Composteras comunitarias, el fenómeno eco-friendly que crece en San Isidro durante la cuarentena
"A medida que se agranda mi compost, se achica mi caja de reciclado", dice Delfina Mancardo, una joven de 21 años que durante la cuarentena cambió sus hábitos de consumo y eligió un estilo de vida más amigable con el medio ambiente.
Al estar todo el día en su casa, pudo notar la gran cantidad de basura que generaba y se propuso reducirla. Empezó separando plásticos y luego llegó el momento de los residuos orgánicos. Se interiorizó sobre las composteras, para poder transformar su basura orgánica en tierra fértil, pero su madre no le dejó armar una en su casa por miedo a que generara olor o atrajera roedores. Hasta que se enteró de un espacio comunitario para compostar en La Lucila, cerca de donde vive su abuela, de 83 años, a quien convenció de sumarse a la iniciativa. "La cuarentena fue un momento de concientización", comenta, por su experiencia personal, a la que también sumó a una amiga.
Mucho se habla sobre los efectos que tendrá la pandemia por coronavirus y cuáles serán sus consecuencias más allá de lo sanitario. "¿Saldremos mejores?", es la pregunta que sobrevuela. Para el medio ambiente, la respuesta pareciera ser sí. En San Isidro, por ejemplo, varios grupos de vecinos aprovecharon el tiempo libre de la cuarentena para instalar composteras comunitarias en distintos puntos del municipio. Ya hay casi diez áreas con cajones de maderas donde las familias pueden acercar sus restos de frutas, verduras, yerba, papel, y otro tipo de residuos, para que en dos meses se convierta en abono. La mayoría de ellas está al lado de las vías del tren o en plazas.
"Es un beneficio ambiental y un ahorro económico", señaló a LA NACION Tomás Rodríguez, director de reciclado de la municipalidad de San Isidro, y dijo que las iniciativas reflejan la responsabilidad de los vecinos respecto a sus desechos, que fue creciendo en los últimos años.
Ver esta publicación en InstagramUna publicación compartida de LA NACION Naturaleza (@lnnaturaleza) el
Desde 2018, el municipio redujo un 25% los residuos que se entierran como relleno sanitario en el Ceamse, la empresa estatal que se encarga de la recolección y el posterior tratamiento de la basura en la Provincia y Ciudad de Buenos Aires, dijo Rodríguez. Entre otras iniciativas, destacó la de las "Botellas de amor", en la que se llena de plástico bidones o botellas grandes, para luego realizar madera plástica.
En relación a las composteras comunitarias, el funcionario del gobierno de Gustavo Posse cuenta que la municipalidad se sumó a la iniciativa con el aporte de las hojas que se caen de los 600 mil árboles de los que se encarga el municipio a huertas municipales y a los vecinos que lo pidan como residuo seco para el balance del compostaje. Lo ideal es que con cada desecho orgánico "húmedo", como los restos de vegetales y verduras, se sume en igual proporción residuo seco, como las hojas de los árboles.
Deportista y activista
La instalación de las composteras comunitarias corre por cuenta exclusiva de los vecinos, que comenzaron a hacerlo tímidamente hace un tiempo. Pero el entusiasmo se incrementó durante la cuarentena, y las iniciativas se multiplicaron.
Fue el caso del regatista Yago Lange, hijo del campeón olímpico Santiago Lange. Reconocido por su activismo ambiental, además de por sus habilidades deportivas, fue con el aislamiento, alejado de las competencias y con la postergación de los Juegos Olímpicos de Tokio, que decidió aprovechar el tiempo en su casa para iniciar una nueva campaña. "Como viajaba tanto no tenía tiempo de tener mi compostera, no estaba en ningún lugar. En enero inicié un compost en el jardín de mi casa en un hueco a la sombra y empecé a tirar mi basura orgánica", cuenta.
"Cuando íbamos 15 semanas de cuarentena saqué la cuenta y había ahorrado 45 bolsas plásticas, a un ritmo de tres bolsas por semana. Y eso, si lo llevás a una escala mayor, como eventos deportivos, son cosas que van a suceder cuando volvamos a la nueva normalidad", agrega.
Yago incluyó a su padre en la iniciativa y juntos hicieron vivos en Instagram donde hablaban del proceso del compostaje. Fue por esos días que el joven se dio cuenta de que quería hacer algo de mayor alcance: "Encontré una compostera comunitaria en Martínez y le saqué una foto, la subí y no vi más el teléfono. Cuando lo volví a agarrar tenía 300 mensajes preguntándome dónde queda, cómo funciona".
Esa misma noche, Santiago Lange le ofreció una estructura de sillón viejo que se terminó convirtiendo en su primera compostera comunitaria en la cual Delfina y muchos otros vecinos de la zona empezaron a llevar sus residuos. Para la mayoría era la primera vez que se animaban a compostar, ya que creen que es más engorroso poner un dispositivo en su casa, aunque hayan comprobado que no da olor ni atrae roedores.
Desde entonces, la experiencia fue en crecimiento. Dos empresas le donaron 180 pallets, que él apiló en el jardín de su casa y los empezó a transformar. Hoy ya lleva hechas doce composteras comunitarias. Mucha gente lo contactó para sumarse y ayudar en el armado y luego él los ayudó a ubicarlas, incluso en terrazas de edificios. "Está tomando más sentido estas acciones donde lo local toma cada vez más fuerza con el cuidado de su lugar", opinó el joven.
De 20 a 400
Lange le había pedido consejos al dueño del emprendimiento Compostate Bien, Pepo Zamora, que le contó que pasó de vender 20 composteras para hogares en junio de 2019 a 200 en el mismo mes de este año. Días más tarde lo llamó para contarle que en julio había vendido 400. En la cuenta de Instagram también enseñan a armarlas uno mismo.
La compostera de Martínez que el regatista mostró en sus redes y levantó gran interés es parte de un proyecto que tienen tres amigos de no más de 25 años. Fabrizio Biasoli, uno de ellos, estudia ingeniería ambiental y contó que cuando vieron cómo funcionaban otras experiencias similares, quisieron intentarlo.
"Hasta antes de la cuarentena calculamos que entre 10 y 15 familias participaban. Hoy ya perdimos noción, pero estoy seguro que superan las 20 casas", contó Fabrizio y agregó que inicialmente era solo un espacio de compostaje y ahora son dos grandes que se subdividen. "Hay gente que viene de más lejos a tirar sus residuos", señaló.
"¿Alguno ya pasó?"
A pocas cuadras de la compostera que montó Lange en Plaza España, Sofía Guardone y un grupo de vecinos armaron el proyecto de Huerta Vereda. Junto a su mamá y otra vecina habían comenzado una huerta en su cuadra y a raíz de que mucha gente la elogió, decidieron armar otra, de mayores dimensiones. Armó un grupo de Whatsapp y doce vecinos se sumaron. Admitieron no tener muchos conocimientos, pero sí ganas.
Lo primero que hicieron fue armar la compostera que en solo un mes se llenó. A menos de una cuadra un vecino dispuso un nuevo cajón de madera que otro le donó ya que la de la huerta estaba saturada.
"¿Alguno ya pasó a regar?", preguntan diariamente por el grupo y se ofrecen para supervisar la huerta, que está en pleno proceso. Con tres pallets hicieron dos cajones para la huerta y barnizaron con aceite de auto viejo. Incluso aprovechan la cercanía con un club hípico y hay un voluntario que va a buscar bosta seca de caballo que utilizan como fertilizante.
"Nuestra idea es que sea un barrio comestible", dijo Sofía y contó que nadie les roba plantas o tierra sino que es algo respetado por el barrio. "Yo sé que con esto no vamos a alimentar a todo el mundo, pero sumamos al concepto de comunidad, nos informamos y es divertido", agregó.
Otras noticias de Medio ambiente
- 1
Ya tiene fecha el comienzo del juicio a la enfermera acusada de asesinar a seis bebés
- 2
Un vuelo de Aerolíneas Argentinas tuvo problemas cuando pasaba por Río de Janeiro y debió regresar a Buenos Aires
- 3
La advertencia de un psicólogo sobre los festejos en Navidad: “No hay que forzar a nadie”
- 4
En la ciudad. Lanzan un programa para que los mayores de 25 terminen el secundario en un año: cómo inscribirse