¿Conoce el próximo presidente a la Argentina profunda?
De los pueblitos rurales del norte a los parajes más alejados del sur, lo que los políticos no quieren ver
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“Nunca nadie viene a visitarnos. Los políticos solo aparecen en campaña y para decir mentiras”, denuncian desde las entrañas de un país que ellos no quieren ver. Porque no se toman el tiempo, porque para llegar a sus casas hay que transitar caminos de tierra incómodos, porque cuesta mirar a los ojos al fracaso de las políticas de las últimas décadas y quedar desnudos de propuestas.
Ayer se votaron las PASO que definieron a los candidatos de octubre. ¿El próximo presidente o presidenta conoce la Argentina profunda?¿Llegó a los parajes más alejados del sur a dónde no hay señal de teléfono, sabe que en el chaco salteño los niños se mueren de desnutrición, que a los pueblitos aislados de la Puna no llegan los médicos o que en la pampa seca a los pequeños productores se les están muriendo los animales? Y si lo sabe, ¿le importa?
En estos lugares vírgenes de asfalto, la escuela y la posta sanitaria son apenas la única presencia de un Estado que duerme la siesta. Los gritos de urgencia no alcanzan para despertarlo a una realidad que es una pesadilla: miseria y más miseria.
Las zonas rurales siguen postergadas. Son las olvidadas de siempre. Las que no tienen el suficiente peso electoral como para que alguien se ocupe de hacerles llegar los servicios más básicos como luz y agua. Ni hablar del gas. Allí las familias hacen patria donde nadie quiere vivir. Donde las temperaturas son más extremas y las condiciones más terribles.
Pero están ahí. Existen. Y sus problemas son reales. Viven en casitas precarias, muchos padres son analfabetos y lo que hicieron siempre ya no les alcanza para vivir. La tierra que antes era sustento ahora es un cemento seco. El clima cambió, la matriz productiva también y ellos son el engranaje roto que ya no sirve. La única opción para sus hijos es migrar a las grandes ciudades y abandonar el campo.
Más de la mitad de los argentinos son pobres pero para los políticos, la responsabilidad siempre es del otro. Gritan, discuten, se echan culpas. Y mientras tanto, millones de personas siguen cayendo en la grieta de la marginalidad. Los dos partidos más fuertes usan al hambre solo como slogan de campaña. Macri prometió Hambre Cero. Alberto Fernández armó la Mesa Contra el Hambre. Ambos terminaron sus mandatos con más personas comiendo del Estado.
La inflación está mutilando sus vidas. Tienen que elegir entre comer o mandar a sus hijos a la escuela. Entre comer o comprar un par de zapatillas. Se alimentan a guisos y sopas porque es lo único que les alcanza para comprar. La carne, los lácteos, las frutas y las verduras son un lujo que no se pueden dar. Se empachan de harina, azúcar y grasas para tapar el hambre que se instala en su cuerpo. Tienen sobrepeso, baja talla y eso afecta a su desarrollo. La malnutrición se instaló en los sectores populares y los políticos se hacen los distraídos hablando de planes alimentarios que entregan esos mismos productos de baja calidad.
Pero también está el hambre de oportunidades. En la Argentina la estafa educativa es total. Sobretodo en los rincones más olvidados. Los chicos asisten a la escuela pública (cuando no hay paro, cuando no llueve, cuando los maestros no faltan, cuando los alumnos pueden llegar) con la promesa vacía de que allí van a recibir las herramientas necesarias para su futuro. Falso. Van a copiar del pizarrón sin entender lo que leen. No aprenden y pasan de grado igual. Porque hay que tener buenas estadísticas para mostrar. Salen de la escuela sin saber leer ni escribir. Desvalidos. Es una generación entera a la que se le están mutilando los sueños.
No todos partimos del mismo lugar. Porque la desigualdad se hace carne en cada acción cotidiana y eso duele. Y limita. Hay una pobreza estructural que nadie está atacando. A los dirigentes les falta una mirada federal. Caminar los bordes de las provincias. Entrar en los ranchos. Escuchar sus prioridades. Pensar soluciones que se adapten a su realidad. Invertir en las zonas inhóspitas. Ahí es dónde debería apuntar sus cañones el próximo líder del país: en achicar las brechas y en asegurar los derechos básicos para que el punto de partida sea más justo para todos.ß
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