ABRA DEL HINOJO.– Tres monjes bizantinos viven hace trece años solos en un apartado monasterio, el único de Sudamérica de ese credo, en la quietud de las sierras de Curamalal, en el Partido de Saavedra, provincia de Buenos Aires. Siguen las normas monásticas que estableció en el siglo noveno Teodoro Estudista, sin ninguna modificación. Se rigen por el calendario juliano, que tiene trece días de diferencia con el nuestro, el gregoriano. Rezan mirando al Oriente ("Cristo dijo que iba a volver por allí"), se alimentan de su propia huerta y se curan usando la "medicina de Dios", con hierbas medicinales que hallan en las montañas.
Forman parte de una de las 24 Iglesias Católicas Orientales y si bien responden al Vaticano, su "Papa" es el Patriarca de Kiev, Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk. "Usamos el castellano, pero nuestra lengua es la eslava litúrgica", aclara el hieromonje (monje y sacerdote) Dionisio. Separados de la Iglesia romana desde el año 1054, el Monasterio Bizantino de la Transfiguración es un tesoro espiritual, abierto a la comunidad. Sus lecturas de cabecera son los libros que dejaron los ermitaños los primeros años de nuestra era. "Somos una realidad comunicante y nuestras tranqueras están siempre abiertas", agrega este monje.
"Tenemos que sacarnos el chip de que todo lo oriental está relacionado con el Islam", afirma el monje Dionisio (Diego Flamini es su nombre civil, de 49 años) al referirse a la antiquísima tradición cristiana de Oriente. En el año 451, en el Concilio de Calcedonia, se reconocieron cinco patriarcados, sólo uno era occidental, el romano. "Hay mucha influencia del cristianismo de Oriente en Argentina", señala. Libaneses y sirios que formaron parte de las corrientes inmigratorias que llegaron a nuestro país, eran devotos de este culto. Eslavos, ucranianos y rusos, luego completarían la familia bizantina en nuestro país. Existen en la actualidad un millón de practicantes de esta iglesia en Argentina. La autoridad máxima es el Eparca Católico Bizantino, Monseñor Daniel Kozelinski.
La única referencia para llegar al monasterio es una cruz con tres travesaños (la cruz bizantina u ortodoxa), uno -el más cerca de la tierra- inclinado. El solitario símbolo está al costado del camino de tierra que lleva al Abra del Hinojo. El primer travesaño corresponde a donde estaba la inscripción INRI, el segundo donde le clavaron los brazos a Jesús y el tercero (el inclinado) a los pies, la diagonal que apunta arriba representa al ladrón que se arrepintió de sus pecados y se direcciona al Paraíso, la de abajo, al otro ladrón que no mostró arrepentimiento, y marca la ubicación del Infierno.
La historia
"En aquel entonces el cardenal Bergoglio nos dio el visto bueno", recuerda el padre Sergio (David Argibay, de 54 años) sobre los días en los que soñaban con construir el monasterio. Ambos eran seminaristas en La Plata. El consejo del que hoy es el Papa Francisco, les iluminó el camino. Estuvieron unos años en Los Cardales, pero no lo sintieron como el lugar elegido. "Sabía que teníamos que estar en un lugar retirado, pero no inalcanzable, cerca de las montañas", confiesa Dionisio. Pigué, y su bella zona, resultó el espacio ideal.
En el 2006 comenzaron a construirlo. Los apoyó el Arzobispado de Bahía Blanca. Hasta el 2013 estuvieron Dionisio y Sergio, hasta que llegó Jonathan (de apellido Garbalena, de 28 años), que en estos días está en un monasterio de Ucrania, completando su formación. Los monjes cambian sus nombres a medida que ascienden en su formación, en una ceremonia llamada "voto monástico". El nombre del monasterio se refiere a la transformación luminosa que tuvo Jesús ante sus discípulos en el monte Tabor, se celebra todos los 6 de agosto.
La entrada al monasterio está a un par de kilómetros del camino. Una cortina de árboles, esconde las construcciones, el silencio es total. El conjunto de edificios se presenta con una serie de bancos de madera techados para los peregrinos que se acercan. Enfrente hay una enorme casa de madera, que sirve de refugio y de hospedaje. Allí también dan charlas y cursos, de medicina natural, tallado en madera o de la propia fe bizantina. En diagonal y mirando al Oriente esta la pequeña capilla. En su interior los domingos se da la Divina Liturgia (misa) y los segundos sábados de cada mes, la Molaben (súplica) dirigida a los enfermos. El interior de la capilla está repleto de cuadros de santos, ángeles e imágenes de la virgen.
"La iglesia bizantina se apoya en los iconos, que son ventanas por los cuales los santos tienen el poder de devolvernos la mirada", afirma Dionisio. "En lenguaje moderno, son un acceso directo hacia ellos", completa. Los iconos son planos, bidimensionales, así lo dicta la tradición ortodoxa. Las mujeres que quieren presenciar las misas deben hacerlo con faldas largas y los hombres, con vestimenta pulcra. El monasterio tiene luz, gas e Internet.
Toda clase de plantas, arbustos y piedras -el lugar es muy rocoso- protegen los senderos que llevan hacia las distintas dependencias. La arquitectura sigue los patrones de los monasterios ucranianos. Este monasterio surgió como parte de la Misión Rusa Católica de Buenos Aires, pero hoy depende del Obispo (Eparca) de los católicos ucranianos de Argentina. Gran parte de la alimentación la sacan de su huerta y lo demás por donaciones. "Todo lo planificamos de aquí a cincuenta años, cada árbol está puesto en un lugar previamente estudiado", sostiene con voz pausada Dionisio. Entre los planes que tienen está el de hacer un convento para monjas bizantinas. "Y soñamos con hacer una aldea, donde todos vivamos en armonía", completa.
El Cisma del año 1054 marcó el quiebre de lglesia Romana de la de Oriente. El imperio romano de Occidente cayó en decadencia y renació en Constantinopla, hoy Estambul, la antigua Bizancio, por eso el imperio romano de Oriente tomó el nombre de Bizantino, y permaneció mil años más. La Iglesia romana tenía su idioma oficial, el latín, la segunda, el griego. La primera respondía al Papa de Roma, la bizantina –sin esa figura- se enfocó en la vida monástica. Recién en el siglo XVI ambas iglesias se unieron, pero la bizantina conservó su matriz monástica. De aquí nacen las llamadas Iglesias Ortodoxas, sin comunión con el Papa, y las Católicas Orientales, como la bizantina, en comunión papal.
Las actividades
El monasterio de la Transfiguración es "idiorrítmico", es decir, los tres monjes completan sus tareas de acuerdo a sus necesidades. La actividad, los días de semana, comienza antes de la salida del sol. Rezan en dos turnos, uno matutino y otro vespertino. No utilizan instrumentos musicales, sí cantos gregorianos. Luego buscan leña, estudian, recogen donaciones y hacen compras en Pigüé, a diez kilómetros.
Se juntan en el almuerzo y en la cena, que bendicen cantando el padrenuestro mirando al este. Los sábados y domingos, abren el monasterio al público. Desde un radio de 150 km se acercan los devotos a las diferentes misas y actividades. Luego de la Divina Liturgia, se ofrece un ágape -de origen apostólico- llamado "Trápeza", en donde se hace una introducción "a los misterios de la vida", compartiendo una comida ritual. La Nochebuena y Navidad, las festejan el 6 y 7 de enero según el calendario juliano. "Cualquiera puede venir a celebrarlas, en tiempo real con el Oriente".
Un elemento que los une es la Filocalia u Oración en Nombre de Jesús. Es un rezo que practican varias veces al día, en soledad o compañía: "Señor, Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador". El monasterio está gobernado por un Higúmeno, o Superior. En este caso el padre Sergio, que es además iconógrafo y fitoterapeuta. Dionisio es ecónomo y botánico. Traduce textos del eslavo eclesiástico al castellano. Ambos son monjes de Gran Hábito Angélico (de vida solitaria y retirada).
Por su parte, Jonathan es artesano y fotógrafo, además de monje de grado Rasóforo (conserva su nombre civil, está en la búsqueda de su salvación por medio de la ascesis y obediencia). El padre Sergio prepara pócimas y remedio naturales que son muy solicitados. Sus recetas son sacadas de antiquísimos tratados herméticos. "Mi único problema son los agroquímicos, que están matando a las hierbas", expresa.
"A veces necesitamos tener un mapa para salir de la influencia de la energía negativa", sugiere Dionisio. Dan consejos y consuelo, reciben enfermos, familias con problemas o personas que estén en una búsqueda interna. También hacen retiros espirituales. "La naturaleza responde a hábitos, si eso no se respeta, podés vivir alterado. Las fuerzas del mal se ven en el creciente egoísmo", concluye el monje, quien pasa sus días meditando en la soledad de las sierras de Curamalal.
Fotos: Ricardo Pristupluk
Edición fotográfica: Fernanda Corbani
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