a Plaza de Mayo. "En estos últimos días, son menos los clientes que entran y salen de la sucursal", indica. De hecho, ayer, los bancos a recomendar públicamente a sus clientes que, en lo posible, eviten concurrir a las sucursales y deriven todas las operaciones que les sean posibles a las plataformas online de las entidades. "Se recomienda el uso de canales electrónicos como home banking y aplicaciones móviles para realizar pagos, transferencias, consultas de saldos e información sobre todo tipo de operaciones", detallaron en un comunicado conjunto las tres cámaras (ABA, Adeba y Abappra) en que se agrupan las entidades con actuación en el país y atención minorista.
Ante la confirmación de casos en el país, comenzaron a profundizarse las tareas de higiene en todas las líneas de subte, trenes y colectivos del área metropolitana. La medida también se extiende a los aeropuertos.
Sin embargo, la percepción de alerta también está presente entre los pasajeros. Desde hace unos días que Eliana Gómez, de 28 años, observa los rostros de indignación de la gente al escuchar que alguien tose o estornuda dentro del vagón del subte. "Trato de no tocar las barandas y llevar siempre alcohol en gel encima. Hoy había dos con barbijo en la salida", dice la joven que toma todos los días la línea B para ir a trabajar.
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