Con leones como éstos, la economía estaría salvada
Según un trabajo de Ruben van Leeuwen y Charles Kalshoven, del ABN-AMRO, los ganadores de las finales del mundo desde 1970 han experimentado un crecimiento adicional en el PBI de 0,7% el año que se alzaron con la copa, mientras que los perdedores de la final sufrieron una caída de 0,3%, de modo que si estos economistas estuvieran en lo cierto, ayer además de haber perdido la chance de traer el trofeo a casa, se nos esfumó la posibilidad de terminar el año con un 1% más de PBI.
Pero claro, tampoco la relación es tan lineal, porque si bien en los mundiales de 1998, 2002 y 2006 en el mercado de valores del campeón los activos subieron un 10% en promedio, al tiempo que las acciones en la bolsa de los países perdedores de la final cayeron un 25%, también Alemania y Argentina sufrieron una fuerte caída de sus economías en 1974 y 1978, a pesar de haber conseguido el título máximo.
En 1986, en la Argentina, el modelo pareció cumplirse, porque entonces el consumo creció un 4,7% en el tercer trimestre. En el Mundial de 2002, volvimos a casa sin siquiera pasar la primera ronda, y a pesar de que corrían tiempos económicos muy difíciles, en el tercer trimestre de ese año comenzó una fuerte recuperación. También se nos terminó el Mundial temprano en 2010, pero a pesar de una leve contracción en julio, la actividad se recuperó en agosto.
Es posible pensar que ganar la copa permite un empujón (aunque modesto) en el PBI por varias razones. Se revaloriza la plantilla campeona y el país en cuestión adquiere visibilidad internacional tanto para el turismo como también para potenciales inversiones. Además, y como muestran las investigaciones de Michael McGuire, Michael Raleigh y Gary Brammer de la UCLA Medical School (es cierto, en monos vervet), existe una relación muy estrecha entre estatus social dentro del grupo y serotonina. Aquellos animales a los que les va bien, por mérito o suerte, acumulan mayores cantidades de serotonina y retroalimentan de esta forma su sensación de dominio, como si estuvieran de racha, por lo que es razonable pensar que los inversores del país ganador sientan ganas de tomar riesgos e invertir más.
Los consumidores, por su parte, liberan dopamina, un neurotransmisor asociado a las actividades placenteras que según el libro de Federico Fros Campelo Ciencia de las emociones ocurre cuando se obtiene aprobación social y resulta satisfactoria la comparación con otros. Esto es exactamente lo que sucede en un Mundial. La dopamina muchas veces se libera anticipadamente, justamente para motivar la realización de un comportamiento que se presume beneficioso. Si luego la recompensa esperada no aparece, se inhibe la secreción y ello podría explicar por qué el perdedor experimenta una ligera contracción de su PBI.
Por último, el fútbol es una metáfora de la vida. Un juego en el que hay reglas, suerte, planificación y habilidad. Una contienda en la que no siempre gana el mejor y donde el que pierde la cabeza puede comerse 7 goles. Un conocido consultor de empresas me contó una vez que en vez de entrevistar a los potenciales candidatos a un puesto los hace jugar un partido porque en la cancha cada uno juega como realmente es.
Y en la cancha Argentina puso a Mascherano con otros diez leones hambrientos que lo dejaron todo hasta el último minuto. Si el ejemplo cunde, y cada uno de nosotros jugamos como ellos nos enseñaron, digan lo que digan las investigaciones científicas, la recuperación económica estará a la vuelta de la esquina.
El autor es economista
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