Coronavirus en la Argentina: Bajan los casos, pero advierten sobre el riesgo de una segunda ola
Mientras las cifras oficiales de la pandemia describen un descenso de la curva de contagios, las provincias empiezan a relevar la capacidad instalada para cuando esté disponible la vacuna para Covid-19 y se espera la definición de más medidas para seguir conviviendo con el virus más cerca de las Fiestas de fin de año y el verano. ¿Será que el riesgo ya pasó? ¿O hay posibilidad de una segunda ola, como la del hemisferio Norte, si se relajan demasiado las medidas de prevención y se insiste en que la vacunación es cuestión de días?
"Le tengo mucho miedo al verano", dijo hace una semana el propio titular del Ministerio de Salud nacional, Ginés González García, durante una entrevista en el canal TN. "No me gusta atemorizar a nadie, pero cuidado. El riesgo existe", continuó el funcionario, que evitó pronunciarse sobre un potencial rebrote. "Ahí no me animaría a decir", indicó.
Los datos que a diario difunde su cartera en los reportes nocturnos ubican el pico de casos en el país a mediados del mes pasado. De acuerdo con los informes de prensa, sucedió en la semana del 19 de octubre, con el valor más alto de 18.326 nuevos positivos el miércoles 21 de octubre. En cambio, los registros organizados por la fecha de los diagnósticos que monitorea LNData, ubica el punto máximo de la curva una semana antes, entre el 14 y el 16 de octubre: el viernes 16 hubo 18.768 nuevos positivos incorporados al sistema nacional de vigilancia epidemiológica.
Ese fue el valor más alto desde marzo pasado, cuando se notificó el primer caso de Covid-19 en el país. Desde el 14 de este mes, se están cargando menos del 10.000 casos positivos por día. El viernes pasado, al día siguiente de la masiva convocatoria y los desbordes en la Plaza de Mayo y alrededores por la muerte de Diego Maradona, el presidente Alberto Fernández anunció medidas para esta nueva etapa de distanciamiento social que rige en el país (excepto en Bariloche y Puerto Deseado) por la pandemia hasta el 20 del mes que viene, a días de las celebraciones de fin de año.
En ese mensaje, el mandatario afirmó que los nuevos casos de Covid-19 en el país disminuyeron un 30% en los últimos 15 días, a la vez que, a partir de lo que está sucediendo en el hemisferio norte, dijo que "es muy posible que América Latina y la Argentina deban enfrentar una segunda ola cuando el otoño se inicie".
Evitarlo es "el gran desafío que tiene la Argentina", definió hace un mes Eduardo López, jefe del Departamento de Medicina del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez e integrante del comité asesor nacional para Covid-19. "Es el verdadero desafío", insiste, ahora, en diálogo con LA NACION.
"El país no llegó de ninguna manera a tener inmunidad de rebaño con los casos acumulados. El estudio de seroprevalencia que hizo la ciudad de Buenos Aires está indicando un 15% y es la segunda jurisdicción con mayor cantidad de casos. Esto quiere decir que se infectó una minoría, por lo que hay población que es susceptible", describe López.
Y agrega que la clave para evitar una segunda ola está en cómo será el comportamiento social durante el verano; de lo contrario, ocurrirá lo de Europa. "Será una hipoteca que se pagará a mediados de otoño e invierno", anticipa el especialista.
"Probablemente, a final de este año lleguemos con un 20-25% de la población total real que estuvo expuesta al virus. Aunque esto no proporciona un efecto rebaño, es un factor que puede reducir el riesgo de tener un rebrote como el del hemisferio norte", opina Adolfo Rubinstein, epidemiólogo y exministro de Salud nacional. "Es inexorable que haya una segunda ola por ciertas razones: se está viendo una mayor preferencia estacional desde el punto biológico del virus y, como ocurre en Europa luego del verano, las bajas temperaturas hacen que la gente se confine en lugares cerrados y con poca ventilación."
Las proyecciones que conoce indican que habrá una segunda ola, más probablemente cerca de abril o mayo del año que viene, ya con la campaña de vacunación en marcha y de manera independiente de la fecha de inicio.
"Tuvimos una meseta de contagios muy prolongada, con un alto número de casos durante muchos meses que empezó en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y, luego, pasó al resto del país. Por esto, probablemente, haya una cantidad de población que estuvo en contacto con el virus que sea entre seis y 10 veces mayor que la que indican los casos confirmados por PCR", agrega el exfuncionario.
Es eso lo que, a la vez, considera un factor que podría reducir la virulencia de un futuro rebrote. "La segunda ola en el país tendería a ser más suave que la primera acá y en Europa."
Un modelo argentino
En silencio, pero con la misma velocidad que se iban dando los debates sobre la utilidad de los aislamientos sociales más o menos estrictos, el uso del barbijo o la apertura de las escuelas y la vuelta a la normalidad en el mundo, dos argentinos especializados en modelos y análisis de datos diseñaron y ajustaron un modelo para estimar el impacto de las medidas de aislamiento.
El mes pasado, el trabajo del licenciado en ciencias de la computación Federico Lois y el ingeniero en electrónica e informática Levan Djaparidze se publicó como preimpresión en el sitio medRxiv y está a la espera de revisión. Ellos adaptaron un modelo epidemiológico tradicional (SEIRS) para refinar las estimaciones y facilitar las decisiones a las autoridades sanitarias. El modelo que plantean considera que hay dos poblaciones bien diferenciadas de acuerdo con el riesgo de que la infección pueda ser fatal: son, principalmente, los mayores de 60, el grupo de mayor riesgo, y los menores de 60, sanos y con muy bajo riesgo.
"Logramos anticipar las olas europeas, incluida la de Suecia. Ahora que están más avanzadas, se puede observar que nuestras estimaciones para Europa fueron precisas y hechas con mucha antelación. El comportamiento del virus en el AMBA también fue anticipado por nuestro modelo", comenta Djaparidze.
Sobre la Argentina, ante la consulta de LA NACION, ambos responden que, en el área metropolitana que comparten la ciudad y el conurbano bonaerense, la probabilidad de una segunda ola es muy baja.
"Nuestra proyección para el AMBA indica que una gran parte de la población ya estuvo expuesta al virus y debido a la gran cantidad de asintomáticos y los síntomas inespecíficos la mayoría ni siquiera se enteró –indica Lois–. Incluso sin información serológica que nos permita hacer una estimación más precisa, no hay muchos escenarios que permitan una segunda ola".
Sus proyecciones son para áreas metropolitanas. El AMBA lo consideran como unidad.
Con respecto al resto de la Argentina, coinciden en que cada localidad está en una situación epidemiológica distinta y que, dadas las políticas sanitarias implementadas, "existiría la probabilidad de ver segundas olas en localidades que no hay suficiente inmunidad".
Minimizar los decesos
Gran parte del trabajo de Djaparidze y Lois fue encontrar las condiciones de aislamiento que se deberían dar para minimizar la mortalidad final, la consecuencia grave a prevenir, si la vacuna no llegara a tiempo. Reducir la mortalidad, también baja la carga sanitaria, lo que a la vez reduce el riesgo de que se sature el sistema sanitario.
Recalcan sí un punto fundamental. "Cuando se logra suprimir una epidemia sin llegar a inmunidad comunitaria, hay que entender que nos arriesgamos a aumentar la cantidad final de muertes con el virus, que es lo que les está pasando a España, Inglaterra y Francia y otros países europeos" indican. Y agregan: "Eso podría evitarse con políticas sanitarias para minimizar la mortalidad, lo que es el resultado central de nuestro trabajo. Y la más efectiva para la etapa epidemiológica de la Argentina es eliminar todo tipo de restricciones de movilidad a los menores de 60 sanos".
Desde hace varias semanas, especialistas consultados sobre el posible curso de la pandemia insisten en no repetir errores ya cometidos ni la historia europea con un relajamiento de las medidas de autocuidado en los próximos meses.
También, coinciden en la necesidad de sostener y ampliar los testeos, el rastreo y el aislamiento para no perder reflejos en detectar y bloquear a tiempo focos de contagio o brotes. "Es la única manera de seguir detectando el virus que continuará circulando. Va a disminuir el número de casos en el país, pero los casos no van a desaparecer durante el verano", agrega López.
Para Rubinstein, la caída de los casos en el país "se acentuará en la primera quincena de diciembre, con cifras modestas. Pero no se puede bajar la guardia porque habrá contagios. Hay que insistir en medidas como el uso barbijo y que la población evite las aglomeraciones y los encuentros en ambientes cerrados y mal ventilados. La vacuna comenzará a morigerar el impacto de Covid-19, pero, para eso, habrá que esperar meses".
La intensidad que vaya a tener la campaña de vacunación en el país, junto con la eficacia que vayan a tener las dosis que se aprueben, serán factores a tener en cuenta. Pero, las vacunas "no evitarán un segundo brote", sostiene López. Esto es porque, inicialmente, estarán destinadas a alrededor de un tercio de la población (mayores de 60 y trabajadores esenciales).
"Por un lado, el comportamiento social, en cuanto a no descuidarse durante el verano, es fundamental en adelante porque el virus no se va a eliminar, sino que seguirá circulando. Y, por otro lado, está la responsabilidad de reforzar la estrategia de testeo y rastreo: tendríamos que estar por encima de los 60.000 testeos por día", finaliza el infectólogo.
Fatiga social
El país no será la excepción de un rebrote que "seguramente" ocurrirá en la región, según observa Luis Manuel López, doctor en salud pública de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala e investigador del Centro de Investigaciones de Ciencias de la Salud de la misma universidad.
En diálogo telefónico con LA NACION, señala que eso traerá medidas de restricción de la movilidad, como se están implementando en Europa en este momento. "Si en América latina las medidas restrictivas no son superiores a las del primer momento de la pandemia, serán muy semejantes", opina López, que sigue el curso regional de la pandemia.
Afirma, además, que la mayor evidencia que está aportando la región es la efectividad del uso de las medidas de autocuidado: usar barbijo social, mantener el distanciamiento, lavarse las manos con frecuencia y evitar las reuniones en lugares cerrados o los eventos masivos. "Si hay algo con lo que hay que prepararse para un segundo brote es con esas medidas a través de seguir generando conciencia desde la comunicación y la búsqueda de los núcleos de población donde no hayan mostrado tanta eficacia para poder reforzar su cumplimiento. En esto deberían los gobiernos hacer mucho hincapié. La vacuna podría generar la idea de que resolverá todo. Pero, para eso, falta mucho tiempo todavía", sostiene el especialista en salud pública.
Y llama la atención sobre un factor de riesgo en la comunidad: "Hay una fatiga social de adaptación a las medidas de control de la pandemia y, en todos los paises de región, ese será un detonante de una segunda ola, que puede tener efectos mayores que la primera, sobre todo en las ciudades densamente pobladas. En nuestra cultura, esa fatiga tiene que ver con las costumbres, como la tradición de las celebraciones sociales", define el investigador.
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