Coronavirus en la Argentina. ¿Bailar solo? Las impensadas reglas que la pandemia le impone al tango
No existe en el mundo del tango una palabra que se use para decir que alguien baila solo. "Es imposible, sin el otro, no existimos", dice Ana Bocutti, que en su vida anterior tenía todos los viernes reservados para la milonga. Pero desde hace algún tiempo, en el ambiente tanguero se está instalando el término "solapa" o "tango solapa", para describir a quien baila sin compañero. Solapa, por solo. Y también por oculto, porque es triste bailar solo. Lo único que le queda a los tangueros que pasan su aislamiento sin su pareja de baile.
"No nos queda otra. El tango es una forma de vida y a nosotros nos cortaron las alas. Hay veces que escucho un tango, estoy en el sillón y me tengo que parar y ponerme a bailar, aunque esté solo. Porque los tangueros si no bailamos, nos bailamos encima", describe Omar Viola, organizador de la milonga Parakultural, una de las más grandes de Buenos Aires, que está cerrada desde mediados de marzo.
¿Bailar el tango solos? ¿Bailar por Zoom? ¿Bailar con barbijo, con guantes y con la milonga a medio llenar? El mundo del tango llora el aislamiento social y ya está empezando a imaginarse un regreso sin abrazos, donde no se pueda cambiar de pareja en la milonga, donde se baile con distancia social o sólo, con un referí que les pite a los que rompan las nuevas reglas. En Buenos Aires hay más de 200 milongas que dejaron de funcionar en marzo y que están imaginando cómo será volver a bailar cuando se pueda. Un futuro muy lejano, imaginan. Mientras tanto, se juntan a bailar cada uno en su casa por Zoom, y con tal de sentir ese perfume a tango, muchos se animan a ese karma de bailar solos. Yira Yira, por ejemplo, otra de las más elegidas en tiempos precuarentena, organiza una milonga virtual un viernes al mes.
"Los que están con su pareja, bailan. Y los que están solos, se adaptan. Mucha gente se quedó sin bailar y esto es una manera de seguir bailando. El tango bailado de a uno solo no tiene futuro. Pero si sos un fanático o un adicto, como somos los que bailamos, entre no hacer nada y la milonga, esta es una manera de mantenerse en contacto con el tango y su ambiente social", cuenta Héctor Villar, creador de "Hoy, milonga", un sitio que ofrece una guía de milongas de Buenos Aires. y hoy coloca en primera plana las clases virtuales. Allí, se pueden conocer a los distintos profesores, su estilo, su técnica y contactarse para comenzar con clases.
"Hay mucha gente que había pensado hacerlo alguna vez y ahora es una gran oportunidad. Hay mucho interés y más trabajo que antes. Los extranjeros que querían tomar clase, la están tomando desde su país de origen", dice Villar.
Porque los profesores de tango salieron, como todos, al rebusque. Y algunos están teniendo más alumnos que en otras épocas. Y allí el tango, se aprende a bailar solo, o con un compañero imaginario.
"Nunca se baila solo. En todo caso, estamos deseando e imaginando ese encuentro con otro que nos falta y tanto extrañamos", dice Oscar García, que es profesor de tango y todos los días tiene alumnos que desde la computadora llegan al living de su departamento en Caballito. Cuando dan las 12, la clase de Oscar comienza. El ambiente despejado sirve de escenario. Sus alumnos lo observan y repiten. Se expanden por sus propios livings, imaginando pasitos cortos, ochos y caídas de miradas.
"Para los nuevos es un juego con el cuerpo. Hay mucha gente sola en la casa. Y acercarse a una danza como el tango les permite salir del encierro. Hay algunos movimientos muy sencillos que se pueden hacer sin saber mucho. Bailar te hace crecer las endorfinas. Por más que estés solo, te cambia el día", dice Oscar.
Clases virtuales
Para los que no bailan es todo un descubrimiento. Para los que ya bailan, las clases virtuales son una oportunidad para ir puliendo su técnica. El propio Oscar y su novia toman clases a distancia. "Y después practicamos toda la semana", dice, sabiéndose un afortunado por tener a su compañera de pistas en casa.
Karen Alcaraz es otra de las docentes que se adaptaron a las clases virtuales. Las suyas son para mañaneros. Los jueves, a las 9, coordina un grupo que incluye desde una alumna que está en Japón, hasta una señora que se conecta desde el trabajo y se la ve en los Zoom con uniforme de alguna oficina de atención al público. Ella es, al menos en la clase virtual, sólo una oyente.
¿Cómo será volver? Omar Viola, de Parakultural, se lo imagina como un futuro lejano. "Hace unos días entré al salón donde hacíamos la milonga. Todavía había cosas del último viernes que abrimos en marzo", cuenta. Todavía no había empezado la cuarentena cuando decidieron cerrar. Intentaron tomar medidas, como el alcohol gel, la distancia social. Pero fue muy difícil. El abrazo, las risas, los besos son parte misma del espíritu de la milonga.
"No había caso. Lo intentamos una noche y nos dimos cuenta que era muy difícil. Va a ser duro volver con nuevas reglas. Me imagino que vamos a poder bailar con la milonga al 20%, con barbijos, que no vamos a poder cambiar de pareja y hasta que va a haber un referí o un guardavidas que con un silbato va a estar controlando que nadie invada el espacio del otro. Un embole, pero no va a quedar otra", dice Viola.
"Si esas son las reglas las vamos a aceptar. Porque es muy fuerte lo que se siente al bailar", agrega.
"Al principio, estábamos todos negados a hacer algo virtual, porque lo que caracteriza a la milonga es el abrazo", dice Ana Bocutti, una de las organizadoras de la milonga Yira Yira, que después de aguantarse las ganas, abrió una versión virtual de los encuentros. "Susana, una organizadora amiga hizo una. Esa noche, yo no bailé, pero me encontré con otros y fue tan lindo. Entonces decidimos llamarlo ‘Perfume de milonga’, porque no es una milonga, pero te hace recordar", cuenta Ana.
En los encuentros, algunos bailan, otros tocan un instrumento. Alguno recita y otro manda mensajes con carteles, la modalidad virtual del cabeceo. "Estamos unas tres horas, hacemos entrevistas, nos divertimos. Y por supuesto, cuando empieza la música, los que están con compañero bailan juntos y los que están juntos se levantan y bailan solos", dice Ana.
Como Sofía Deluchi, su hija, que no tiene problemas en imaginarse un compañero y darle vida a ese tango que le atraviesa el cuerpo. "Es algo que nunca nos imaginamos que iba a pasar. Pero el tango nos sigue sorprendiendo y sigue vivo", dice Ana.
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