"La única razón por la que desarrollé la Terapia Dialéctica Comportamental es para ayudar a otras personas a construir vidas que valgan la pena ser vividas. Cuento mi historia porque, si yo pude, a pesar de todo lo que me pasó, entonces otros también pueden". Marsha Linehan, hoy una especie de rockstar de la psicoterapia, me lo dice con serenidad pero con firmeza.
Estamos en el rincón menos ruidoso del lobby del hotel de Puerto Madero donde la alojaron los organizadores del primer Congreso Latinoamericano de DBT, (Dialectical Behavior Therapy) un tratamiento que demostró muy buena respuesta en pacientes caracterizados por una alta vulnerabilidad emocional.
Linehan, terapeuta e investigadora estadounidense, profesora de la Universidad de Washington en Seattle, es una de las grandes referentes internacionales en prevención del suicidio y abordaje de pacientes con TLP (Trastorno límite de personalidad, antes conocido como trastorno borderline), caracterizado por inestabilidad emocional, pensamiento extremadamente polarizado y dicotómico, impulsividad, relaciones interpersonales caóticas, muy baja tolerancia a la frustración, ráfagas de rabia ingobernables y sensación de vacío, pero todo experimentado con mucha más intensidad que el promedio de las personas.
El siguiente dato es sencillamente escalofriante: según la Organización Mundial de la Salud, 800 mil personas se quitan la vida cada año. Hay más muertos por suicidios que por homicidios, guerras o catástrofes naturales. ¿Hay algo que pueda empeorar este panorama? Sí. En adolescentes y jóvenes de hasta 30 años el suicidio es la segunda causa de muerte. Que los números sean epidemiológicamente gravísimos y que sin embargo se hable tan poco del tema confirma que el suicidio sigue siendo un tabú que aun hoy se oculta no solo por el dolor que causa en las familias sino muchas veces por las ideas de culpabilidad y vergüenza que circulan en los deudos.
Pero por suerte hay mucho que hacer en la prevención y los nuevos abordajes terapéuticos muestran efectividad a la hora de disminuir las conductas suicidas y parasuicidas. ¿Qué debe responder una madre o un padre frente a un hijo/a que manifiesta que ya no quiere vivir? ¿Cómo puede ayudar la familia a un integrante que aparece con quemaduras, cortes u otras autolesiones sobre su cuerpo? ¿Cuáles son las estrategias más efectivas que un terapeuta puede usar frente a este tipo de pacientes?
Su historia de padecimiento mental
Durante la entrevista que le hago para Terapia de Noticias, por LN+, una frase de Linehan me impacta. Le pregunto si le molesta hablar de su propia historia como paciente grave. Me contesta que la formulación debe ser diferente: no importa si a ella le molesta o no, sino si esa historia puede ayudar a otros que padecen lo mismo que ella atravesó en su juventud. Entonces viaja a sus 17 años y rememora sus intentos de suicidio, sus hospitalizaciones y también cómo, años más tarde, la práctica activa del budismo Zen y la incorporación de herramientas del mindfulness fueron claves en su propia recuperación y hoy son parte del tratamiento que diseñó.
Aclaraciones finales: en la entrevista se observará que Linehan usa la palabra "cliente" para referirse a los pacientes. También se puede traducir como "consultante". Del mismo modo la terapeuta hablará de "venderle al paciente la idea de...". El verbo vender tampoco debe interpretarse aquí de modo literal, sino que funciona como sinónimo de persuadir.
En el emotivo final de la charla aparece la hija adoptiva de Linehan, Geraldine, y Pablo Gagliesi, psiquiatra, terapeuta, fundador y co-director de la Fundación Foro, que organizó el congreso en Buenos Aires.
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