Coronavirus en la Argentina: cómo es el trabajo de detective de los que rastrean a los contagiados
"Las noches son muy cortitas. No sé ni en qué día es hoy", dice Patricia Angeleri con voz cansada.
Ya van varias semanas, desde fines de febrero, de jornadas eternas para esta médica infectóloga de 51 años con un trabajo fundamental en el control del coronavirus en la ciudad de Buenos Aires. Es coordinadora del Comité de Emergencia de la ciudad y está al frente del equipo de 40 personas encargado de rastrear a los posibles contagiados y aislarlos. De este modo, intenta detener, o al menos desacelerar, la cadena de propagación de la enfermedad. Su objetivo es ganar tiempo.
Como un detective sanitario detrás de la pista de un asesino, o de un virus, la herramienta de trabajo de Angeleri son entrevistas con los pacientes a los que se les confirmó el diagnóstico de coronavirus. Su equipo entra en acción apenas se alerta al Sistema Nacional de Vigilancia de la Salud, donde todos los centros médicos informan los nuevos casos, sobre un paciente con coronavirus en la ciudad de Buenos Aires. Con 22 fallecidos y 521 afectados hasta el viernes a la tarde, la Capital Federal es el distrito más afectado de la Argentina. Lo siguen la provincia de Buenos Aires, Chaco y Santa Fe.
Lo primero que hace el equipo de Angeleri ante la aparición de un nuevo infectado es contactar a la persona y hacer un recorrido minucioso de sus movimientos en las últimas semanas. "Al principio hacíamos las entrevistas en persona, pero ahora la cantidad de casos que atendemos nos obliga a hacerlas por teléfono", explica. El objetivo de la entrevista es reconstruir el recorrido reciente del paciente para detectar otras personas que, al haber estado en contacto con él, corran riesgos de haber sido infectados. Lo que se busca es preservar su salud y también aislarlos para que no se conviertan ellos en nuevos propagadores del virus.
Mates compartidos
"Si el paciente me dice que estuvo en una reunión y compartió un mate contra otras cinco personas, tenemos que aislarlos a todos porque están claramente en riesgo de haber sido contagiados", explica.
Algunos pacientes son más abiertos que otros y eso influye en el tiempo que demanda cada una de las entrevistas y la cantidad de información que se obtiene de ellas. "Con los menos colaborativos tardamos 15 minutos y con los más, podemos extendernos hasta media hora", dice.
El resultado de esa entrevista es un listado de contactos estrechos del enfermo, que luego son gestionados por el equipo para resguardarlos. A esos contactos también los llaman y se les informa con mucho cuidado del riesgo al que están expuestos por haber tenido contacto cercano con un caso positivo de coronavirus. Si presentan síntomas de la enfermedad, tienen que llamar al 107 y seguir el protocolo establecido. Si no presentan, el pedido es que hagan 14 días de resguardo domiciliario. Lo que se busca es evitar que, si acaso se contagiaron, propaguen el virus durante su período de incubación.
Acá es donde entra en acción el equipo de Acompañamiento y Contención de Contactos Estrechos. Son unas 25 personas que trabajan de lunes a lunes, de 9 a 22, con la tarea de llamar dos veces por día a cada una de esas personas en el listado. Al momento, son unas 800 personas, pero la lista se amplía a medida que aparecen casos nuevos.
Acompañamiento
La primera parte de la conversación se utiliza para chequear que no hayan desarrollado los síntomas de la enfermedad. Luego, se les recuerdan las medidas de prevención: mantener el resguardo en el domicilio y el distanciamiento si conviven con familiares, no compartir platos, ni vasos y lavar con agua y lavandina. Pero también hay una dimensión anímica en el acompañamiento.
"Es fundamental que no se depriman y que mantengan las medidas de sanidad", dice Julio Delgado, que está a cargo del equipo de seguimiento.
Es fundamental que no se depriman y que mantengan las medidas de sanidad
Siempre es la misma persona del equipo la que llama, con lo que se genera un vínculo afectivo fundamental para el trabajo. Si hace falta, se ocupan de proveer de alimentos, o remedios, a las personas en resguardo. También de compartir un rato de conversación cotidiana. "Hacemos una escucha activa y muchas veces terminamos hablando de las series que están mirando, o de cómo hacen para entretenerse", explica Delgado.
El equipo es multidisciplinario e incluye médicos y también psicólogos. Los propios integrantes hacen del grupo de trabajo cada tanto un parate para escucharse y tratar de compartir la experiencia, que muchas veces resulta perturbadora.
"Nadie es el mismo después de atravesar algo así", explica Angeleri, que ya tuvo un experiencia con el brote de hantavirus en Epuyen, Chubut, en la primavera de 2018. Entonces, como directora nacional de Epidemiología, estuvo en el equipo que decidió aislar a la localidad. "Fue, a mucho menor escala, lo que hicieron en Wuhan para controlar el coronavirus", dice.
Aquello, explica Angeleri, resultó un entrenamiento para esta pandemia que, según sus propias palabras "recién empieza".
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