Corina Fiorillo: la risa que rebota en la parrilla de luces
Semblanza de una una directora cómplice, que da las garantías para un salto al vacío; mujer de teatro, tiene valores nobles que contagia aun debajo del escenario
Agradezco la posibilidad de tener un espacio para referirme a Corina Fiorillo y, con ella, a los valores que busco en el teatro y en la vida.
La pasión intacta y desenfrenada, una capacidad de trabajo envidiable que nace del puro deseo y de una humilde curiosidad tan contagiosa.
Lejos de transformarse en tensión, esa intensidad se comunica desde lo lúdico, el amor generoso de quien valora a las personas. Una invitación al placer de perderse y descubrir. Sin violencias ni egos mal encajados. Una comprensión profunda del milagro de una vocación intacta y en permanente expansión.
Un temple armonioso que comprende realmente a las dificultades como parte cotidiana de nuestro hacer, que no se pelea con el error, que no se ahoga en el miedo. Y que permite crear un ámbito de confianza y libertad creadora donde uno se puede zambullir sin prevenciones.
Alguien que se permite dudar, afirmar, corregir, escuchar, convencer, valorar, explicar, modificar, incluir, descubrir. Y disfrutar cada paso.
De la raza todoterreno que pone al teatro por encima de su ego;busca en cada texto lo que el texto pide, y en cada actor la esencia de su talento, y en cada espacio los rincones más fértiles. Con los ojos abiertos y el deseo de jugar con todo.
Personalmente, llevaba ocho años sin actuar y extrañaba intensamente ese rol; parece que en la mesa de algún bar lo deje caer, a ver si ese anzuelo picaba en el destino. Corina llegó un día con un texto bajo el brazo y una seguridad contra viento y marea que me hacía dudar entre estar frente a un ser superior o una inconsciente. O las dos cosas.
No pudo haber una mejor manera de volver a meterme en el universo de los ensayos y reencuentro con una parte de mí que hacía tiempo no visitaba. Con un director como cómplice que espera lo mejor de vos, que aleja los límites, que espera tus tiempos, que mira con amor. Habría que ser muy terco para no saltar al vacío en esas condiciones.
Sin ambiciones, sin expectativas. Por el puro deseo de encontrarse a hacer lo que nos gusta con un texto maravillosamente inabarcable.
Celebro con todo mi alma que se le reconozca el trayecto a alguien así. Que se le den todos los premios del mundo porque en ella se reconoce a los obreros que construyen teatro sin parar. Y porque doy fe que a la mañana siguiente de celebrar estará ensayando una obra en un teatro grande o pequeño, oficial, comercial o independiente. Estará tomando mate y llevando facturas. Se escuchará su risa rebotando en la parrilla de luces, militando la alegría como una bandera consciente para aportarle al mundo.
Agradezco este espacio donde hablar de Corina y donde agradecerle por todo lo aprendido, lo contagiado, lo compartido. Ahora me voy a Timbre 4 a ver su ensayo de Tebas Land. Porque no podría ser de otra manera.
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