"Horacio", dijo un día frente a las cámaras Axel Kicillofpara referirse a Rodríguez Larreta. Fue un gesto de confianza poco habitual en el gobernador bonaerense. La milagrosa amabilidad pandémica encuentra eco del otro lado, donde recuerdan complacidos la minuta con que Kicillof llegó a la primera reunión de coordinación entre los dos distritos. A Rodríguez Larreta, un obsesivo del método, le gustó encontrarse con un par. Hoy al mediodía reeditaron su afinidad cuando se encontraron en la Quinta de Olivos para anunciar el pase a una nueva fase de la cuarentena.
Debajo de esa sintonía, sin embargo, el fuego cruzado fue intenso. Los funcionarios bonaerenses solían acudir a los medios para criticar la estrategia de sus pares porteños. Más discretos, los porteños murmuran críticas fuera de micrófono. "Su única estrategia es ruido mediático y cuarentena", se queja uno de los colaboradores estrechos de Rodríguez Larreta.
Esta contradicción dispara dudas. ¿Hay coordinación o conflicto entre las dos administraciones? ¿La estrategia es la misma, o difiere? Y, lo más importante, ¿qué resultados se están obteniendo de un lado y del otro?
Los especialistas y los funcionarios coinciden en que el límite de los distritos es sólo político. Las continuidades entre la Ciudad y los 40 municipios que la rodean para conformar el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) son mayores que las rupturas. La Ciudad no se acaba en la General Paz. Se va extinguiendo de a poco, con mojones de urbanidad cada vez más esparcidos, antes de convertirse en pampa.
Esta realidad no impide que haya diferencias geográficas, económicas y políticas entre el AMBA bonaerense y la Ciudad de Buenos Aires. A grandes rasgos, el territorio que administra Rodríguez Larreta es más chico y tiene una población más vieja y más rica que el que administra Kicillof. Más allá de las políticas implementadas, estas características son las que inciden en el comportamiento de la pandemia.
Qué dicen lo números
Al momento, el AMBA bonaerense y la ciudad se reparten el beneficio de las estadísticas. Los fríos números indican que el AMBA sin CABA está mejor que la Ciudad en la tasa de mortalidad y de infectados. También en el porcentaje de ocupación de camas de terapia intensiva. En cambio, la Ciudad está mejor que el AMBA bonaerense en el índice de infectados de la última semana, la tasa de tests, el cumplimiento de la cuarentena y los días que tardan en duplicarse los casos. Los dos distritos comparten un alto índice de positividad en los tests.
"En la Ciudad, como en todas las grandes urbes, el virus pegó primero y se movió rápido. Pero nuestra curva de contagios está madurada y comenzando a bajar", señala Fernán Quirós, el ministro de Salud porteño.
Esa sería una de las explicaciones de la diferencia en la tasa de mortalidad, que en CABA es de 27,02 víctimas cada 100.000 habitantes y en el AMBA bonaerense, de 9,6. La otra, según señala el infectólogo Eduardo López, es que la de la porteña es una población más envejecida y, por lo tanto, más expuesta a la letalidad del virus. "En la Ciudad hay muchos geriátricos", dice.
Otro punto de comparación es la cantidad de infectados. La tasa cada 100.000 habitantes del AMBA sin CABA (517) es mejor que la porteña (1433), pero ahí influye la cantidad de tests realizados, dice López, donde la relación se invierte. CABA tiene 3961 tests cada 100.000 habitantes y el AMBA bonaerense, 1804. A mayor cantidad de tests, más posibilidad de detectar contagios.
Pico del conflicto
"A mitad de junio fue el punto de mayor tensión", concede Nicolás Kreplak, viceministro de Salud de la provincia de Buenos Aires. Hace referencia a la relación con la Ciudad y las diferencias que tenían en torno a la necesidad de hacer más estricta la cuarentena. Ése era el plan que empujaba Kicillof y que Rodríguez Larreta resistía. La falta de acuerdo se traducía en apariciones de funcionarios provinciales pidiendo mayores restricciones.
Fue cuando Teresa García, la ministra de Gobierno provincial, comparó las imágenes de la primera noche de los runners en Palermo con la tragedia de la Puerta 12 y Daniel Gollán, el ministro de Salud, acusó a la Ciudad de "irradiar" el virus. Finalmente, se impuso la voluntad de los bonaerenses para volver a una cuarentena más estricta.
Pasado ese trance, los funcionarios porteños confían en que su jurisdicción ya se está acercando al pico de la pandemia y pronto habrá pasado lo peor. En el AMBA bonaerense, dicen, están en pleno proceso de expansión. Quirós utiliza la experiencia de la villa 31 como un modelo en miniatura y exagerado del comportamiento general del virus.
Cuando explotó en el barrio de Retiro, hubo pánico. Las condiciones de hacinamiento hacían muy difícil el aislamiento en las casas y la precariedad económica podía generar una crisis sanitaria. El gobierno nacional y el de la Ciudad montaron el primer operativo Detectar para hisopar, rastrear contactos estrechos y aislar a los contagiados. Según Quirós, fue un éxito. No sólo se controló la expansión del virus, sino que también pudieron conocer mejor su comportamiento y sacar conclusiones para su combate.
Hace pocos días, cuando el foco ya estaba controlado, testearon a vecinos de la villa y descubrieron que más de la mitad se había contagiado, aunque la gran mayoría nunca tuvo síntomas. Semejante nivel de contagio contrasta con el 6% de positividad que habían obtenido con los hisopados del operativo Detectar. Es una gran noticia, considera Quirós. Significa que cada test positivo implica diez personas contagiadas. "Con los hisopados sólo logramos ver la punta del iceberg", explica.
Esos cálculos son los que le permitieron al ministro afirmar que el "10% de las personas que viven en la Ciudad ya han tenido la enfermedad". Por lo tanto, poseen los anticuerpos para resistir un nuevo contagio, por lo menos en este período, lo cual hace mucho menos virulentos los focos. Quirós considera que la curva completa que se vivió en la villa 31 ya ocurrió en por lo menos diez barrios. Pronto, dice, toda la Ciudad habrá atravesado el mismo proceso.
"No se puede proyectar"
Desde la vereda de la provincia, Jorge Aliaga, exdecano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y asesor de Kicillof en el manejo de la pandemia, no está de acuerdo con las cuentas de Quirós. "Proyectar el comportamiento del virus en la 31 al resto de la Ciudad es una locura. No podés comparar las condiciones de hacinamiento de los 40.000 habitantes de la 31 con lo que ocurre en Caballito", dice.
No es correcto, dice Aliaga, considerar que el 10% de los porteños ya se contagiaron. Por eso, es mucho más precavido a la hora de considerar un relajamiento de la cuarentena. También difiere en Quirós en su consideración del operativo Detectar de la villa 31 como un éxito. "Si se contagió la mitad de la población quiere decir que fue un fracaso. No murió más gente porque es una población más bien joven", acusa.
Más allá de la polémica, la velocidad del virus es hoy más lenta en territorio porteño que en el AMBA bonaerense. Así lo demuestra la tasa de duplicación de contagios (25 días contra 16,5) y el porcentaje de infectados de la última semana (13,64% contra 21,19%).
Otros conflictos
Los otros puntos de conflicto son los sistemas de control de la pandemia vigentes mientras no aparezca una vacuna: la cuarentena y el programa de rastreos.
Mientras los funcionarios bonaerenses fueron siempre más reacios a avanzar en reaperturas, los porteños se quejan de que en La Plata protestan en los medios, pero no controlan. El Índice de Movilidad Ciudadana (IMC), que mide diariamente el grado de circulación usando la información de las líneas de celular, marca que las restricciones de movimiento fueron mayores en la Ciudad que en el AMBA bonaerense. Partiendo de 1 como el ritmo habitual de movimiento precuarentena, el promedio de movilidad de CABA durante todo el período de restricciones fue de 0,34. El de AMBA sin CABA, de 0,43.
El programa de rastreos, la nueva estrella en la lucha contra la pandemia y la esperanza a la que se aferran los políticos para avizorar un futuro sin cuarentena, también genera miradas cruzadas. En la Ciudad dicen que lo implementaron antes y mejor, pero Aliaga dice que solo rastrean a los convivientes de los casos positivos.
La experiencia muestra que el Detectar funciona mucho mejor en las villas que en el resto de la Ciudad. En las seis villas donde desembarcó, el programa logró muchos más hisopados que en los barrios más pudientes. El récord, con 6865, fue en la 21-24. Cuando llevaron el método a los barrios, costó mucho más convencer a la gente para que se testeara. En Boedo estuvieron cinco días y sólo accedieron 44 personas. "En la 31 nos abrían todos, acá ni nos atienden el timbre", se quejó un funcionario que participó en ambos operativos.
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