“Como volver a vivir”: el reencuentro de los adultos mayores con hermanos y amigos que no vieron en toda la pandemia
Luego de un año y medio sin reuniones, empiezan a recuperar su agenda; los expertos destacan la importancia de la vida social y el contacto con los pares
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“Esto es como volver a tener una vida”. Así resume Martha Chiesa, de 86 años, el reencuentro con sus amigas de toda la vida. Después de casi dos años de prácticamente no ver a más personas que a su hija y a su yerno, en los últimos meses comenzó a retomar su vida social. Con la vacuna aplicada y la tranquilidad de que hay baja circulación de coronavirus, Martha está volviendo a tener una vida de pares. Hace una semana, viajó a Salta a visitar a su familia; hace un par de sábados se fue hasta Ezeiza para pasar un día de campo con sus amigos del centro de jubilados, y esta semana se juntó a tomar algo con sus antiguas compañeras de trabajo en una agencia de viajes. “Me había olvidado lo bien que se sentía. Nuestra vida había quedado en un paréntesis. Pero de a poco, empiezo a ser otra vez dueña de mi agenda. Y se siente tan bien”, resume Martha.
No es la única. Por estos días, son muchos los adultos mayores que después de haber pasado casi toda la pandemia puertas adentro, o con un recorrido que se limitó a encuentros con los hijos y los nietos, por estos días están empezando a animarse a volver a ver a sus propios amigos e incluso a reencontrarse con sus hermanos. Los encuentros tienen la épica de los sobrevivientes. Algunos, habiendo escapado de chicos de la guerra y forjado una vida en la Argentina, temieron no volver a compartir momentos como estos con sus hermanos a medida que la crisis sanitaria por el Covid-10 se agravaba y se prolongaba. Por eso, estar hoy otra vez cara a cara, retomar las charlas de la infancia y compartir esos códigos con personas de su generación los hacen sentir más vivos que nunca.
Las chicas Ugalde
Amalia Ugalde tiene 87 años. Tiene hijos, nietos y bisnietos. El más chiquito, Felipe, nació en plena pandemia y tuvo que esperar varios meses para conocerlo. También tiene cuatro hermanas. Todas tienen entre 80 y 90 años, y como viven cada una en una ciudad distinta, desde hace cinco años no se veían. Por eso, una de sus sobrinas decidió organizar el reencuentro, ya que están todas vacunadas y bien de salud. Como las chicas Ugalde pasaron su infancia en Roque Pérez, provincia de Buenos Aires, pensaron que lo ideal era alquilar una quinta allí y pasar juntas el fin de semana.
Mientras prepara su bolso para salir junto a su hija Adriana, la conductora designada, Amalia, destila emoción y cuenta las ganas que tiene de ver a sus hermanas. “Todas estamos dispersas. Una vive en La Plata; otra, en Olavarría; yo, en Lomas de Zamora; otra, en Lobos, y la mayor, en Roque Pérez. Por eso, desde hace cinco años no nos vemos. Siempre juntarnos fue difícil, pero justo vino la pandemia y no nos vimos más. Siempre hablamos y estamos comunicadas. Pero no es lo mismo”, dice, a punto de subirse al auto para viajar a su ciudad natal.
“Vamos a ser varios y vamos a hacer un asado. Van algunos de los hijos y los sobrinos. Todas tuvimos que conseguir quien nos lleve porque, por ejemplo, mi cuñado ya no puede manejar más porque cumple 90. Pero la familia nos ayudó a hacer este reencuentro”, detalla Amalia.
Las Ugalde son cinco. Elba, que cumple 89; Amalia, de 87; Noemí, de 85; Nelly, de 83, y la más chica, María Esther, cumplió 81. Amalia tiene una curiosa forma de nombrar la vida prepandemia: le dice “antes, antes, antes”. “Siempre que nos juntábamos antes, antes, antes, era lindo. Ahora va a ser más lindo todavía, porque a medida que pasaban los meses, una no sabía qué iba a pasar. Pero, bueno, acá estamos todas vivas, es para festejarlo. Pasamos bien la pandemia, cuidándonos mucho. Estamos felices y agradecidas a Dios”, reflexiona.
La nueva vida de los adultos mayores en esta etapa final de la pandemia tiene intrigados a los especialistas en tercera edad. Cuando comenzó la pandemia, creían que esta iba a ser la generación más afectada por el aislamiento, pero no fue así. El sociólogo Enrique Amadasi, investigador de la Fundación Navarro Viola, había comenzado una investigación antes de la cuarentena sobre el sentimiento de soledad en las personas mayores. Cuando empezó el aislamiento, creyó que ese sentimiento se iba a ahondar; impulsó entonces una segunda parte del trabajo, pero las conclusiones lo sorprendieron. Durante este tiempo, no aumentó en los adultos mayores la sensación de estar solos. Por dos factores, según explica. El primero tiene que ver con que muchos se adaptaron a otros medios, digitales y virtuales, de relacionarse con sus pares. “Pero, sobre todo, porque los adultos mayores se volcaron a la familia. Los hijos, y sobre todo las hijas, cumplieron un rol fundamental al acompañarlos en la pandemia para que no estuvieran ni se sintieran solos. La familia quizá se sobrecargó, pero respondió. Y eso fue bueno”, opina Amadasi.
Retomar la autonomía
Sin embargo, esta situación aumentó el nivel de dependencia de los adultos mayores, algo que en gerontología se busca evitar. “Es fundamental que los adultos tengan proyectos, que no les resulten todos los días iguales. Y al interrumpirse la relación con sus pares, muchos perdieron la sensación de tener una agenda propia. En cambio, se acostumbraron a vivir dependiendo del tiempo de los otros, los hijos, los nietos”, advierte Amadasi.
Por eso, el especialista celebra esta nueva etapa, en la que los adultos mayores empiezan a retomar su sociabilidad. “Que tengan pares, amigos, hermanos, gente de su generación hace que se sientan vivos, dueños de su tiempo”, resume Amadasi. El regreso de los viajes para la tercera edad, que se están reactivando de a poco, son una señal de esta tendencia. Aunque algunos reclaman que todavía no encuentran aquellos viejos espacios en los que tejían sus proyectos. “Todavía el centro de jubilados no está funcionando. Y nosotras lo extrañamos. Ahí hacíamos coro, arte, distintas actividades que ojalá vuelvan pronto”, reclama Martha Chiesa.
Algunos también retomaron en los últimos meses todos aquellos controles médicos de rutina que quedaron en pausa. “Ir al dentista, al médico que es su persona de confianza, incluso poder ir al banco sin turno, hace a la sociabilidad del adulto mayor. Son sus ámbitos de compartir tiempo con pares y hacen que se sientan motivados, que un día no sea igual al otro”, enumera Amadasi.
El cumpleaños de 80 de Jorge H., el segundo de cinco hermanos, fue la perfecta razón para volver a verse luego de no haberse reunido durante un año y medio de pandemia. Decidieron hacer algo chico, una cena con los matrimonios para no ser tantos y no exponerse. Y resultó ideal porque pudieron juntarse todos en torno de una mesa y retomar esa charla eterna que se fue renovando con los años, pero que había quedado en pausa. “Fue una alegría enorme reencontrarnos. Uno se junta con sus hermanos y parece que el tiempo no hubiera pasado”, describe Betty, la menor.
Hace 73 años, estos cinco hermanos de familia armenia llegaron a la Argentina en el buque Campana. Vinieron con sus padres y sus abuelos, huyendo de la guerra en Haifa, entonces Palestina, donde habían nacido. Forjaron una vida en Argentina. Hoy todos son profesionales jubilados; tienen hijos y nietos. El aislamiento interrumpió los encuentros, hasta que finalmente uno de los hijos de Jorge los convocó e instó a no dejar pasar el tiempo para estar juntos y organizó el asado. No solo habían sobrevivido a la guerra de chicos, sino que ahora también eran sobrevivientes de una pandemia.
“Gracias a Dios, pudimos vernos y sentimos que el tiempo no había pasado. Compartimos vivencias de tantos años, y recordamos a nuestros padres y abuelos. Nos alegramos mucho con las historias de nuestros hijos y nuestros nietos. Fue hermoso”, concluye Betty.
Julián Bustín es jefe de la Clínica de Memoria y Gerontopsiquiatría de Ineco. “Volver a juntarse con pares es una etapa muy importante de la pandemia, para todos y en especial para los adultos mayores. A ellos les dolió mucho el aislamiento. Los encuentros con pares son fundamentales, no solo por el contenido e impacto emocional, sino porque que es una de las cosas más estimulantes desde el punto de vista cognitivo. Muchos estudios explican que para disminuir el riesgo de la enfermedad cognitiva es fundamental mantener activa la vida social”, apunta.
“Durante la pandemia hubo un deterioro cognitivo en muchos adultos mayores porque estaban en un entorno sin este estímulo. Esto lo vimos mucho en la clínica. Sin embargo, en esta etapa, en la que están volviendo a las actividades presenciales y a los encuentros, vemos que hay un gran cambio de ánimo en las personas mayores. Mis pacientes me dicen que esto es como volver a vivir. Los adultos mayores fueron muy resilientes y obedientes durante la pandemia, pero ahora vemos la falta que les hicieron esos tipos de encuentro”, concluye Bustín.
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