“Copio, pego, reordeno”. Por qué se cree que el ChatGPT es el nuevo Rincón del Vago
Los alumnos confían sus trabajos a la inteligencia artificial, pero los expertos abogan por permitir su uso con condiciones en vez de prohibirla, como un recurso que obligue a profundizar el análisis crítico
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MADRID.- La inteligencia artificial (IA) es el nuevo Rincón del Vago, la web de intercambio de apuntes y trabajos estudiantiles nacida en Salamanca hace 25 años y que se convirtió en un enorme éxito. Las nuevas aplicaciones, más sofisticadas en sus entrañas, pero más simples en su uso, se han generalizado en las aulas. Enma Linares, de 17 años y estudiante del último curso de Bachillerato, casi no recuerda la última vez que culminó un trabajo rebuscando entre documentación. “Hago una pregunta general y, después, algunas más concretas para diferenciarme de otros compañeros, que recurren también al ChatGPT [una de las plataformas más populares junto a Bing, Bard o Llama]. Copio, pego, reordeno, le doy algún toque personal y ya está. El último trabajo, sobre Hernán Cortés, me llevó media hora”, relata. La Unesco ha reconocido que la inteligencia artificial es una herramienta de enorme potencial con riesgos y desafíos, una dualidad que comparte la comunidad educativa.
Copiar y pegar no es una práctica nueva en el ámbito académico. Adrián González, ahora profesor de Enma Linares, recuerda que, durante la carrera, un compañero que sabía que uno de los docentes, obseso de los trabajos de extensiones enormes que después leía por encima, no sabía inglés. Así que él recurría a algún libro en este idioma sobre el tema y lo traducía, incluyendo las referencias.
“Yo, ahora, me adelanto a mis alumnos y también planteo el tema a las aplicaciones para saber de antemano qué me van a presentar. Pero el trabajo termina en clase. Sobre Hernán Cortés, ChatGPT habla de domino, colonización, explotación y de consecuencias devastadoras para los pueblos indígenas. Afirma que ‘el legado de Cortés es complejo y las opiniones sobre él son muy variadas’. Esa complejidad es lo que trabajamos en clase y es lo que al final me importa”, comenta el docente.
El pasado diciembre, el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles, bloqueó ChatGPT en el wifi de los centros y en los ordenadores públicos. Le siguió Nueva York mientras el Imperial College de Londres y la Universidad de Cambridge advirtieron a los estudiantes contra el uso de ChatGPT para hacer trampa en los trabajos.
“Si bien la herramienta puede proporcionar respuestas rápidas y fáciles a las preguntas, no desarrolla habilidades de pensamiento crítico y resolución de problemas, que son esenciales para el éxito académico y en la vida”, justificó Jenna Lyle, del Departamento de Educación de la Ciudad de Nueva York, tras la prohibición.
Prohibición inútil
Pero los alumnos lo han seguido usando en sus dispositivos personales. A los pocos meses, la mayoría de las autoridades educativas admitió que la prohibición era inútil y rectificó.
James Basham, investigador de la Universidad de Kansas, junto a un equipo de educadores, ha elaborado un estudio sobre el potencial de la inteligencia artificial en la educación y concluye que “la prohibición no es la respuesta”.
“La IA debe considerarse como una herramienta que potencialmente puede beneficiar a los estudiantes, especialmente a aquellos con menos capacidades”, afirma. Pero también admite: “El proceso de escritura es complejo y la inteligencia artificial puede hacerlo, rápida y bastante bien. Naturalmente, algunos estudiantes han usado eso para evitar el trabajo escolar”.
Basham prefiere centrarse en los beneficios para los alumnos con dificultades para expresarse por escrito: “La inteligencia artificial puede ayudar con eso. Así que tenemos que pensar en qué preguntas debemos hacer o en qué problemas pensar”.
Educadores, alumnos y familias
El estudio, claramente contrario a su prohibición, insta a los educadores a “pensar en qué quieren que los estudiantes aprendan y cómo la tecnología puede ayudar a ese proceso”. “Los estudiantes”, continúa el estudio, “necesitan aprender cómo y dónde encontrar información válida, así como a discernir la información verdadera de la falsa, pensar críticamente y evaluar los temas para evitar la desinformación. Los educadores también deben evitar la trampa de evaluar con demasiada rigidez las habilidades para escribir. Los padres también tienen un papel que desempeñar”.
Los autores equiparan la inteligencia artificial con otras herramientas ya comunes, como ordenadores, tabletas, teléfonos inteligentes y otras tecnologías. “Esas herramientas no están prohibidas en las aulas. Del mismo modo, aunque tecnologías como ChatGPT podrían usarse para engañar o reducir la carga de trabajo de los estudiantes, también podrían ser un recurso”, reflexiona.
“La tecnología es un experimento social. Podemos usarlo de manera efectiva o ineficaz. Pero el sistema educativo necesita ponerse al frente y descubrir cómo usar esta tecnología en particular para promover el desarrollo humano. Lo que necesitamos no es tener miedo al cambio, sino centrarnos en el pensamiento crítico y la resolución de problemas, enseñar a los estudiantes a hacerlo, ya sea con inteligencia artificial o sin ella. Necesitamos reflexionar no sobre el día de hoy, sobre cómo cambiará nuestras vidas, sino sobre lo que significa para el futuro”, concluye Basham.
El estudio coincide con las líneas de la Unesco. “Nos acercamos a una época en que la inteligencia artificial transformará todos los aspectos de nuestras vidas. Debemos orientar esta revolución en la dirección correcta”, advierte Stefania Giannini, subdirectora general de Educación de la organización mundial durante la última Conferencia Internacional sobre Inteligencia Artificial y Educación.
Jorge Calvo, profesor experto en tecnología premiado por la Fundación BBVA, va más lejos y afirma que la inteligencia artificial es claramente una herramienta de ayuda en el proceso de aprendizaje y en la gestión de los centros. Pero, además, en su opinión, es importante enseñar al alumnado cómo funcionan los lenguajes de programación, qué son los algoritmos o el machine learning (aprendizaje automático).
“Es necesario que se familiaricen desde pequeños con estas tecnologías, con el proceso mediante el cual una máquina puede hacer proyecciones a partir de los datos que se le suministren. Es lo que se van a encontrar cuando salgan del colegio”, explica Calvo en una información difundida por BBVA.
Herramientas
El Media Lab del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts por sus siglas en inglés), cuenta con un sitio web para compartir recursos en línea que los estudiantes de primaria y secundaria pueden usar para aprender sobre inteligencia artificial. IBM ha creado la plataforma MachineLearningforKids y Code, una organización sin ánimo de lucro, difunde contenido formativo para que profesores y alumnos aprendan a programar.
En España, la Escuela de Pensamiento Computacional e Inteligencia Artificial (EPCIA), del Ministerio de Educación, ofrece recursos con información procede de INTEF, Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado.
Emiliano Blasco Doñamayor, vicerrector de Planificación Estratégica y Cultura Digital de CEU San Pablo, asegura que, desde la irrupción de inteligencia artificial, “la universidad está esforzándose para integrar esta herramienta en el proceso de aprendizaje”. “No se trata de un uso meramente instrumental. Trabajamos para que nuestros alumnos y profesores sepan trabajar con ella de forma ética y correcta, conociendo sus ventajas y límites, pero haciendo también hincapié en lo necesario que es conocer su funcionamiento y cómo poder sacar el mayor rendimiento posible de esta herramienta para poder obtener información veraz, de calidad que permita el crecimiento académico”.
Para ello, como relataba el profesor Adrián González, aboga por combinar la “aproximación teórica”, para la que las aplicaciones pueden aportar información, con la “reflexión crítica” que permita no sólo valorar los datos obtenidos, sino también relacionarlos con el objeto del trabajo.
También incorporan formación sobre inteligencia artificial en sí, sobre su funcionamiento y uso. “El futuro se dividirá entre aquellos profesionales que entiendan y manejen en mayor o menor media la IA y aquellos que no”, afirma Blasco.
El vicerrector admite que uno de los grandes retos es el sesgo en los algoritmos, en la programación de la IA. Y recuerda una sentencia dictada hace tres años por el Tribunal de Distrito de La Haya en la que se consideró discriminatorio un sistema algorítmico (SyRI) que utilizaba Hacienda y la Seguridad Social de Holanda para evaluar el riesgo de fraude.
Blasco descarta que estas herramientas sustituyan la docencia, aunque les reconoce su potencial para la formación, por ejemplo, de las plantillas de corporaciones. También en la gestión interna docente, como las aplicaciones para identificar situaciones de estrés o riesgo del alumnado y que permiten actuar de forma específica o las que alivian la carga burocrática.
Pero insiste en que, en la docencia, “la interacción humana no va a desaparecer”. “No debe. Es la base de la sociedad en la que vivimos y la única forma de mantener la esencia del ser humano”, asegura.
Raúl Limón
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