Con 96 años: es una de las monjas más longevas del país y logró sobrevivir a un fuerte cuadro de Covid-19
Como carmelita descalza, Teresa Margarita del Sagrado Corazón de Jesús vive en clausura en un convento de Mendoza; hace más de siete décadas que es religiosa
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MENDOZA.- Toda una vida contemplativa y en clausura, entregada a la oración. Entre la decena de carmelitas descalzas de Mendoza hay una religiosa que vive para contarla, sobre todo después de haber sorteado un cuadro fuerte de Covid-19. Se trata de la hermana Teresa Margarita del Sagrado Corazón de Jesús, que el 15 pasado, a los 96 años, cumplió 77 dedicados a los votos perpetuos o profesión de fe, justo el día de la Asunción a los Cielos de la Virgen María. Tras ganarle al coronavirus, fue el momento ideal para celebrar con sus compañeras tantos años dedicados a la consagración.
Nacida en Tucumán, lleva décadas en el Carmelo del Espíritu Santo y María Madre de la Iglesia, enclavado en Mayor Drummond, en la comuna mendocina de Luján de Cuyo, que comenzó su actividad hace más de 40 años, según el Arzobispado de Mendoza. Para las autoridades de la curia local, Teresa Margarita es una “feliz monja”, con una vocación intacta, de amor comunitario y orante.
La religiosa, que es una de las mojas más longevas del país, demostró su alegría por sentirse “amada por Jesús” y relató su experiencia de supera un cuadro de Covid-19, cuando sus hermanas, carmelitas descalzas de la Bienaventurada Virgen María, prácticamente la creían muerta, según contó a la Pastoral de Comunicadores, y quedó plasmado en un emotivo video.
“Yo tuve la famosa enfermedad que llegó. Cuando empezó, a las hermanas le tomó algunas semanas, pero se curaron enseguida. Pero a mí me tomó tan fuerte que estuve en la cama un mes. No me componía. Había algunas semanas que eran para irme a mi casa definitiva. Creían que no iba a recomponerme. Pero un día, en la cama, estaba con los ojos cerrados, y cuando los abrí vi a todas las hermanas alrededor mirándome. Parece que estaban esperando que yo cierre los ojos y digan ‘ya se fue’. Pero, me impresionó, porque yo las miraba a todas con los ojos bien abiertos para que vean que estoy viva. Se alegraron mucho las monjitas. Hoy, 96 años tengo, 77 años de profesión religiosa. Es como si fueran 77 años desposada con el amor de mis amores que es Jesús. Nunca me arrepentí y soy feliz. Jesús me ha hecho feliz de verdad”, se emocionó Teresa Margarita.
Claro, que sus inicios de fe, en plena adolescencia, en medio de la pobreza, la marcaron para siempre, con un inesperado llamado. “Quise ser carmelita porque vivía en una villa, y ahí no había religiosas. Pero cuando volví a la ciudad de Tucumán conocí la vida de Santa Teresita por un libro que me prestaron, y explicaba bien la vida del carmelo. Cuando le dije a la madre superiora, me preguntaba si no había sentido el llamado de Dios para proseguir en la vida religiosa y le dije que no”, cuenta Teresa Margarita,. Y agrega: “Pero al tercer día, en la silla delante mío, en la sala donde nos daban los cursos, sin que hubiera nadie, encontré un papelito largo. Lo saqué para leer y decía: ‘Ven y sígueme’. Para mí, fue como un llamado de Dios. Era la duda que yo tenía, porque no quería que nadie me lo preguntara, sino que viniera directamente de Dios. Fui de nuevo a la madre superiora, y le dije: ‘ahora me di cuenta que Dios quiere que lo siga en la vida consagrada’. Ella me preguntó adónde quería ir y le dije que al carmelo. Me hizo muy feliz y hasta el día de mi muerte espero serlo”.
Así, su arribo a Mendoza en plena actividad religiosa se convirtió en su destino para siempre, plagado de buenos momentos. “Estar en este monasterio fue algo que no pensaba que iba a pasar. Estuve en otro también. Yo dije que quería ir al carmelo de Mendoza, aunque no lo conocía. Acá he sido feliz y nunca me arrepentí. Para mí fue una gracia de Dios que me haya traído acá, donde hay mucho amor. Todas se quieren. Como Santa Teresa dice sobre su monasterio: ‘todas han de ser amigos, se han de querer, se han de ayudar´. Eso pasa acá. Si una está con trabajo, la otra la ayuda”, contó la monja.
El convento se abrió en mayo de 1981. Actualmente, 15 religiosas viven en claustro, además de confeccionar ropa y elaborar artículos litúrgicos, alfajores y dulces para obtener ingresos. De hecho, solo tienen contacto con el mundo exterior por razones de salud o en el momento de cumplir con actividades cívicas, como votar. Por ejemplo, a la hora de hacer compras cuentan con fieles que las ayudan.
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