Los adolescentes esperan ese momento con gran expectativa mientras que los adultos lo suelen vivir con enorme temor por posibles excesos; las preguntas clave que, según los expertos, hay que hacerse para habilitar, o no, la experiencia
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El verano pasado, Benjamín vivió por primera vez la experiencia de vacaciones en grupo con amigos. Ellos solos, sin padres ni ningún adulto. La madre del joven de 19 años, de Ingeniero Maschwitz, no pudo evitar ponerle un protector solar en el bolso. ”Se lo mandé porque es blanquísimo. Pero el filtro volvió intacto y él, más blanco. Claro, si iban a las 5 de la tarde a la playa”, relata risueña.
Las primeras vacaciones de los hijos “solos” generan sensaciones completamente encontradas: los adolescentes las esperan con enorme expectativa con la ilusión de libertad adulta. Los padres temen por su seguridad y por cómo se comportarán lejos de casa. Para todos, dicen los especialistas, definitivamente se trata de un momento movilizante.
Las principales inmobiliarias de Pinamar no tienen dudas respecto a la conducta de los adolescentes en veraneo: ninguna alquila propiedades a grupos de jóvenes. “Nunca lo hacemos, no nos podemos hacer cargo de los desmanes que puedan ocasionar”, afirma un conocido operador. Según cuenta, muchos edificios de esa localidad balnearia fueron sumando cláusulas en el reglamento de copropiedad que permiten multar a los dueños que alquilen su unidad a adolescentes. Por eso, ellos tienden a ir a casas un poco más alejadas del centro.
“Se aceptan jóvenes y mascotas”, dice el anuncio de una casa en Ostende para ocho personas que los pone en igualdad de condiciones. Tiene habitaciones con cuchetas y un solo baño. Quienes alquilan a adolescentes casi siempre son dueños directos. Son excepciones.
La hermana mayor de Benjamín había salido de vacaciones hacia Villa Gesell con sus amigas por primera vez un año antes. Ambos alquilaron casas recomendadas a través de conocidos, pero tuvieron distinta suerte. A Julieta y sus amigas entraron a robarles una noche que salieron a bailar. Los delincuentes hasta se tomaron una sidra que tenían en la heladera y dejaron la botella vacía sobre la mesa a modo de saludo. Las chicas habían ahorrado con muchísimo esfuerzo para el veraneo y tuvieron que regresar antes de lo planeado.
“Los miedos son los mismos de siempre: que les pase algo, que los afanen o choquen en la ruta”, señala Karina, madre de ambos. También aparece la preocupación por los excesos. Recuerda que casi se muere cuando vio el baúl del auto de Benjamín repleto de alcohol. “Más allá de las botellas, el resto de las provisiones eran fideos y mayonesa. El pan y las hamburguesas lo compraban allá. Esa fue toda la alimentación para la estadía”, cuenta.
Guillermo Thomas, Jefe de la Sección de Psicología Clínica del Servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano, plantea que si bien una persona es considerada adulta legalmente a partir de los 18 años, lo cierto es que muy pocos tienen a esa edad el grado de madurez suficiente para ser considerados como tales. “La adolescencia se ha prolongado algunos años más de los 18 convencionales, tanto es así, que algunos hablan de la etapa entre los 18 y los 25 años como la adultescencia”, explica.
El especialista señala que los miedos de los padres se suelen basar en riesgos reales o imaginarios. Los “peligros” giran en torno a ser agentes o víctimas de situaciones como peleas, agresiones físicas o sexuales, vandalismo, hechos de inseguridad, estafas de inquilinos o agentes inmobiliarios, accidentes y abuso de alcohol o drogas, por citar las más mencionadas.
“Claramente, se trata de un desafío para padres e hijos el salir de la zona de confort para entrar en la zona de aprendizaje: aceptar que sin error no hay aprendizaje y si se espera tener todo bajo control para afrontar desafíos... no se aprenderá nada”, dice.
El 15 de enero próximo Martina, una joven de 18 años de zona sur, partirá rumbo a sus primeras vacaciones con amigas. Sus padres la llevan hasta Pinamar y ahí se encuentra con cuatro compañeras. Con ayuda de una madre y mediante un conocido, lograron alquilar un departamento cerca de la zona de boliches. Les hicieron una excepción, porque por norma no suelen aceptar jóvenes de 18 a 21 años. Si bien todas manejan y tienen autos a disposición, por decisión de los padres ninguna estará allá cerca de un volante durante el veraneo.
“Confío plenamente en ella porque es muy responsable”, dice Leonardo Fuentes, su papá. “Por supuesto que me da algo de nervios que esté bien y lo pueda pasar tranquila, sin ningún inconveniente. Pero le tengo más miedo al entorno: los robos, la violencia o incluso las drogas y abusos en grupo. Aunque son las mismas cosas que me preocupan en casa”, expresa.
Martina no estará tan lejos de los suyos después de todo: el resto de la familia se ubicará en Costa Esmeralda, un barrio cerrado cercano a Pinamar. “Como para estar en zona por si surge cualquier emergencia”, dice su madre.
¿Hasta dónde involucrarse como padres?
“Una de las cosas que las madres y los padres tenemos que pensar cuando nuestro hijo está por encarar sus primeras vacaciones solo o con amigos es si está preparado, porque no es una obviedad que eso suceda a los 17 o 18 años. Por lo tanto, como siempre ante cada nuevo permiso o situación que habilitamos como papás, tenemos que hacernos esa pregunta”, plantea Marisa Russomando, licenciada en Psicología y especialista en maternidad, crianza y familia.
Eso significa evaluar qué grado de responsabilidad puede tener sobre sí mismo y con el resto del mundo, y si va a poder respetar las normas en una edad en la que la transgresión puede ser una tentación.
Luego conviene analizar cómo será la convivencia con amigos: si es un grupo que va a facilitar los buenos momentos o si se pueden prever conflictos entre los integrantes. También pensar si podrán hacer frente a las cuestiones cotidianas.
Movilizante para todos
Ileana Berman, psicóloga y especialista en crianza, señala que las primeras vacaciones de los adolescentes solos son movilizantes para toda la familia porque representan la concreción de la salida exogámica. De pronto se da una convivencia íntima por fuera de la familia, que es esperable y sana, pero que afecta particularmente a los padres.
“En mi consultorio veo de todo: padres que lo viven de una forma más liviana y otros tal vez muy apegados a los que la salida exogámica les cuesta en todo sentido. Luego están los que confían en lo que invirtieron a lo largo de los años: saben que su hijo se va a autorregular, sueltan y están más tranquilos”, describe.
Thomas considera que las reacciones y actitudes de padres y madres se pueden clasificar en distintos grupos. Los negligentes son aquellos indiferentes, que no se involucran, cercanos a la falta de responsabilidad o abandono. Luego están los que denomina “permisivos cool/progres”, con perfiles inmaduros, a quienes les preocupa más su autoconcepto que el cuidado del otro. Temen ser catalogados como represivos o antiguos y son una variante light de la categoría anterior.
Los controladores pueden ser restrictivos y autoritarios cuando buscan imponer su poder y se sobreinvolucran. En el caso de hijos que viajan solos por primera vez, si los habilitan a transitar esa experiencia, se entrometen en exceso, anulando la responsabilidad de los chicos.
Por último, los responsables son los que acompañan a crecer y cuidan al mismo tiempo, permiten la libertad y fomentan la responsabilidad de sus hijos.
Para el especialista, no se trata de categorías excluyentes, sino de tendencias que pueden presentarse sucesiva o simultáneamente en una misma persona o pareja parental.
El hijo de 18 años de Patricia, una abogada porteña de 45 años, partirá con sus amigos rumbo a Mar del Plata. Aunque en rigor viajará sin ellos: como la madre le tiene terror a los micros y a la ruta 2, los padres lo alcanzarán hasta el destino. Se quedarán un fin de semana en la costa y lo buscarán cuando sea el momento de regresar.
Llevarlos y traerlos, conocer la casa o el departamento que habitarán o alquilar en cercanías de los hijos son algunas opciones que tranquilizan a los adultos. Los chicos suelen aceptar esas condiciones si son el pasaporte al veraneo esperado.
“Llegamos a las 7 de la mañana rotos sin dormir y mi mamá me escribe por WhastApp, ´buen día’, como si me estuviera levantando”, cuenta Tomás entre risas. En total, son cuatro varones y diez chicas de Santa Fe que llegaron a principios de enero a Pinamar. “Hay mucha mugre y comemos cualquier cosa, a veces merendamos con fernet”, confiesa Juan Cruz. “Yo ayer almorcé churros, lo importante es comer barato”, remata una de las jóvenes.
Pedro Garmendia es de Rosario y asegura que es una gran experiencia compartir las vacaciones con sus amigos, todos de entre 17 y 18 años. “Es un cambio, tenemos que hacer las cosas de la casa, pero es copado. Mi papás no están tan encima, son bastante piolas”, señala.
Y los padres, ¿qué hacemos?
Por un lado, los padres tienen que confrontar con el hecho de que sus hijos crecieron. Por el otro, las parejas deben reconfigurar qué harán ellos en su veraneo.
“Puede ser que sean las primeras vacaciones en las que queden solos, con todo lo que implica eso para una pareja de papás -plantea Russomando-. Para algunos es una buena noticia y tendrán muchas ganas de disfrutar ese tiempo en pareja, para otros será una gran novedad y ahí verán cómo les va. Pero en algunos casos, es definitivamente una mala noticia: los hijos a veces cubren un montón de espacios e incluso hacen que algunas parejas sigan funcionando sin preguntarse mucho cómo están. Todo esto puede aparecer frente a la posibilidad de que ese hijo que distrae, se corra”.
Algunas preguntas sobre nuestros hijos
El licenciado Thomas propone una serie de disparadores para optar por posturas responsables respecto a las vacaciones:
- Respecto al adolescente. ¿Conozco a mi hijo? ¿Confío en sus recursos y fortalezas? ¿Él o ella conocen sus vulnerabilidades? ¿Sabe evitar riesgos y pedir ayuda? ¿Cómo se desenvuelve en una situación de riesgo? ¿Cómo está nuestra comunicación con él/ella?
- Respecto a su entorno. ¿Conozco el grupo acompañante? ¿Cómo ha sido el funcionamiento grupal en salidas anteriores?
- Respecto al destino. ¿Cuáles son las características del lugar al que va? ¿Qué apoyos tiene y qué riesgos hay?
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