Coronavirus en la Argentina: "Ahora no viene nadie", el drama de los comerciantes de la avenida Corrientes
En la esquina de avenida Corrientes y Suipacha, el tiempo parece haberse detenido. De un lado de la calle, sobre las puertas doradas del teatro Gran Rex, descansan, intactos, los afiches de una temporada teatral que nunca ocurrió: "El lago de los cisnes, 30 de abril", "Casi perfectas, 25 de abril", "Pat Metheny, 14 de marzo". La lista sigue del otro lado de la avenida, sobre la fachada del teatro Ópera, y a unos metros, en las entradas de El Nacional y del Maipo. Alrededor de esas salas, en los otros locales comerciales de la avenida todo parece haber cambiado de manera radical. De hecho, a una cuadra de esa esquina, en una reconocida pizzería ya no hay muebles y su ventana principal está tapada con chapas.
Algo parecido hicieron un kiosco, una cafetería y un local de ropa de la misma cuadra. Antes de la cuarentena, el tramo de la avenida Corrientes que va desde Callao hasta Puerto Madero combinaba la vida diurna empresarial con otra nocturna y teatral, ambas con una importante cuota gastronómica y turística. Ahora que la mayoría de los oficinistas trabajan de manera remota y que los espectáculos están restringidos, según pudo comprobar LA NACIÓN, alrededor de un 50 por ciento de los locales de la zona se encuentran con sus persianas bajas, cerrados de manera definitiva o temporal.
"Yo abro unas horas con la esperanza de que se acerque alguien. Si veo que no pasa nadie, cierro. No tiene sentido venir si no te compran", dice Alberto Rodríguez, vendedor de un local de zapatos de la avenida, a través de la persiana semiabierta del local. Rodríguez es amigo del dueño del comercio y lo ayuda a mantenerlo abierto, porque está desempleado. Quienes trabajaban como vendedores en la zapatería fueron despedidos unas semanas después del comienzo del aislamiento. "Para que el local pueda sobrevivir", justifica. Sobre la persiana cuelga un cartel que promociona los envíos a domicilio, la nueva forma de reinventarse que el dueño de la zapatería vio como alternativa para apaciguar el impacto económico, pero no reciben ningún pedido.
Según Jorge Tapia, vendedor de una ferretería y pinturería de la misma cuadra, el negocio –a pesar de estar permitido– se mantuvo cerrado durante los primeros dos meses por decisión del dueño. "Dijo que le salía más caro mantenerlo abierto que cerrado –comenta –. Esta no es una zona residencial. No hay muchos vecinos. Antes, nos compraban los oficinistas. Ahora, como trabajan desde sus casas, no viene nadie". Solían vender un aproximado de 25 potes de pintura por día. Hoy, afirma Tapia, venden dos.
Para Gustavo Luraschi, presidente de la Asociación Amigos de la Calle Corrientes y dueño de una farmacia de la avenida, todos los locales –esenciales o no– se encuentran en una situación "extremadamente delicada". Y agrega: "Los dueños de algunas pizzerías de la avenida nos comunicaron a fines de junio que sus ventas mensuales de delivery y take away equivalieron a lo que facturaban normalmente en una noche de sábado".
Uno de ellos, dueño de una de las pizzerías más emblemáticas de la zona, –que pidió no ser identificado–, comentó: "Solíamos abrir hasta las dos de la mañana. Teníamos el negocio repleto de día, por el microcentro, y de noche, por los teatros. Ahora, nada. Hacemos un poco de take away al mediodía, pero no sé cuánto tiempo más vamos a poder aguantar así", dice mientras atiende a las dos personas que esperan sus pedidos afuera de la puerta, tapada con una mesa.
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