Coronavirus en la Argentina: ¿cómo fue el estudio que demostró que el plasma no funciona en casos graves?
Para un paciente grave de Covid-19, el plasma de personas recuperadas de la infección no es la salvación. Esa fue la conclusión del trabajo denominado PlasmAr, hecho por investigadores del Hospital Italiano de Buenos Aires (HIBA) y otros once centros de todo el país. Se trata del primer estudio mundial realizado con criterios de alta calidad metodológica. "Vimos que es matemáticamente igual darle placebo o no al paciente", señala Ventura Simonovich, jefe de la sección de Farmacología Clínica del HIBA y autor principal del trabajo. El paper será enviado para su publicación a una revista de primera línea.
–Waldo Belloso, otro de los autores del estudio, señaló: "Hacía falta un trabajo con esta metodología porque la realidad no se acomodara a los deseos". ¿El deseo era que funcionara el plasma? ¿Cuál fue la hipótesis?
–A fines de marzo, salió un trabajo de apenas cuatro pacientes que decía que con el plasma habían mejorado. Me di cuenta de que había que hacer algo, porque todo el mundo iba a querer usarlo y no quería que fuera como terminó siendo la hidroxicloroquina. Había que hacer un estudio doble ciego (ni paciente ni médico saben qué reciben y dan). Mi hipótesis primaria era que el plasma había funcionado en la fiebre hemorrágica argentina, pero no en MERS y SARS ni en ébola, así que era dudoso y una buena hipótesis a testear. Era una apuesta arriesgada porque no había recursos monetarios y tecnológicos como técnicas para medir los anticuerpos [N.d.R: luego apareció el trabajo de Andrea Gamarnik en el Instituto Leloir, que colaboró con el proyecto]. Lo más probable era que no funcionara, pero no quería que mis creencias influyeran; algunos del grupo sí lo creían. Por eso, hacía falta este estudio.
–Hubo cuestionamientos éticos porque si el plasma salvaba vidas, darles placebo a los pacientes podía ser considerado inmoral.
–Decían que no era ético usar placebo. Fuimos muy cuestionados. En ese escenario, pensamos al contrario: que ver si sirve o no sirve con buena metodología es vital.
–¿Por qué no se hizo antes un estudio así en ningún lado?
–Nadie lo hizo y terminamos primeros... Estados Unidos, con recursos extraordinarios, no lo demostró. Nosotros, con recursos limitados, vimos que es igual matemáticamente darle placebo o no al paciente. Un poco de desesperación hubo porque la gente necesitaba un tratamiento y ningún médico quiere quedarse parado sin ofrecer nada.
–¿Cuán graves estaban los pacientes del estudio?
–Eran pacientes graves, pero no tan graves. Es decir, tenían neumonía, pero no estaban en respirador mecánico y estaban lúcidos y en condiciones de dar su consentimiento.
–¿De los 333 pacientes (222 en plasma y el resto con placebo) murió el 10%?
–De los que recibieron plasma murieron 24 y 12, de los que se le sumistró placebo. Exactamente la misma proporción de dos a uno. Es muy categórico en términos estadísticos. Lo que vimos es que al segundo día de administrado el líquido, los que recibieron plasma tenían más anticuerpos que los del placebo. Pero al día siete los dos grupos ya estaban iguales, no es que se generaron más. Esto nos abre una puerta para ver cómo se comporta la inmunidad en estos pacientes, que son los que tienen más mortalidad.
–¿Cuál es el camino ahora del trabajo?
–Hay muchas cosas para explorar. Una es si es posible, sobre los anticuerpos generados, ver contra qué parte del virus actuaron. Si hay algún tipo de patrón entre el tipo de anticuerpos y el desenlace. Esto puede aportar a los estudios de vacunas, que apuntan a la proteína S, pero eso no significa que sea el mejor esquema para generar inmunidad. La otra parte a explorar es ver entre los pacientes que se fueron de alta, el 90%, si había alguna diferencia en su respuesta inmunológica o la respuesta inflamatoria.
–¿Por qué tampoco están funcionando otros tratamientos contra el virus, más allá del corticoide dexametasona (que baja algo la mortalidad)?
–Hay dos temas. El primero, la manera en que se encararon los tratamientos no fue la adecuada. Todos empezaron con tratamiento compasivos y, en algunos casos , pasaron de in vitro a los pacientes. Se saltaron muchas etapas. Se sacaron todos los pasos previos, y hubo estudios mal diseñados, sin placebo, sin controles, que después fracasaron ante un tamiz riguroso. Y no se iniciaron suficientes estudios rigurosos. Esta información del plasma no deberíamos tenerla recién en octubre, sino que debió tenerse cuando el virus pasó fuerte primero por Europa y Estados Unidos.
–¿La esperanza es, entonces, solo la vacuna?
–La vacuna no será perfecta, sino que andará en un 50%. No va a resolver el tema como la del sarampión.No quiero ser portador de malas noticias, pero saber dónde estamos parados nos permite ir a algún lado y pensar estrategias de vacunación, así como en la prevención y el tratamiento.ß
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