Tuvo la tercera industria láctea del país, pero desde esa fecha el éxodo de sus habitantes fue casi total; comenzaron a recuperar el antiguo comedor del establecimiento para reabrirlo a turistas y locales
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“Nos llaman pueblo fantasma, pero somos pocos y estamos vivos”, afirma Sebastián Cappiello, para referirse a Gándara, la localidad que tuvo la tercera industria láctea del país y más de 500 operarios que cubrían turnos durante todo el día. Cerrada la planta en 2007, el éxodo de sus habitantes fue casi total, hoy solo quedan menos de 100 habitantes y junto a su esposa, decidieron cambiar la realidad: comenzaron a recuperar el antiguo comedor de la fábrica para convertirlo en pulpería. Ya tienen un hospedaje y sueñan con darle a Gándara una nueva oportunidad. Trabajan a diario para lograrlo.
“Queremos inventar una nueva historia”, dice Virginia Costa. Ambos eran tripulantes de cabina de Latam. En tiempos de pandemia, la aerolínea se fue del país y se quedaron sin trabajo. Debieron barajar de nuevo. Ella nació en Chascomús y su abuelo, tambero, tenía campo en Gándara. “Pasé mi niñez acá”, dice.
No lo pensaron mucho. Se fueron a vivir allí en 2020, a un terreno familiar de Costa. Hicieron algo impensado: pensar en turismo en un pueblo que fue una potencia láctea y en la actualidad es un paraje con “población rural dispersa”. Construyeron dos cabañas que llamaron El Vergel, y desde allí planean la recuperación de Gándara.
“Las personas buscan conectar con algo simple, con el descanso y olvidarse un poco de los ruidos y la rapidez con la que se mueve todo en la ciudad”, argumenta Cappiello para referirse al perfil de los pasajeros que los visitan.
“Sabemos que el pueblo no volverá a ser el mismo”, reconoció Costa. Tuvieron una idea: crear un punto de encuentro, un espacio que ofrezca comidas, artículos de emprendedores locales, y café y bebidas. “Por sobre todas las cosas, un lugar abierto en un pueblo donde no hay nada”, afirma Costa.
“El concepto de pulpería nos fascina”, agrega. Eso es lo que pretenden hacer en un salón donde funcionó el comedor de los empleados de la fábrica bautizada como el pueblo. “Entramos en 2012 por una ventana para ver cómo estaba, el lugar es increíble”, cuenta Cappiello. Con el deterioro propio del paso del tiempo y el abandono, hallaron la heladera original, de madera. Una señal y verdadero tesoro.
“Mis padrinos atendían el comedor, venía de niña, cuando estaba lleno de gente”, recuerda Costa. La transformación que están haciendo está sucediendo en este momento. El proceso se puede medir en tiempo real. El 1° de agosto en su cuenta de Twitter Costa abrió hilo con la noticia del comienzo del trabajo de restauración y del proyecto de la pulpería. Allí contó las bases de la idea y cómo “poquito a poco y a pulmón” están concretando este sueño. “La pulpería apela a la nostalgia de la gente amante de los pueblos. Es el lugar que une tanto a locales como turistas”, dice Cappiello.
“Todos los fines de semana ya están viniendo visitantes y no tienen un lugar dónde estar”, dice Costa. ¿Qué atrae a la gente? El “pueblo fantasma”, y la extrema paz y tranquilidad de un paraje que quedó detenido en el tiempo. No hay almacenes ni ningún comercio. Una capilla y un monasterio que funcionó hasta la década del 70, ambos obras del arquitecto Alejandro Bustillo, están abandonados. La fábrica, inmensa, es una estructura que domina a todo el paraje. Se ven casas y edificios que eran destinados a la actividad láctea. Un destacamento de la policía rural, la estación de tren y una escuela son los únicos edificios con movimiento. “Y no hay nada más en Gándara”, remarca Costa.
En diagonal a la estación, se halla la futura pulpería. Pisos en damero –que se van develando a medida que avanzan en la limpieza–, ventanas luminosas y un parque con palmeras que cobra vida con el desmalezamiento encuadran el proyecto. “El lugar tiene mucho potencial, tenemos muchas ideas”, aclara Costa. “Con lo que vamos pudiendo comprar y tener, avanzamos día a día”, afirma. La futura pulpería no tiene electricidad, ni gas ni agua. En el pueblo, este vital elemento se consigue con perforación en pozo. Hace muy poco llegó internet a Gándara.
Chascomús y las provisiones
El tren que va hacia Mar del Plata pasa por Gándara. Una formación se detiene en el pueblo, previo transbordo en la estación Alejandro Korn.
“Cualquier cosa que necesites, tenés que ir a Chascomús”, dice Costa. A 20 kilómetros, por la ruta 2 (Gándara está en el km 103), esta localidad es la más cercana. La pareja vive con su hijo, la dinámica familiar debe acompañar esta realidad. “Tenemos que planificar las compras, no podés quedarte sin un medicamento, por ejemplo”, señala Costa.
“Es una vida muy tranquila”, agrega. Esta ausencia de un almacén o lugar para proveerse de lo básico cimenta la idea de la pulpería. “Es un cambalache de cosas”, afirma Costa para referirse a lo que ofrecerán.
Primero, será el único lugar del pueblo donde los propios habitantes puedan buscar provisiones. Lo local es un punto central del proyecto. “No nos serviría que tengamos que buscar mercadería a La Plata o Buenos Aires”, dice Costa.
La solución es replicar el método que usan para restaurar el comedor: sacar provecho de lo que tienen a mano. Van a nutrirse de productos de emprendedores locales. “Queremos formar una red y generar trabajo a nivel local”, comenta Costa. La zona es rica en huertas orgánicas y emprendedores que generan productos bajo lineamientos ecológicos.
“Artículos de primera necesidad para que los vecinos no tengan que salir del pueblo”, reafirma Cappiello, acerca de uno de los servicios que sostendrán a la pulpería. También confiesa que algunos amigos, cuando les comentaron lo que estaban haciendo, debieron googlear la palabra pulpería. “El proyecto está dispuesto a crecer de acuerdo con lo que Gándara pida”, dice Cappiello.
Mientras avanzan para tener todo listo para el próximo verano, la gastronomía que plantean para recibir a propios y a turistas la definen como sencilla. No se quieren complicar: no habrá platos complejos, aunque sí apuntan a la simpleza, una vara difícil de alcanzar en la cocina. Tienen una idea: “Queremos convocar a personas de Chascomús y del pueblo que tengan una receta que les salga muy bien para que puedan ofrecerla en la pulpería”, confía Costa.
Esta convocatoria está dirigida a chefs y vecinos. “Lo que mejor te salga, ese plato que hacés mejor que otros”, describe. De ese talento innato, se nutrirá la carta de la pulpería.
¿Quién no recuerda a las promotoras de la fábrica Gándara repartiendo muestras gratis de dulce de leche, yogures y productos lácteos en la entrada al pueblo? Durante décadas esta acción promocional acompañó a todos los turistas que viajaban a la costa atlántica. En la década del 80, la planta procesaba por día 600.000 litros de leche, 42.000 kilos de dulce de leche y 25.000 litros de yogur. Fue pionera en crear el primer yogur descremado y en 1984 sacó al mercado Yogurbelt, uno de bajas calorías; dos años después volvió a innovar con el primer yogur bebible de litro, produjo helados y dulce de leche dietético. “La actividad en la ruta era incesante”, recuerda Costa.
“Los micros con los operarios entraban y salían durante todo el día”, dice.
La fábrica tuvo impulso de la mano del empresario Juan Carlos Rodríguez, hasta su fallecimiento en 1989. La italiana Parmalat la compró, pero tiempo después presentó la quiebra a nivel global. Allí comenzó el ocaso de la compañía y del pueblo. Asediada por deudas, el empresario Sergio Taselli la adquirió por un valor simbólico de un euro, asumiendo las millonarias deudas, pero la empresa jamás pudo volver a ser lo que fue. En 2007 finalmente cerró; los trabajadores intentaron crear una cooperativa, pero esto no prosperó. Actualmente, la marca volvió al mercado de la mano de IPASA (Inversiones para el Agro Sociedad Anónima), pero desde una planta en Pilar. El plan del grupo no contempla la apertura de la fábrica en Gándara.
Mientras tanto, Virginia y Sebastián trabajan a diario buscando acercarse a la realización de su sueño, muestran el proceso desde su cuenta en Instagram (@pulperiagandara). “Creemos que somos capaces de cambiar Gándara, de a poquito”, afirma el segundo. Van por el buen camino: su hospedaje El Vergel es la punta de lanza de su proyecto. ¿Quiénes son sus pasajeros? “Los que buscan paz, despertarse viendo el amanecer por la ventana”, cuenta Costa. “No queremos ser un pueblo fantasma, ni la sombra nostálgica de la fábrica. Se pueden crear nuevos espacios y nuevas propuestas para que la gente conecte con Gándara nuevamente”, resume Cappiello.
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