Coronavirus en la Argentina. Balcones vacíos: ¿por qué dejaron de escucharse los aplausos en la ciudad?
La escena se repite en todos los barrios de la ciudad. Son las 21. Los balcones están vacíos.Donde antes había aplausos y gritos de aliento, ahora hay silencio. Solo quedan la oscuridad y el frío de las noches otoñales."Acá ya ni siquiera aplauden", se lamentan muchos vecinos. En otros barrios, todavía se escuchan algunas palmas, aunque débiles, aisladas y lejanas. Duran apenas unos segundos.
A diferencia de lo que ocurría al comienzo del aislamiento obligatorio para frenar la propagación del coronavirus, los aplausos masivos para reconocer a los trabajadores de la salud ya casi no se escuchan. El desgaste y el cansancio después de más de 70 días de encierro, la cuarentena convertida en una rutina que ya perdió su aspecto novedoso y el efecto contagio propio de los fenómenos masivos son algunos de los factores que explican por qué se apagaron los aplausos.
"Acá ya no escucho a nadie aplaudir. Al principio se aplaudía un montón. Yo me he sumado un par de veces, como para demostrar mi apoyo. La transición hasta dejar de aplaudir fue muy de a poquito. El día que se extendió la cuarentena [el sábado 23], ni siquiera hubo aplausos. Hubo cacerolazos", apuntó Yanina Carracedo, de 25 años, vecina del barrio de Recoleta. "La pandemia y la cuarentena se volvieron algo más rutinario. Ya es algo más normal. La gente se hartó, y creo que por eso dejaron de aplaudir", agregó.
Federico Woaknin, de 26 años, vive en un departamento de Almagro. También cree que el ocaso de los aplausos es consecuencia del desgaste emocional que genera la cuarentena. "Antes salían muchos a aplaudir. Ahora poco y nada. Supongo que ya perdió el impacto, el romanticismo. Y que todos estamos hartos y con la moral por el piso. No nos bancamos a nada ni a nadie. Queremos que se termine esto ya", señaló.
Agustín Fernández, vecino de Palermo, de 29 años, comparte el diagnóstico. Al comienzo de la cuarentena salió un par de veces a aplaudir, y ahora hace ya mucho tiempo que no lo hace. "La gente dejó de aplaudir por una cuestión de ánimo, de motivación, y de cansancio. En un principio la gente estaba más motivada. Se perdió esa magia, ese romanticismo que tenía la cuarentena", observó.
"Acá incluso alguien ponía la grabación del Himno Nacional y la gente lo cantaba, además de aplaudir. Primero dejó de sonar el himno y desde hace unos diez días ni siquiera se aplaude", describió María Castro, de 45 años, vecina de Villa Urquiza.
Rutina poco novedosa
Para los especialistas, la cuarentena convertida en una rutina poco novedosa, junto con un cierto matiz de desesperanza, es una de las razones del fin de los aplausos. "Los procesos imaginarios se van agotando y se va perdiendo la novedad. Se está generando una desesperanza. En Paraguay la gente está saliendo, en Uruguay lo mismo. Y acá hay una sensación de que hicimos todos un esfuerzo enorme y aún así la cosa está peor", explicó Harry Campos Cervera, médico psiquiatra y especialista en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Sin embargo, el ocaso de los aplausos no implica que la sociedad le haya retirado el apoyo a los médicos. "Al principio había apoyo y participación porque era una situación novedosa. El fin de los aplausos no tiene que ver con que la gente no preste apoyo a los médicos. Con la repetición constante de algo, llega un punto en que se extingue. El efecto sorpresa termina siendo hábito y al ser hábito, se va perdiendo la motivación. Incluso el personal de salud dijo que no quería aplausos, por lo cual el motivo de los aplausos quedó desdibujado", agregó Solange Rodríguez Espínola, psicóloga social del Observatorio de la Deuda Social de la UCA.
Así le ocurrió a Florencia Pascual, quien vive en un edificio de Belgrano y tiene 25 años. "Los primeros días de cuarentena acá salía toda la gente a los balcones a aplaudir. Incluso se gritaban de un balcón a otro. Había un clima de fiesta que se fue rompiendo, por la situación económica y sanitaria más que nada, el destrato a los médicos y las condiciones precarias en las que atienden. Ellos mismos pidieron que no los aplaudieran más. Yo al principio salía a aplaudir, y ahora ni siquiera salgo al balcón. Ya está implícitamente pactado que nadie aplaude. La gente se hartó. Igualmente, sigo valorando el trabajo de los médicos", explicó.
La falta de acompañamiento del resto de los vecinos también es otro motivo para dejar de aplaudir. "Hay una lógica de la participación en masa, que si los demás no lo hacen, entonces yo tampoco lo hago. Influye que haya una multitud que no acompaña", agregó Rodríguez Espínola.
"Hubo un declive progresivo y sostenido. Ya hace unos cinco días que se escucha un eco bajito y lejano. Creo que se dejó de aplaudir por un efecto contagio, como un efecto de masa", coincidió Violeta Laurenti, de 39 años, que vive en un departamento de Belgrano.
Motivos políticos
Pero también influyen otros factores, como la mezcla del reconocimiento a los médicos con otros aplausos vinculados a motivos políticos. "Los aplausos se fueron solapando con otras protestas políticas. Ya no se sabe si se aplaude por el manejo político de la cuarentena, por los médicos o por el encierro. Cuando el mismo recurso es usado para distintas cosas, pierde su eficacia", sumó Campos Cervera.
Es lo que percibió Santiago del Val, un vecino de Mataderos de 29 años. "No aplaude nadie hace rato ya. Los aplausos habrán durado como tres semanas o un mes. Cuando se politizaron y cuando los médicos salieron a protestar por falta de insumos, la gente paró de aplaudir. Capaz también colaboró el hecho de que por ahora en la Argentina no se vive el desastre que hubo en los hospitales de otros países", explicó del Val.
Los expertos apuntan que una situación de crisis extrema puede funcionar como un aglutinante. "En Europa hubo una verdadera situación desastrosa y de muerte en manos de un enemigo imparable. El coronavirus tuvo un efecto aglutinante y unificador. Fue la unión por el espanto. Eso acá no ocurrió", observó Juan Pinetta, psicólogo a cargo del departamento de psicoanálisis y sociedad de APA. "En un principio los aplausos tenían un efecto tranquilizador. Respondían a una necesidad de contención, de dar sentido, de continente emocional frente a una angustia compartida", consideró.
Para muchos tenían incluso un efecto conmovedor. "El día que escuchamos que la gente empezaba a aplaudir nos emocionamos, se nos caían las lágrimas. Fue muy emocionante. Lentamente y con el pasar de los días, en el barrio los aplausos mermaron y de un día para el otro, sin que nadie se diera cuenta, ya no sonaban el himno, ni los aplausos, ni los gritos de aliento", concluyó Nicolás, de 36 años, quien vive en Coghlan junto a su novia.
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