Como un aviso de Benetton multitudinario. Así fue la fiesta con la que la Ciudad recibió en el Campo de Polo a los jóvenes extranjeros que vinieron por programas de intercambio a estudiar a Buenos Aires este año. El día no pudo ser mejor, con un cielo azul, mucho sol y una temperatura agradable, más de 4000 chicos de diferentes países jugaron al fútbol tenis, al ping pong y al bubble soccer, escalaron en una palestra, bailaron tango, participaron de una práctica de polo, tomaron mate y, sobre todo, conversaron entre ellos y con estudiantes argentinos, que los recibieron con entusiasmo.
Se veían, sobre todo, muchos colombianos, pero también paraguayos, franceses, estadounidenses, ingleses, brasileños y un largo etcétera que compartieron un día de juego y risas con jóvenes argentinos. Todos se divirtieron de día, sin una gota de alcohol.
Todo fue parte de una propuesta del programa Study Buenos Aires, del gobierno de la Ciudad, que busca fomentar la llegada de estudiantes extranjeros al país. Los beneficios de este intercambio son múltiples, según Alfredo Fragueiro, director del programa.
"Solamente el 1% de los universitarios argentinos tiene la posibilidad de estudiar afuera. Creemos que traerle la internacionalización del aula al 99% restante es importante. Esto levanta el nivel académico de todos. Además, el nivel de las universidades se mide por su internacionalización, por lo que a fin del día el título del porteño rinde más", afirmó el funcionario a LA NACION.
En 2016, hubo 50.430 jóvenes de otros países que viajaron con motivo de estudio y generaron ingresos por 2500 millones de pesos. "Esto es un reflejo de lo que es el intercambio académico en Buenos Aires, con un clima espectacular, una de las características de la Ciudad. Creemos que es estratégico hacer una política realmente fuerte de intercambio universitario, para posicionarla como la capital latinoamericana del estudiante", señaló Fragueiro.
La pelirroja Fanny Rose (29 años) es una francesa de un pueblito muy chico entre Lyon y Marsella que estudiaba Ciencia Política y vino a Buenos Aires hace 10 años porque la universidad francesa en la que cursaba tiene un convenio con la UBA. Una vez aquí se enamoró de la Ciudad y se quedó a vivir en Almagro, haciendo música, su verdadera vocación, con la banda Manush. "No fue tanto una decisión sino más bien un proceso, me gustó mucho vivir acá, empecé a trabajar, a tocar y cada vez se me hace más difícil volver. Lo que más me gusta es la gente y la cultura, es una ciudad muy acogedora", le contó Rose a LA NACION.
Tisha Velázquez (21) y María Claudia (22) son dos colombianas de Guajira, que vinieron a estudiar Modelaje y Medicina, respectivamente, y viven juntas con otras tres chicas de su país en Cañitas. "Nos gusta su cultura, su arte, vinimos por todo lo que hay en Argentina, me encanta", asegura Tisha, que se quiere quedar a vivir en el país.
Gabriel (19) todavía cursa el secundario en Villa Bosch, pero llegó al Campo de Polo junto a su novia, Natasha, para conocer gente de otros lugares. Los dos se pusieron a jugar a embocar una pelotita en un mate junto a las estudiantes mexicanas María José (22, estudiante de Gastronomía) y Verónica (estudiante de Arquitectura). Las dos dicen que la experiencia es "muy padre" y que la gente es "buena onda".
El intercambio, de todas formas, no fue solamente cultural. Un animador con ánimo de Tinder logró formar varias parejas con chicos de diferentes países, con la excusa de ponerlos a bailar tango y salsa.