Coronavirus en la Argentina. Buenos Aires no corre: crónica de un sábado libre de runners
"Se está respetando la cuarentena, no veo cambios respecto de las últimas semanas. Hoy hay un poquito más de gente comprando, porque es sábado. Pero en la calle no hay nadie", compara Manuel Biscay, de 39 años, que trabaja en la caja de un supermercado ubicado sobre la avenida Forest, en el barrio de Chacarita, corazón de la ciudad de Buenos Aires.
Tal vez ellos, los que trabajan en los supermercados, sean unas de las voces más autorizadas para evaluar el cumplimiento del aislamiento social obligatorio y el nivel de cuidado que tiene la gente para evitar el contagio del nuevo coronavirus. "La gente se está cuidando mucho, mantiene la distancia, viene con barbijo. Las personas no se están relajando, se lo toman todos muy seriamente", agrega Biscay.
"Vamos a seguir igual en los grandes centros urbanos. Pero vamos a entrar en una etapa de cuarentena administrada. Vamos a focalizar actividades o lugares donde la cuarentena pueda ser liberada", expresó el presidente de la Nación, Alberto Fernández, el viernes a la noche. Entre esas nuevas excepciones se analiza permitir la salida a la calle de personas discapacitadas con un acompañante, siempre manteniéndose en las cercanías del lugar en el que vivan.
Si bien aún estos cambios no entraron en vigencia, el apuro por descomprimir las tensiones dentro del hogar llevaron a María y a su hijo, Emilio, que tiene síndrome de Down, a tomar las palabras del presidente como un hecho y salir a dar una vuelta por los bosques de Palermo. Viven a pocas cuadras.
"Es la primera vez que salimos. En un momento, como ya habíamos pasado tanto tiempo dentro de la casa, Emilio empezó a pensar que él tenía un virus y que por eso no salíamos", contó María, mientras su hijo trepaba un árbol de poca altura, probablemente impulsado por una sensación de libertad que hace mucho no sentía.
Más que una película, la ciudad devuelve la sensación de ser una fotografía: todo está quieto.
Mientras LA NACION conversaba con la mujer, unos policías se acercaron al lugar para preguntar por qué estaban fuera de sus casas. Los oficiales le explicaron que aún no está permitido que salgan a pasear por las inmediaciones de su casa. Le indicaron que, para la próxima, deberán llevar una pechera azul, la señal para identificarse como una persona discapacitada y su acompañante.
Mientras tanto, los bosques estaban absolutamente despojados del público que usualmente los visita. Uno de los cambios que se están evaluando es que las personas puedan salir a hacer actividad física. Ver ese circuito -que miles usan habitualmente para hacer deporte- sin ni una persona indica que el acatamiento sigue siendo muy alto y que las palabras del presidente, al revés de lo que se especuló después de su comentario de anoche, en este caso no generaron confusión.
Los bordes de la avenida Figueroa Alcorta a la altura de la Facultad de Derecho, que también suele ser un circuito de running, también estaban totalmente vacío. Al fin de cuentas, era como mirar una foto, nada se movía. La postal que se instaló en la ciudad hace más de tres semanas.
Más postales de un sábado extraño en la ciudad
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