"¡Asesinos! ¡Asesinos!", gritaron anteayer, en las escalinatas de los tribunales de Comodoro Py, tres víctimas del contagio masivo de los virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y la hepatitis C (VHC) en la década del 80, cuando aún el mundo los desconocía y la medicina no sabía cómo identificarlos. Los gritos eran para los tres imputados que se retiraban del edificio de Retiro tras la segunda audiencia del juicio oral en una causa que comenzó hace 13 años.
Se acusa a los médicos Miguel Tezanos Pinto y Raúl Pérez Bianco, de la Fundación de la Hemofilia (FH) y exdirectores del Instituto de Investigaciones Hematológicas (Iihema) de la Academia Nacional de Medicina (ANM) y al abogado Eduardo Biedma, exintegrante del consejo de administración de la fundación, haber propagado ambos virus al prescribir, ordenar y/o aplicar entre 1979 y 1991 los concentrados antihemofílicos (que normalizan los niveles de los factores de coagulación faltantes VIII o IX en la sangre) sin el debido cuidado. La causa nombra a 32 pacientes; ocho murieron a partir de 1997.
"Se trató de una enfermedad grave que causó un contagio masivo y, en ocasiones, la muerte", había sostenido la semana pasada, en la primera audiencia, la fiscal María Alejandra Mángano, al leer el pedido de elevación a juicio oral que recayó en el Tribunal Oral Federal N° 3, a cargo del juez Fernando Machado Pelloni, con la intervención de la Fiscalía General N° 4, que dirige el fiscal Juan García Elorrio. En la segunda audiencia, participó el fiscal adjunto, Nicolás Czisik.
En el período de contagio que se investiga, Tezanos Pinto y Pérez Bianco habían sido, respectivamente, asesor médico y director médico de la FH. "No notificaron a los pacientes sobre la posibilidad de contagio", argumentó la fiscal. Por eso, según continuó, "se multiplicó el contagio a personas que mantenían relaciones habituales con ellos sin la pertinente prevención, porque los contagiados desconocían que habían sido infectados".
En la Argentina, según consta en el expediente, fueron 975 pacientes hemofílicos los que se infectaron con el VIH, el VHC o ambos virus y, en tres casos, también con el virus de la hepatitis B. Se deconoce a cuantas personas, a la vez, pudieron haber infectado sin conocer su condición. Entre los denunciantes está A. R., de 55 años y esposa de un paciente con hemofilia contagiado con VIH y VHC que murió en 2015 por cáncer. A ella, le detectaron el virus del sida en su segundo embarazo. "Fue bastante difícil. Mis tres hijos están sanos", dijo anteayer, ya en la segunda audiencia. "Nos proyectamos un futuro con hemofilia, no con estos virus."
Tres de los pacientes y familiares que representa el abogado Gonzalo Giadone fueron los primeros en declarar ante el tribunal. Los separaban pocos metros de Tezanos Pinto, Pérez Bianco y Biedma, que siguieron atentamente los testimonios, de los que surgieron más precisiones, pero también dudas, sobre los cimientos de una causa que comenzó en 2006. Fue incorporando querellantes y denunciantes contra los dos médicos que, entre 1979 y 1991, atendieron a centenares de pacientes en la ANM hasta 1985 y en la FH, en adelante. La imputación también alcanza a Biedma: sus tres hijos contrajeron el VHC y uno, también el VIH, que murió a los 29 años.
En la Argentina, según consta en el expediente, fueron 975 pacientes hemofílicos los que se infectaron con el VIH, el VHC o ambos virus y, en tres casos, también con el virus de la hepatitis B
"En la década del 70 –declaró Biedma–, aparecieron los concentrados antihemofílicos de los factores VIII y IX. Se aplicaban en los países más avanzados y nos desvivimos por conseguirlos. Los pacientes y los familiares se reunieron y empezaron a ver cómo podían acceder a esos productos. Muchos presentaron recursos de amparo y la presión fue tal que el Instituto Nacional de Obras Sociales difundió en 1977 la resolución 162 que obligó a las obras sociales a entregarles los concentrados a los pacientes con hemofilia. La medida, como suele ocurrir, no se implementó inmediatamente. Entonces, el Estado se hizo cargo del 50% de los costos del tratamiento con concentrados importados de Estados Unidos y Europa."
R.V., de 47 años, es otro de los pacientes que declaró en la audiencia. Le diagnosticaron hemofilia tipo B severa desde que nació. Su hermano mayor, con el mismo diagnóstico, murió en el Hospital César Milstein (ex Hospital Francés) hace algunos años. Ambos se coinfectaron con el VIH y el VHC. "A mi mamá le contaron que posiblemente me había contagiado con el VIH, pero no recuerdo cuándo porque era chico. El diagnóstico me lo dieron en 1992 y, hace cuatro años, el de hepatitis C", contó ante el tribunal.
Dos realidades, un hecho
En estos 13 años, los 30 cuerpos del expediente judicial acumulan también el sobreseimiento de los imputados, cuatro revocaciones de sentencia, un cambio de juzgado, el pedido de elevación a juicio oral y la oposición de la defensa de los imputados, que negaron haber descuidado a los pacientes cuando empezaron a enfermar.
Tezanos Pinto insistió, en diálogo con LA NACION, en que la ANM se anticipó con respecto al resto de los países de América latina a obtener los reactivos diagnósticos.
"Se hizo lo posible por diagnosticar lo antes posible a los pacientes contagiados en un departamento de la ACN –dijo el académico, que continúa trabajando en el Iihema–. En 1986, la FH creó los departamentos de infectología y hepatología, que funcionaban a la tarde. Los pacientes se atendían en la academia a tratarse a la mañana y, luego, los que estaban contagiados iban a la fundación para recibir el tratamiento de las infecciones. No acepto que se diga que no se hizo nada. Se hizo todo y en tiempos en que América latina nos preguntaba qué hacer."
En la región, el primer diagnóstico del VIH en un paciente con hemofilia se hizo en la ANM a finales de 1986. Fue con un método que desarrolló el biólogo Gastón Picchio, que entre 1985 y 1989, fue becario ad honorem del Servicio de Virología del Iihema de la ANM. Se trató de la inmunofluorescencia indirecta (IFI). "La disponibilidad de la IFI en la Argentina permitió comenzar a realizar estudios epidemiológicos de mayor envergadura e, importantemente, obtener resultados diagnósticos más confiables que los que se podían obtener con los ELISA de primera generación disponibles hacia mediados de 1985", escribió Picchio desde Estados Unidos, donde está trabajando, en una carta a la ANM a propósito del comienzo del juicio oral.
Y agregó: "Los métodos diagnósticos disponibles en 1985 sólo detectaban la presencia de anticuerpos contra el virus en suero o plasma. No estaban diseñados para detectar el virus en sí mismo en otros materiales como hemoderivados. No fue hasta principio de los años 90, cuando se popularizó el método de reacción en cadena de la polimerasa (PCR), que fue posible comenzar a detectar el virus en forma directa en diferentes materiales biológicos".
En las páginas del expediente parecen convivir dos realidades sobre un hecho que, con los años, llegó a los tribunales de una decena de países. Hace tres décadas, mientras el mundo empezaba a hablar de una "peste rosa" que avanzaba en la población gay y los científicos trataban de descifrarla, también aparecían casos de contagio de pacientes hemofílicos con el mismo síndrome. En Estados Unidos, se comenzó a investigar si no se diseminaría a través de las transfusiones de sangre o los tratamientos derivados de plasma sanguíneo que necesitaban los pacientes para controlar las hemorragias externas o internas altamente discapacitantes o fatales.
El VIH se identificó recién en 1984 y el VHC, en 1989. Hubo que esperar hasta 1985 para disponer de la primera versión de una técnica de detección del virus que estaba causando el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) en hombres que tenían sexo con hombres o bisexuales, pero también en los consumidores de drogas inyectables, inmigrantes haitianos en Estados Unidos y pacientes con hemofilia.
En estos 13 años, los 30 cuerpos del expediente judicial acumulan también el sobreseimiento de los imputados, cuatro revocaciones de sentencia, un cambio de juzgado, el pedido de elevación a juicio oral y la oposición de la defensa de los imputados
En el país, el test de VIH se aprobó en 1987, dos años después de que la industria farmacéutica lograra inactivar con calor el VIH de los concentrados antihemofílicos, lo que detuvo los contagios por esa vía. No así el VHC, que seguía diseminándose. De acuerdo con la FH, el 40% de los pacientes argentinos contrajo el virus de la hepatitis C hasta que se empezó a usar el test para detectarlo, recién en 1992.
En la ANM, donde funcionó el Centro de Tratamiento de la Hemofilia entre 1929 y 1985, estiman que el 18% de los pacientes que recibieron esos concentrados contaminados en el período 1981-1983 se infectó con VIH, comparado con el 61% en Estados Unidos, por ejemplo. Esos productos los proveían en el mundo cinco laboratorios extranjeros: Alpha Therapeutics, Cutter Biological y Hyland Therapeutics, de Estados Unidos; Immuno, de Austria, que luego compró Baxter Healthcare, de Estados Unidos, y Behringwerke, de Alemania.
En 2003, una investigación de The New York Times, que aparece en el expediente argentino, reveló que, entre 1984 y 1985, Cutter Biological siguió enviando a algunos países, entre los que aparecía la Argentina, stocks de un producto antihemofílico que podía contagiar el VIH a la vez que reservaba para Estados Unidos y Europa la nueva versión con el virus inactivado.
Sangre insegura
La materia prima era sangre de donantes, que no se diferían de acuerdo con los criterios de exclusión de grupos de riesgo como se hace actualmente. Los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) recién lo recomendará a las autoridades de salud pública de Estados Unidos en un borrador de marzo de 1983. Con la Fundación Nacional de la Hemofilia de ese país, los CDC lideraron entre 1982 y 1984 la investigación sobre la transmisión por la sangre del sida en chicos y adultos con hemofilia.
Los concentrados que comercializaban los laboratorios con factores de coagulación VIII y IX para el tratamiento de la hemofilia A y B estaban aprobados por las autoridades regulatorias de los países de origen y, en la Argentina, por el Instituto Nacional de Farmacología y Bromatología, que dependía del Ministerio de Salud para su importación. Los pacientes recibían el tratamiento en la ANM o en centros de salud provinciales.
La inyección de 5 ml de esos nuevos concentrados aportaban a la sangre entre 1000 y 2000 unidades del factor coagulante faltante; la transfusión de 250 ml de plasma sanguíneo, en cambio, no más de 200 unidades. Los pacientes aprendieron a autoinyectarse el concentrado del factor que necesitaban de acuerdo con su tipo de hemofilia, sin tener que viajar hasta el centro donde recibían las transfusiones o los crioprecipitados (concentrados obtenidos al centrifugar plasma sanguíneo congelado).
Giadone afirmó anteayer durante su declaración que "todos los pacientes fueron tratados en la fundación", lo que la defensa cuestionó durante la audiencia de acuerdo con las historias clínicas o los registros de atención incluidos en el expediente. Sobre el esposo de A.R., que fue el primer paciente por el que inició la demanda hace 13 años, dijo: "Me contó que en 1985 o 1986, iba a la FH y veía que los pacientes se morían, que los tenían aislados. Recién en noviembre de 1987 él recibió el diagnóstico de VIH".
Hubo 211 infecciones por el VIH y 764 por el VHC, de acuerdo con los estudios que se les hicieron a los 2031 pacientes atendidos en todos los centros del país, según informaron los imputados. Esas pruebas comenzaron en 1985 y duraron casi dos años. Se hicieron en el Servicio de Virología del Instituto de Investigaciones Hematológicas (Iihema) de la ANM con un método más confiable que la técnica de detección de anticuerpos que empezaba a comercializarse, aún con alto número de resultados falsos positivos.
Para la FH, que en 1985 recibió la autorización del Ministerio de Salud para atender a los pacientes en su actual sede de Soler al 3400, en el barrio de Palermo, las acusaciones son "agraviantes e infundadas".
A partir de 2001, el Estado Nacional otorgó por ley tres compensaciones a las víctimas del contagio entre 1979 y 1985, en el caso del VIH, y hasta 1991, en el del VHC. La primera, de 2001, dispuso la entrega de $2 millones a la FH para distribuir entre los infectados como resarcimiento porque en el país no existía el test para "advertir la presencia del VIH como prevención del contagio", argumentó el Ministerio de Salud de la Nación.
Dos años después, se les otorgó una pensión mensual complementaria de alrededor de $20.000 (valor actual) a los pacientes con hemofilia que adquirieron el VIH a través de los hemoderivados utilizados en el país en el período 1979-1985. En 2013, se amplió esa pensión a los pacientes infectados con el VHC: "Corresponde al Estado atender la situación creada entre los años 1979 y 1991, período en el que no se había introducido en el país el test que permite detectar la presencia del VHC", se fundamentó.
En primera persona: "No todos recibíamos el tratamiento porque eso dependía de las obras sociales"
Unos 40 de los 211 pacientes contagiados con el VIH, entre los que hubo coinfectados con el VHC, siguen en tratamiento en la Fundación de la Hemofilia (FH). Uno de ellos aceptó hablar con LA NACION, que se comprometió a no revelar su nombre. A los 50 años, vive con su esposa e hijo en Buenos Aires. "Hoy, estoy curado de la hepatitis C y hace 20 años que tengo carga viral negativa para el VIH", contó.
Le diagnosticaron hemofilia A severa cuando tenía 1 año en el Hospital de Clínicas. "El tratamiento, en ese momento, era la transfusión de sangre fresca o de crioprecipitados–recordó–. Las primeras transfusiones las recibí en el hospital y, cuando me derivaron a la ANM, seguí recibiéndolas hasta principios de los 80, cuando se empezaron a comercializar los concentrados. Pero no todos recibíamos el tratamiento nuevo porque eso dependía de las obras sociales que tenía cada uno tenía. Es costoso y, en ese momento, tener cobertura facilitaba el acceso a los concentrados del factor que necesitábamos."
También, recuerda que recibió la noticia sobre un posible contagio en la FH, con su madre. El diagnóstico se confirmó entre 1985 y 1986. "Primero nos dijeron que me podría haber contagiado con un virus, que podía ser de hepatitis o VIH y que me tenía que hacer el estudio de detección. Me sacaron una muestra de sangre en la ANM. Recuerdo pacientes en mi misma situación con cada familia", agregó.
-¿Cómo era decidir qué tratamiento usar con la posibilidad de infectarse?
Oponerse a recibir el concentrado era un riesgo que, a la vez, suponía asumir otro: morir por un sangrado intracraneal o alguna otra complicación grave. Era optar por el mejor mal. Conocíamos qué era la hemofilia, y el tratamiento disponible, que nos había cambiado la vida, era ése. Sabíamos que había gente infectada que podía morir, pero, también, que podía seguir viva, como yo. No me arrepiento de la decisión que tomamos con mi familia de seguir recibiendo el tratamiento.
-¿Se enteraron enseguida del riesgo de contagio?
Al principio, cuando accedimos a los concentrados, no existía la certeza de que fuera un virus lo que causaba enfermedad, si era el concentrado o si el contagio había sido con las transfusiones. Era un dilema que había que resolver: continuar o suspender el tratamiento. Pero jamás me obligaron a usarlo, los médicos que me atendían siempre me dieron la opción.
-¿Hizo algún reclamo judicial por el contagio?
No estoy de acuerdo en demandar ni a los médicos que trabajaban en la Academia Nacional de Medicina y la FH o a la FH porque considero que actuaron responsablemente. Mientras no sabían qué pasaba, no tenían otra opción para tratar una enfermedad que nos hacía correr peligro de vida. Y cuando se supo que podría haber contagios con los concentrados, nos advirtieron los riesgos y hablaron con nosotros sobre cómo seguir.
Una trágica historia mundial
En 2008 y 2014, la Fundación Mundial de la Hemofilia relevó en 100 países, a través de sus federaciones locales, las infecciones adquiridas durante el contagio masivo de 1979-1991. Estos son algunos de los datos que difundió:
Mundo:
De 137.352 pacientes con hemofilia A y B, 9611 se infectaron con el VIH y 26.819 con el VHC
Estados Unidos:
De 15.575 pacientes, 1095 se contagiaron con el VIH y 6046 con el VHC
Brasil:
De 8721 pacientes, 379 contrajeron el VIH y 2165 el VHC
Inglaterra
De 6061 pacientes, a 360 se les diagnosticó la infección con el VIH y a 2538 con el VHC
Alemania
De 5127 pacientes, 436 se infectaron con el VIH y 3000 con el VHC
Francia
De 4026 pacientes, 418 contrajeron el VIH y 1510 el VHC
Canadá
De 3156 pacientes, 213 se contagiaron con el VIH y 881 con el VHC
Argentina
De 2031 pacientes, a 211 se les diagnosticó la infección con el VIH y a 764 con el VHC
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