Cómo la guerra en Medio Oriente canaliza ideas antisemitas en la Argentina y qué sugiere la DAIA
El actual enfrentamiento entre Hamas e Israel, según coinciden expertos, ha vuelto a servir de excusa para alimentar viejas ideas antisemitas; las denuncias en facultades de la UBA
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Las teorías judeofóbicas existen hace más de 2000 años. En el Holocausto fueron exterminados 6.000.000 de judíos. Desde 1948, año en que se fundó el Estado de Israel, en Medio Oriente, el conflicto territorial con el pueblo palestino, según indican fuentes consultadas por LA NACIÓN, ha funcionado para algunos sectores como un gran vehículo para canalizar y disfrazar su antisemitismo de “causa justa”. Es decir, no emiten una postura sobre la situación en la Franja de Gaza, sino que promueven ideas y agresiones contra los judíos del mundo.
En las últimas semanas, luego del ataque salvaje del grupo terrorista Hamas y la contraofensiva israelí, en la Argentina y en muchos otros países hubo un rebrote de manifestaciones de odio hacia la comunidad judía. Mientras tanto, referentes de la comunidad islámica local también denuncian que padecen la islamofobia que generan los grupos fundamentalistas.
La situación actual en Medio Oriente es atroz. Los terroristas de Hamas ingresaron el 7 de octubre pasado a territorio israelí y decapitaron bebés, cortaron a mujeres embarazadas y le dispararon a los fetos, entre una enorme lista de atrocidades que incluye más de 1200 muertos, entre ellos nueve argentinos, y más de 240 secuestrados. Como parte de su estrategia defensiva, Israel avanza sobre territorio gazatí de manera implacable, en una lucha compleja contra un enemigo que usa a los palestinos como escudo. En consecuencia, han muerto insurgentes, pero también miles de civiles.
El actual enfrentamiento entre Hamas e Israel ha vuelto a servir de excusa para alimentar viejas ideas antisemitas. Algunos de los últimos ejemplos locales de agresiones a los judíos fueron el piedrazo que recibió la escuela Martín Buber, en Palermo, la estrella de David pintada en la puerta de un edificio en Caballito para señalar que allí viven judíos –algo que también se realizaba en la Alemania nazi y por estos días volvió a hacerse en algunos lugares de Europa–, y un hombre fue detenido en Villa Urquiza por publicar amenazas antisemitas.
Los gestos antisemitas en la Capital alcanzaron los claustros universitarios. Esta semana se denunciaron varios actos antisemitas dentro de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en las sedes donde se dictan las carreras de Psicología, Filosofía y Letras, Medicina y Ciencias Económicas. También hubo problemas dentro Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González. En esas facultades de la UBA, en particular en Filosofía y Letras, estudiantes denunciaron que les gritaron “judíos de mierda” en los pasillos y destrozaron afiches con fotos de israelíes secuestrados. De hecho, señalan que las pintadas y los carteles contra Israel aparecieron inmediatamente después de ataque terrorista. Dicha facultad emitió un comunicado señalando el ataque terrorista de Hamas y la “escalada de violencia por parte del Estado de Israel”. Y al final de ese documento llaman a “renovar el compromiso contra la estigmatización”.
Según indicaron fuentes de esa facultad, retiraron las esvásticas y otras pintadas antisemitas, pero no iniciaron ninguna investigación para dar con los culpables del hostigamiento denunciado. Por parte de la UBA, aún no hay ningún comunicado oficial sobre el tema.
En el caso de la Facultad de Medicina, unos 100 alumnos de la comunidad judía le presentaron una carta al decano, Luis Brusco, exigiendo condiciones para volver a “sentirse seguros” en esas instalaciones y denunciando el bullying de sus compañeros de cursada por la religión que profesan.
“Se han generado varias situaciones de odio y amenaza a nuestra comunidad, únicamente por la condición de judíos. Dentro de este marco, queremos remarcar el accionar de nuestros compañeros militantes del Frente de Izquierda, los cuales han comenzado una cruzada que lleva como estandarte generar y esparcir odio hacia los integrantes de nuestra comunidad”, denuncia la carta que llegó a manos de Brusco.
A raíz de ese texto, el decano mantuvo hoy una reunión con autoridades de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), donde se “coordinaron acciones” y los alumnos tendrán contacto directo con una de las secretarias de decano para “monitorear el día a día”, según explicaron fuentes de la institución.
El reclamo de la respuesta “proporcionada”
¿Por qué se supone que en este conflicto entre Hamas e Israel sí hay una manera “proporcionada” de responder frente a una masacre contra los civiles? ¿Por qué sectores de la sociedad ni siquiera realizaron una publicación en redes sociales cuando Hamas atacó a Israel, pero sí se muestran en contra del avance del ejército israelí? ¿Es ese estado de estupefacción selectiva una de las formas del antisemitismo?
“Desde el año 2010 venimos analizando lo que ocurre en redes sociales respecto del antisemitismo, el que es constante durante todo el año, pero aumenta cada vez que algún tema de la comunidad judía o de Israel cobra relevancia. Particularmente en los conflictos de Medio Oriente observamos que muchas críticas al Gobierno de Israel tienen un fuerte sesgo discriminatorio y confunden la política de un Gobierno con la comunidad judía de los países. Acompañar la causa palestina no tiene por qué implicar discriminar a los judíos, como tampoco condenar el terrorismo de Hamas o ISIS quiere decir promover la islamofobia”, describe Ariel Seidler, director de programas del Congreso Judío Latinoamericano.
“El 7 de octubre vimos atrocidades que en su nivel de crueldad fueron comparables a el Holocausto. ¿Cuál debería ser la manera proporcionada de responder a eso? Siempre hay una doble vara con Israel; en la cercana Siria murieron 500.000 personas y el mundo no dijo mucho al respecto. Pero cuando Israel intenta luchar contra el fundamentalismo hay voces que se alzan en contra. Sin lugar a dudas están canalizando su antisemitismo. Son odios antiguos con palabras nuevas”, asegura Marcos Cohen, vicepresidente de la DAIA.
Jonathan Karszenbaum, director del Museo del Holocausto de Buenos Aires, señala que el antisemitismo tiene una larga historia y una de sus primeras manifestaciones fue la falsa acusación, hace más de 2000 años, sobre el asesinato de Cristo, y desde entonces ha mutado hasta llegar al “antisemitismo moderno”.
“Durante el primer milenio europeo, los judíos empezaron a cumplir un rol económico y administrativo importante y muchas veces esto generó rispideces y odios que derivaban en acusaciones de usura. Luego de las Cruzadas hubo hasta acusaciones de ser causantes de pestes, hasta llegar a las acusaciones modernas vinculadas con que los judíos no eran leales a las patrias donde vivían. Luego se instaló la idea de una cofradía judía que pretendía dominar el mundo a través de los banqueros. Estos prejuicios fueron llevados al extremo por el nazismo, que exterminó a 6.000.000 de judíos”, detalla Karszenbaum.
Resalta, además, que con la creación del Estado de Israel, sus enemigos fueron reviviendo estos viejos prejuicios. “Por eso hay que distinguir las críticas a los políticos del Estado de Israel, con la negación de la existencia del Estado de Israel. Esto último es una evolución del antisemitismo”, agrega.
Santiago Kovadloff, filósofo y ensayista, opina que el núcleo del pensamiento antisionista puede ser leído como una reconfiguración del sentimiento antisemita porque no se trata de una embestida contra los judíos israelíes y la destrucción del Estado de Israel, sino contra los judíos del mundo. “Por eso, creo que un judío puede no ser israelí, pero ningún judío puede vivir de espaldas a Israel. De hecho, pienso que lo irremediable de la diáspora se terminó cuando se crea el Estado de Israel porque les permitió a los judíos ganar una identidad nacional”.
Por su parte, Eial Moldavsky, filósofo, analiza que hay componentes antisemitas que pueden explicar algunas reacciones ante el conflicto, pero no cree que esa sea la única explicación. “Muchas veces los conflictos se leen con categorías tales como oprimidos y opresores que simplifican algunos asuntos y dificultan la profundización de los que está pasando. A su vez, opino que a las personas no nos pueden interpelar todos los conflictos que surgen en el planeta, y por lo tanto algunos no profundicen y usen categorías como las que mencioné que sirven para economizar el conflicto. También es cierto que en Gaza se vive muy mal y seguramente Israel tenga alguna responsabilidad en eso. Encontrar un discurso de centro que empiece a reconstruir los puentes con algunos sectores con los que se perdió contacto necesariamente implicará conceder que en determinadas cuestiones Israel tiene una responsabilidad”, aduce Moldavsky.
Las repercusiones del conflicto en la comunicad islámica
Adalberto Assad, presidente de la Asociación Árabe Argentina Islámica, lamenta que su comunidad también está viviendo una situación crítica. “Estamos acostumbrados a convivir con todos los credos. Yo me eduqué con judíos y tengo grandes amigos judíos. Se está mezclando todo lo que pasa en Medio Oriente con nuestra comunidad y con el islam. Hoy a nosotros también nos pasa que a algunos los insultan en la calle, es muy triste”, detalla Assad.
El referente asegura que se está fomentando el odio y que los grupos violentos nada tienen que ver con el espíritu verdadero de su comunidad. “El islam es una religión de paz. En el Islam se dice que si salvas una sola vida, salvás a toda la humanidad. Grupos como ISIS o Al Qaeda, dicen que matan en nombre del islam, pero son todo menos islámicos. Nosotros nos preguntamos de dónde salen estos grupos y quién los fomenta. Los propios musulmanes los han combatido porque es un desprestigio para nuestra comunidad. El ISIS, por ejemplo, fue rechazado por los sabios del mundo islámico. Hay que pedir la paz, está muriendo gente de ambos lados. Repudio totalmente el ataque de Hamas, como también me parecen horrorosas las muertes del lado palestino, entre ellos miles de niños. Hay que reconstruir los lazos y dar una solución territorial equitativa para ambos pueblos”, resalta Assad.
LA NACION también se comunicó con autoridades del Instituto de Diálogo Interreligioso, pero prefirieron no participar de este artículo.
¿Cómo se opera en redes sociales para promover ideas antisemitas?
Seidler describe que hay un primer antisemitismo más “básico y burdo” vinculado a la generalización, es decir, culpar a los judíos por lo que está ocurriendo en Medio Oriente. A su vez, continúa Seidler, se mezclan ahí algunos contenidos de extranjerización, es decir, se promueve la idea que si una persona es judía no puede ser argentina, uruguaya o mexicana. Los mismo sucede, argumenta Seidler, con la islamofobia y la generalización que todos los musulmanes son terroristas.
“Todo este contenido en general es puesto por usuarios sueltos, que amparados por la sensación de anonimato de las redes. En segundo lugar, tenemos un caldo de cultivo en cuentas se encuentran sistemáticamente publicando contenido sin revisar la veracidad de lo informado, o simplemente adrede, utilizando imágenes de otros conflictos, imágenes antiguas, desinformando y editando maliciosamente contenido. Incluso, como vimos, hay llamados a atentar contra instituciones escolares de la comunidad judía. Estos contenidos son fácilmente viralizables, generan muchas interacciones. En ocasiones, esto se traslada a nuestra vida offline y termina en pintadas, agresiones o la violencia que vemos en las calles. Recibimos cada vez más denuncias de miembros de la comunidad que son agredidos verbalmente en la calle”, lamenta Seidler.
¿Cómo debe actuar la comunidad frente a las amenazas?
“Frente al antisemitismo, entendemos que, además de cuidarnos internamente y junto con las fuerzas de seguridad, debemos seguir nuestra vida judía con total normalidad. Nuestras instituciones funcionan a pleno a pesar de haber sufrido en Israel un ataque sin igual”, concluye Cohen.
Sin embargo, hay colegios judíos que le pidieron a sus alumnos que dejaran de usar los uniformes. A su vez, frente a la consulta de LA NACION, dos instituciones educativas judías prefirieron no dar su testimonio para resguardarse.
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