Consignas del #NiUnaMenos en la marcha por el crimen de Camila
JUNÍN.- Cientos de vecinos marcharon anoche en el centro de esta ciudad para pedir justicia por el femicidio de Camila Borda, la chica de 11 años que había salido a comprar cigarrillos a la vuelta de su casa, en el periférico barrio de Ricardo Rojas, y que fue violada y estrangulada, según revelan los indicios recogidos hasta ahora en la causa, por José Carlos Varela, un parquero que cuidaba la casaquinta donde ocurrió el crimen, anteayer al mediodía.
La marcha, encabezada por la madre de la víctima y su pareja, comenzó pasadas las 20 en la plaza principal, frente a la municipalidad, y recorrió las calles más importantes de la ciudad. Las mujeres dominaban la escena. Muchas llevaban a chicos pequeños de la mano, en cochecitos o en brazos. Aunque el pedido de justicia era unánime, los manifestantes tenían opiniones muy divergentes en cuanto a cómo conseguirla. Unas jóvenes repetían las consignas de #NiUnaMenos; algunas, más radicalizadas, la "muerte al macho", y otras, la "pena de muerte" para el violador y asesino de Camila.
"Vengo como mujer. Pienso que estos espacios son para encontrarnos y que es urgente cuidarnos y protegernos. Tenemos que empezar a visibilizar la situación a la que nos exponemos las mujeres. Esto pasa todo el tiempo; tenemos que hacer una red y concientizarnos de que es importante cuidarnos y que tenemos que matar al macho (no al hombre)", dijo a LA NACION la musicoterapeuta Francina, que fue a la marcha acompañada por sus amigas Silvina (psicóloga) y Valeria (trabajadora social). "Estoy acá porque tengo miedo por mí, por mis hermanas, por mis primas, porque esto le puede pasar a cualquiera. Me puso muy mal esta noticia. Por más que no la haya conocido a Camila, a cualquiera le toca el corazón la injusticia. Quiero poner mi granito de arena para que cambien las cosas", afirmó, más moderada, Yamila, estudiante de contaduría.
Los manifestantes aplaudían mientras caminaban en silencio. La madre de Camila se descompuso a los pocos metros de andar, pero se repuso pasados unos minutos. Carlos Alberto Burgos, en el frente de la marcha, se presentó como "amigo del abuelo" de la chica y criticó la presunta "inacción" del fiscal Sergio Terrón, a pesar de que el caso quedó prácticamente resuelto en cuestión de horas. Según Burgos, el problema no es la policía -cuestionada en las últimas semanas-, sino "el sistema judicial de Junín, que es penoso".
No hubo cánticos, salvo al final de la marcha, cuando un puñado de exaltados insultó al intendente Pablo Petrecca, de Cambiemos, y reclamó su renuncia. No pasó sofocones el muy discreto operativo policial montado para evitar disturbios como los del día anterior, cuando fue incendiado un patrullero y allegados a la víctima intentaron linchar a Varela una vez que fue detenido.
Vecinos
Camila Borda y José Carlos Varela vivían a pocos metros uno del otro en Ricardo Rojas, un barrio muy pobre situado a cuatro kilómetros del centro de la ciudad. La precaria casa que Camila compartía con su madre, su padrastro y sus ocho hermanos y hermanastros queda a unos 30 metros en diagonal de la entrada de la casaquinta que cuidaba Varela. La calle es de tierra y cuando pasa un patrullero unos chicos se burlan de las abolladuras que le quedaron tras los incidentes de la víspera.
El padrastro de camila, Guillermo Modesti, albañil en la zona, dijo a LA NACION que alguna vez charló con Varela, pero que no lo conocía demasiado. Su mujer permanecía dentro de la vivienda, descansando, pero sin poder salir de la pesadilla.
A las 11.30 del domingo, la chica había ido en bicicleta a comprar cigarrillos a la despensa Mía, a 50 metros de la entrada de la casaquinta, que ahora cuenta con custodia policial. Era un trayecto que solía realizar habitualmente.
En la despensa la atendió Milagros, hija de los dueños, de 17 años, con la que solía hablar de cosas de chicas. Dejó la bicicleta enfrente y compró un Marlboro Box con 100 pesos. Salió de la despensa con 35 pesos de vuelto que se puso en un bolsillo de su pantalón negro, subió a la bicicleta y salió para su casa, pero nunca llegó.
"Como Camila no llegaba a la casa, vino una hermana y después la madre, muy nerviosa. Cuando se llenó de policías me enteré de lo que había pasado. Yo no lo creía, porque había venido hacía un rato", contó.
Rubén Rojo, jefe de policía de la Región Norte, se trasladó a Junín por el crimen. Afirma que, según su intuición, el homicida debe de haber engañado a Camila para que entrara a la quinta y que seguramente tenía planeado cometer el crimen. La chica fue estrangulada con un cable; había sido violada anal y vaginalmente; su cuerpo estaba vestido (se cree que el homicida le puso la ropa). Y se defendió: en el cuerpo de Varela quedaron las marcas.