Tienen entre 19 y 26 años, y comparten la angustia de no poder proyectar un futuro ante la agresiva escalada de precios
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“Ansiedad”, “incertidumbre” y “falta de futuro”. Estas son algunas de las sensaciones que listan los más jóvenes cuando se les pregunta por la economía y la situación del país. Tienen entre 19 y 26 años, y si bien crecieron en un contexto económico inflacionario, es la primera vez que viven una escalada de precios como la actual. Cuando nacieron, la crisis de 2001 estaba en su pico o por desencadenarse, aunque solo recuerdan de ella retazos de conversaciones de sus padres.
“Por suerte, tengo el privilegio de contar con el apoyo de mi familia”, dijo a LA NACION Mora Marrero, de 19 años, que cursa las carreras de ciencia política y periodismo, mientras trabaja cuidando niños. “Como estudio, no me dan los tiempos para hacer algo más”, agregó la joven, y precisó que vive con su familia en Ciudad Evita, La Matanza.
Con sus pares, Marrero discute sobre la coyuntura. “Es un tema muy hablado, estés donde estés todos comparten su noción de la economía y, en general, coincidimos en el sentimiento de tristeza, de querer cosas que no podemos tener y de ser testigos de cómo todo aumenta”, detalló la joven.
Dos semanas atrás, el Indec confirmó que la inflación de abril fue de 8,4%. La variación de precios de los últimos 12 meses alcanzó el 108,8% y la acumulada en el primer cuatrimestre fue de 32%. Se trata del dato de inflación mensual más alto desde abril de 2002 (10,4%) y el mayor interanual desde 1991.
Axel Ance, de 26 años, es independiente y vive con un amigo con el que comparte los gastos fijos del alquiler y los servicios de la vivienda. Creció y vive en la Capital. Es actor, músico, productor y, además, realiza trabajos administrativos de forma remota para un estudio jurídico en línea.
“Se hace cada vez más difícil”, indicó Ance a LA NACION sobre sus perspectivas a largo plazo. El joven artista quiere crecer en su oficio, pero para eso necesita invertir en herramientas de trabajo que son productos importados y, por ende, sus precios suben a medida que crece la diferencia entre el peso y el dólar.
“Da mucha inseguridad e incertidumbre. Nunca se sabe qué se podrá hacer en unos años, más que nada por la imposibilidad de planear ciertos gastos”, sumó Julia García Espil, de 22 años, que estudia licenciatura en actuación y trabaja cuidando niños. Llegó desde el interior bonaerense a radicarse a la ciudad de Buenos Aires. Sobre su percepción de la actualidad, detalló: “Los jóvenes estamos con esta sensación de que quizás antes, hace 20 o 30 años, las personas no se preocupaban tanto por cómo iban a poder vivir en el futuro”.
Para García Espil fue útil pedirles a sus padres consejos económicos. Además del hábito del ahorro, hubo algo menos concreto que la joven recuerda bien. “Me dijeron que siempre en algún momento se acomodan un poco las cosas y que vamos aprendiendo a encontrarle una solución a la crisis”, relató.
Juana Poulisis, médica psiquiatra, precisó a LA NACION cuál podría ser el rol de los adultos en una coyuntura económica como la actual. “Tenemos que ser un ejemplo de cómo surfeamos esta situación. Poder comunicar las vivencias pasadas y transmitir el valor del trabajo y el esfuerzo es muy importante”, señaló la especialista, quien aclaró que “sin desmerecer la crisis, la tenacidad es clave en estos contextos”.
Según Nicolás Litvinoff, economista y director de Estudinero.org, para los jóvenes entre 19 y 26 años la inflación no es algo nuevo, sino que convivieron en un contexto inflacionario prácticamente desde que tienen consciencia. “Todo lo que aprendemos sobre el dinero, lo hacemos en nuestras casas, observando a nuestros padres y viendo cómo se manejan con los gastos y las compras. En ese aprendizaje, ya está embebido un comportamiento ante la inflación que los padres de estos adolescentes aplicaron durante su crecimiento, y por eso hoy ellos tienen ciertas herramientas para defenderse”, consideró.
Emigrar
José Sahovaler, psicoanalista, psiquiatra y autor del libro La erótica del dinero, afirmó en diálogo con LA NACION que cada vez escucha un porcentaje mayor de jóvenes que están viendo cómo irse del país. “No ven un futuro acá. Buscan irse de cualquier manera, incluso sin un un perfil profesional”, dijo.
Bianca Di Nunzio, de 21 años, decidió dejar de trabajar para enfocarse en sus estudios en comunicación publicitaria e institucional. A solo cuatro finales de concluir su carrera universitaria, señaló a LA NACION que su próxima meta es recibirse y conseguir trabajo. Sobre sus perspectivas a largo plazo, sostuvo que se imagina fuera del país: “Me gusta vivir en la Argentina, está toda la gente que quiero y es donde siento que está mi hogar. Pero en cuanto a lo económico, las cosas básicas parecen un lujo, como acceder a una educación o una vivienda”.
Destacó, además, que comparte este sentir con sus pares. “Nadie tiene mucha esperanza en el futuro. De las personas con las que hablo, muchos se quieren ir a vivir al exterior para trabajar tal vez de cosas que no harían acá. Se van a juntar plata y después vuelven”, indicó la joven, que enfatizó: “No hay correlación. No puede ser que lo que uno cobra por trabajar de lunes a viernes todo el mes sea lo mismo que lo que cuesta el alquiler de un departamento”.
“Uno de los efectos más nocivos que tiene la inflación es la sensación de que no se puede ahorrar para poder comprar un auto, una casa o un departamento. Cuando los adolescentes comienzan su camino como jóvenes profesionales, los sueldos que ganan no suelen ser muy altos, y es probable que tengan la sensación de que el excedente que puedan generar no les va a alcanzar ni cerca para poder cumplir sus objetivos. Esto puede desmoralizar o deprimir”, señaló Litvinoff.
La pregunta vocacional cambió
Esperanza Segovia tiene 24 años y es técnica en administración de empresas. Vive con su familia, trabaja como mesera y, además, de pastelera en un emprendimiento personal. A pesar de que utiliza sus estudios para organizar su negocio, a veces la coyuntura le es adversa. “Por lo general, una torta se presupuesta una o dos semanas antes del pago de la misma. Entonces necesito pensar que en dos semanas, cuando esté haciendo el pedido para reponer la mercadería, no me va a costar lo mismo que el día que la presupuesté. Si bien hay formas de contemplar las proyecciones de la inflación en los costos de la mercadería, incluso así a veces salgo perdiendo”, ejemplificó.
Sahovaler compartió con LA NACION su análisis respecto de cómo afecta a los jóvenes la escalada inflacionaria. “Veo que hay una mayor elección de carreras que tienen que ver con la generación de dinero, como ciencias económicas, marketing o gerencia empresarial. Pareciera que la pregunta vocacional estuviese inclinada en cómo producir ganancias. Antes se preguntaba ‘¿Qué te interesa?’ Hoy la pregunta es ‘¿Cómo vas a sobrevivir?’”, explicó.
“Con título en mano me dijeron que te pagan más”, señaló Di Nunzio a LA NACION, quien precisó que trabajó como pasante en una startup de tecnología, pero que con lo que ganaba solo podía pagar sus alimentos, algunas salidas con amigas y fotocopias de apuntes de la facultad. “Llegaba a fin de mes y no me sobraba nada, nunca pude ahorrar”, añadió.
Como su familia es de Tandil, sus padres costean actualmente el departamento en el que vive en la ciudad de Buenos Aires, así como sus gastos corrientes. Sin embargo, la sensación de estar en falta aparece en cada consumo: “No es que compre tantas cosas, pero voy a la verdulería y capaz me gasto $7000 y no lo puedo creer. Me da mucha culpa y entonces me encuentro dándoles un montón de explicaciones a mis padres de cómo y dónde se me fue tanto dinero, porque no es que yo salgo a comprar ropa o alguna pavada con la que me encapriché, lo hago fundamentalmente en comida, SUBE y fotocopias”, concluyó la joven.
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