Contabilizar la banalidad, muy lejos de la realidad
Los célebres 180 días de clases surgen de la ley 25.864, aprobada con entusiasmo por nuestros representantes en 2003. Eran épocas en las que se aplaudía como gran política educativa la repartija de libros en canchas de fútbol. ¿Recuerdan? La ley está muy alejada de la realidad escolar: medio día de clases equivale a un día de clases y para la pérdida completa de días habla de "compensar" y no de "recuperar". Además, la falta de consecuencias en caso de incumplimiento le da un carácter meramente cosmético, declarativo. Nunca se cumplieron los 180 días de clases aun cuando no ocurrieran paros docentes, porque ya desde los calendarios escolares provinciales se fijan menos jornadas, lo que se corrobora, contando días. En inicial y primaria el máximo son 175/178 días y en secundaria, 165/170 días.
Un día de clases es un tesoro, especialmente para los más pobres, Pero la exaltación hueca de los 180 días como gran tema educativo es la contabilidad de la banalidad y no resiste el menor análisis técnico. El número 180 vale si la organización de los tiempos y ritmos escolares es inteligente; ahí sí el déficit de la política educativa es enorme:
1) Previsión: si los gobiernos estipulan que un ciclo lectivo es de 180 días, que organicen un calendario escolar con 180 días reales, no con menos.
2) Continuidad: en un ciclo lectivo típico suele haber más semanas de 3 o 4 días que semanas de 5 días de clases, y esto debe revertirse. Las clases no deben estar permanentemente interrumpidas por feriados, asuetos, jornadas docentes, mesas de exámenes, etc.
3) Reducción del ausentismo: una investigación de Ayelén Borgatti, de la Universidad Di Tella, mostró que el promedio de días reales de clases en secundario de la escuela pública es de 140 y en privada, de 157. Esto se da por la ausencia de profesores y de alumnos. Ausencias de docentes muchas veces determinadas por las mismas autoridades.
4) Racionalidad: en casos de pérdida significativa de días de clases (5% o más) por paros, problemas edilicios, climáticos, epidemias, ausentismo, etc., habría que contemplar la recuperación. Pero el cálculo debería hacerse por escuela y/o por curso, y no en una provincia entera.
5) Proyecto: ¿para qué queremos muchos días de clases si no hay un verdadero proyecto escuela?
Como se ve, hay mucho por hacer. Y los cambios traen mejoras inmediatas. ¡Empecemos!
El autor es profesor de la UTDT y fue ministro de Educación porteño
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