Control de deserción y 190 días de clase: cuáles son las propuestas que impulsa el referente de educación de Patricia Bullrich
“Es más útil abrir un diálogo que imponer un conjunto de decisiones a capa y espada”, dice Fabio Quetglas; plantea un pacto con las familias, las empresas y los sindicatos
- 11 minutos de lectura'
“Es evidente que esta metodología de conflictividad no ha funcionado. Entonces, quizás la construcción de un consenso por reformas que dignifiquen la educación termina siendo más útil para todos los actores que una pelea”, plantea Fabio Quetglas, el elegido por Patricia Bullrich como referente en Educación a la hora de plantear sus equipos de gobierno.
Quetglas se graduó como abogado en la Universidad de Buenos Aires (UBA), es magíster en Gestión de Ciudades por la Universidad de Barcelona y en Desarrollo Local por la Universidad de Bolonia. Fue investigador del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec ). Actualmente, además de diputado nacional por Buenos Aires (UCR), es director de la Maestría en Ciudades de la UBA.
Quetglas remarca que “la visión que quieren transmitir” es la necesidad de poner la educación en el centro de la agenda pública. En ese sentido, propone un proyecto de ley para declarar la educación como esencial, un plan de formación docente, el cumplimiento de 190 días de clases y un programa de alfabetización. Cree posible un “pacto por la educación” que incluya a todos los actores: familias, empresas y sindicatos.
“El equipo quiere hacer una reforma profunda que es una verdadera epopeya, porque es mover a toda la sociedad hacia la educación y, en ese sentido, es más útil abrir un diálogo con una visión donde la educación tiene esta relevancia que imponer un conjunto de decisiones a capa y espada”, plantea.
—¿Qué implica que la educación sea esencial?
—El derecho administrativo argentino establece restricciones a los servicios públicos con la condición esencial, como la guardia médica o los servicios de seguridad, limita la posibilidad de quienes son parte del servicio de tener huelgas. Quizás se puede pensar en dejar habilitados algunos mecanismos de protesta o por un día, eso se va a instrumentar, pero lo importante es que así como no sostener una guardia hospitalaria pone en riesgo la vida de una persona, no sostener el servicio educativo también establece una serie de riesgos, con la única diferencia que no lo verificamos inmediatamente.
—Lo intentaron hacer en la ciudad con el subte y los gremios estaban en contra.
—Esta es nuestra visión y los gremios tienen su visión. Y, justamente, el pluralismo consiste en eso, en que convivan en una sociedad visiones. Nosotros lo vamos a poder llevar adelante si una mayoría social nos vota en las elecciones, si una mayoría de legisladores construyen esto como ley y si después la Corte determina que esta ley no viola garantías constitucionales. No creo que esto sea una solución mágica, pero lo que sí creemos es que la Argentina tiene que establecer puntos fundacionales de una nueva visión de la educación en la cual no es un hecho optativo, entre otras cosas porque los chicos aprenden algo y para poder consolidarlo precisan de la rutina.
La visión de este equipo que acompaña a Patricia [Bullrich] tiene que ver con que esa epopeya cotidiana que los argentinos hacemos para que nuestros jóvenes estén en la escuelas requiere que todos pongamos algo. Nosotros simbólicamente queremos decir: las escuelas no se cierran. Vamos a trabajar para que sean mejores, para que los docentes trabajen en mejores condiciones, vamos a tener un canal muy abierto de diálogo porque cualquier transformación que hagamos es con los docentes. Ellos son los actores centrales de esta dinámica. Queremos crear un plan nacional de capacitación docente en servicio para que se capaciten todos los años. El eje central de nuestra política va a ser la calidad.
—Pero en la práctica, ¿qué se puede hacer con el conflicto permanente que hay con los gremios?
—Tenemos 24 jurisdicciones y no todas son homogéneamente conflictivas. Quizás tengamos que aprender de aquellas que han logrado tener tasas de conflictividad que podríamos llamar aceptables. Yo soy un defensor en todos los órdenes de la vida del diálogo y creo que esta visión hay que compartirla con las familias, las empresas y los sindicatos, porque la idea de que hay que poner la educación en el centro de la conversación pública nacional no es teórica. Si uno tiene una visión clara y sabe qué instrumentos construir para jerarquizar el rol docente se los tiene que presentar a los sindicatos docentes y, quizás, podamos llegar a un pacto por la educación.
—¿Cuáles serían esos elementos a construir?
—Por ejemplo, sobre la carrera hay mucho para trabajar, sobre las reformas normativas estatutarias también. Es evidente que la conflictividad es parte del problema y hay un problema que excede la conflictividad y es que la Argentina es un país que se empobreció, se estancó, ha sufrido una ciclicidad económica muy dura y muy adversa. Hay que poner todo eso en conversación. Hace 20 años que cada vez que tienen un problema paran y han sacrificado un montón de días. Pero eso no funcionó. Si en vez de probar con el conflicto, ¿probamos con el acuerdo, los chicos en clase, la gente volviendo a valorar de manera creciente a la educación pública? Si lo único que sabemos hacer es pelearnos, funcionarios, gremialistas y familias tenemos que reaprender. Yo respeto a todos los actores del sistema y todos los actores tienen mucho para dar, pero la obligación es que la escuela eduque lo mejor posible a los chicos. Tenemos que construir un entorno institucional que dignifique la tarea de enseñar.
—¿Cómo se logra en un contexto con salarios bajos por un lado y por otro teniendo en cuenta los indicadores donde dos de cada tres chicos son pobres?
—Se hace trabajando todos los días, teniendo criterio. Obviamente que nos gustaría que los docentes ganen más, pero si la Argentina no resuelve su equilibrio general macroeconómico, los docentes van a ganar cada día menos por la inflación. Tenemos que inscribir un programa de educación en el marco de un programa de gobierno que tiene que tener como una prioridad muy clara la estabilización macro en defensa de los salarios. Que la Argentina funcione bien económicamente tiene impacto decisivo en la educación, en la medida que la economía mejore hay que asignar más recursos.
—¿Qué porcentaje del PBI se debería destinar para educación?
—Primero, la Argentina tiene que empezar a hacer crecer su PBI, porque sino podemos tener mucho como porcentaje de un PBI que se derrumba. Nosotros establecimos, y después no se cumplió, pero rigidizamos la lógica presupuestaria estableciendo la meta del 6%. En los años en que arañamos el 6% se veía que había obras de infraestructura escolar, la conflictividad tendía a bajar, entonces pareciera ser que ese umbral, si en algún momento lo podemos conseguir, le permite el sistema funcionar razonablemente.
Pero la Argentina tiene que hacer algo con la formación para la innovación. El mundo educativo, no sólo el sistema educativo que tenemos, tiene mucho que hacer en relación al futuro. Si nosotros nos proponemos que la gente adulta tenga capacidad y flexibilidad para ingresar a un nuevo rol laboral, que los jóvenes adultos tengan una segunda oportunidad formativa, que las personas a las que antes se llamaba de tercera edad tengan alguna oportunidad formativa, todo eso que nos hace una mejor sociedad implica una inversión enorme de recursos. Si la Argentina pacifica su sistema educativo y se proyecta, esta agenda tiene que expresarse porque es una agenda de educación de futuro pero no en término tecnológicos nada más. Uno de los problemas que tiene la educación argentina es que pareciera no educar para el hoy.
—¿Hicieron algún tipo de auditoría o diagnóstico sobre cómo está el sistema y cuáles serían los primeros puntos en los que trabajar?
—Tenemos esa información. El Ministerio de Educación de la Nación tiene una capacidad limitada para auditar el sistema educativo. Vamos a promover como un eje la cultura de medir, empezando por medir a los funcionarios. La eficiencia en el gasto o la calidad de la supervisión en términos estratégicos es una responsabilidad de los funcionarios. Hay que crear una cultura con la idea de que no hay forma de mejorar si no medimos. Gobernar un sistema tan descentralizado, complejo y asediado se tiene que hacer con una carta de navegación lo más precisa posible. Si no construimos ese tejido de información, vamos a gestionar en base a prejuicios y no vamos a estar funcionando bien y aparte la legitimidad de la decisión nunca es la misma cuando te apoyás en una información bien construida, es el dato que enriquece el diálogo.
—Pero entonces, ¿cuáles serían esos puntos?
—Vamos a tener un programa reformista. Voy a trabajar con mis colegas del Consejo Federal [de Educación] y los voy a ayudar. Hay que mover al sistema educativo desde los incentivos positivos hacia los lugares que queremos que vayan.
—¿Cómo?
—Vamos a suponer que quisiéramos que los alumnos egresen todos en la escuela pública en condición de bilingüismo fluido. Podemos medir los resultados en lengua y premiar a las instituciones que lo hacen mejor, copiar las buenas prácticas. Definís los objetivos y ponés los recursos en función de sus objetivos. El equipo quiere hacer una reforma profunda que es una verdadera epopeya, porque es mover a toda la sociedad hacia la educación y, en ese sentido, es más útil abrir un diálogo que imponer un conjunto de decisiones a capa y espada. Queremos ir hacia la esencialidad, los 190 días de clase, la alfabetización temprana, establecer un seguimiento para detectar de manera rápida una situación de fragilidad o de abandono. Si un chico no va cinco días seguidos y no presenta un certificado médico, que alguien pueda alertar rápidamente, operar los mecanismos institucionales y sociales de los que disponemos para contener ese chico en la escuela, eso ya se aplica en Mendoza y se podría aplicar en todas las jurisdicciones.
Hay que convencerse que, así como estamos, si no hacemos nada, la educación no va a mejorar. Para que la educación mejore nos tenemos que comprometer con acciones, recursos, mirada, trabajo, esfuerzo, consensos. Es evidente que esta metodología de conflictividad no ha funcionado entonces quizá la construcción de un consenso por reformas que dignifiquen la educación termina siendo más útil para todos los actores que una pelea.
Cuando uno pone una visión y dice mover la sociedad hacia la educación estamos diciendo muchas cosas. En la Argentina hay miles de empresas que tienen aulas o espacios e invierten plata en formación de sus trabajadores, pero ¿qué pasa si nosotros lo multiplicamos por 10? Vamos a suponer que permitimos que la mitad se desgrave impositivamente porque quiero que muchas empresas formen a las personas que ingresan y sean más competentes para el trabajo que te van a proveer. Eso podría ser el eslabón que vincule las personas hoy asistidas por la ayuda social con el mundo productivo real que sin un eslabón formativo es muy difícil.
—En la plataforma mencionan una nueva carrera de formación docente en el ámbito estatal, ¿qué implica?
—Hoy hay más de 1500 centros de formación docente y una gran dispersión. Vamos a tratar, con incentivos también, de construir estándares porque los chicos de todo el país merecen tener una educación calificada y la base son docentes calificados. Algunos países tienen un solo instituto de formación, en un país federal me parece demasiado poco, pero sí que haya criterios más unificados. El centro federal de los títulos es a partir de estándares. Entonces, puede haber un compromiso compartido Estado federal-provincia para obtener un título que lo vas a poder ejercer afuera de tu provincia.
—¿A qué se refieren cuando hablan de organizar las ofertas de las escuelas de manera modular y flexible?
—Un poco más parecido al sistema de créditos universitarios, donde puedas aprender en un módulo la formación en una especificidad y la etapa dos del primero la puedas posponer o no tomarla según tus intereses, y vas completando con créditos la formación. La ventaja es el nivel de interés que tiene quien lo toma y ese es uno de los grandes problemas que tiene la educación hoy.
—¿Cómo se pueden mejorar las condiciones edilicias de las escuelas?
—Una sugerencia importante es que piensen en la descentralización. En una municipalidad grande es mucho más fácil administrar con un fondo, podés agarrar grupos de cinco escuelas y licitar el mantenimiento y abrir empresitas de siete u ocho trabajadores. Hay que desburocratizar lo más posible, la tecnología lo permite. Estaría bueno quizás en alguna provincia hacer una prueba piloto ayudado por el Estado federal y si funciona trasladarlo a las otras jurisdicciones.
Otras noticias de Educación
- 1
Buenos Aires tendrá dos nuevos medios de transporte eléctricos el año próximo; hoy no hay bancos
- 2
Las cinco carreras más estresantes, según la Universidad de Oxford
- 3
La tendencia que se instaló en la costa atlántica después de la pandemia y cada año se afianza más
- 4
Menopausia: el impacto poco admitido, pero que afecta a 7 de cada 10 mujeres, y consejos para atravesar mejor esta etapa