Consejos de expertos: guardar pastillas en la cocina o el baño y otros errores comunes que se cometen con los medicamentos
Para los especialistas, este tipo de desaciertos pueden poner en riesgo la eficacia de los remedios
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NUEVA YORK.– Hace poco visité a mis padres y, mientras buscaba algo que comer en la cocina, me di cuenta de algo: sus medicamentos estaban en un armario cerca del horno.
“Diles a tu madre y tu padre que no es una buena idea”, dijo Myriam Shaw Ojeda, profesora adjunta de práctica y ciencias farmacéuticas en la Facultad de Farmacia de la Universidad Estatal de Ohio. Almacenar la medicación cerca de una fuente de calor puede reducir su eficacia, explicó.
Mis padres no son los únicos que dan por sentado que un lugar de conservación es tan bueno como otro. Menos de la mitad de los participantes en un estudio de 2021 guardaban sus medicamentos adecuadamente. Y ese es solo uno de los muchos errores que la gente comete a la hora de rellenar, almacenar y desechar los medicamentos recetados.
A continuación, los especialistas comparten sus mejores consejos.
Sacar los remedios del botiquín en el baño
Del mismo modo que guardar las pastillas cerca de aparatos de cocina que generan calor puede reducir su eficacia, guardarlas en el botiquín de remedios del baño es una mala idea, sostuvo Mary Bridgeman, profesora clínica de la Escuela de Farmacia Ernest Mario de la Universidad Rutgers.
El vapor del cuarto de baño puede erosionar los recubrimientos de los medicamentos y el calor puede descomponer los principios activos, coincidió Eric MacLaughlin, director del departamento de práctica farmacéutica del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad Tecnológica de Texas.
La cocina puede ser un buen lugar, aclaró, siempre y cuando almacenés tus medicamentos en un “lugar fresco y seco”, lejos de las fluctuaciones de temperatura. También advirtió que los remedios deben guardarse lejos del alcance de niños y de los animales de compañía.
Muchos medicamentos orales deben conservarse a temperaturas de entre 20°C y 25°C, según la Farmacopea de Estados Unidos, una organización independiente sin fines de lucro que establece las normas de calidad de los remedios. MacLaughlin sugirió consultar el prospecto para ver las instrucciones de conservación para cada uno.
Tomar los medicamentos correctamente
Puede que creas que sabés cómo tomar una pastilla o utilizar una pluma de insulina, pero las investigaciones dan a entender que la mitad de los medicamentos con receta que se toman en Estados Unidos se utilizan de forma incorrecta. Así que, además de preguntar por los efectos secundarios, repasa las instrucciones de uso, incluido qué hacer si te saltás una dosis, dijo Shaw Ojeda.
“Es una cuestión de naturaleza humana”, dijo. “Salimos de la farmacia y pensamos: ‘Ya sé cómo usar esto’”. Pero algunos pacientes se inyectan la medicación en la parte equivocada del cuerpo, se introducen un supositorio con la lámina puesta o utilizan en exceso un inhalador, añadió.
Si no estás seguro de cómo administrar algo como una pluma de insulina o un inyectable, pedí al farmacéutico que te haga una demostración.
Y si aplastás pastillas porque tenés problemas para tragarlas, decíselo a tu farmacéutico, añadió MacLaughlin. Algunos medicamentos, dijo, tienen un recubrimiento de liberación prolongada u otro mecanismo para liberar un principio activo más lentamente. Si los triturás, dijo, “obtenés básicamente toda tu dosis de una sola vez”.
Es una buena idea revisar periódicamente tus medicamentos para asegurarse de que todos siguen siendo necesarios y satisfacen tus necesidades actuales, dijo Bridgeman.
Preguntar por los precios
Consultá a tu farmacéutico si hay un medicamento genérico o un cupón disponible, dijo MacLaughlin. “A veces los fabricantes tienen cupones que la farmacia puede aplicar al copago de la persona”, agregó.
Para una investigación de Consumer Reports de 2018, los “compradores secretos” a veces pudieron negociar un descuento cuando preguntaron: “¿Ese es realmente el mejor precio que puede ofrecer?”.
Siempre podés preguntarle a un farmacéutico si hay ofertas, dijo MacLaughlin, y “siempre pueden decir que no”.
Les dije a mis padres que Shaw Ojeda les había recomendado que trasladaran sus medicamentos, así que los transfirieron a una despensa junto a unas latas de sopa caducadas. Durante mi visita, también señalé que el minestrone había pasado su fecha de caducidad.
Mi padre suspiró y dijo: “Por favor, no llamés a los expertos”.
Por Jancee Dunn
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