PUERTO ARGENTINO.- Decenas de turistas se agolpan en la puerta de una construcción prefabricada blanca, con techo de chapa verde pasto, donde funciona una tienda de artesanías y souvenires en la ciudad. Tres militares en uniforme de tela camuflada cierran con fuerza el portón de un galpón de chapa verde oliva y se dirigen hacia una grúa estacionada en una pista de aterrizaje. En la inmensidad del campo, y entre unos pocos árboles moldeados por el viento, cientos de ovejas rodean una vieja edificación con techo de metal rojo que hace de depósito de herramientas. En las islas Malvinas cohabitan tres mundos: el de Puerto Argentino, el de la base militar de Mount Pleasant y el del camp.
La primera acepción de la palabra isla en el diccionario de la Real Academia Española es porción de tierra rodeada de agua por todas partes. Las demás acepciones hacen referencia a lo apartado, a lo separado del espacio circundante. La vida en esos mundos de Malvinas está atravesada por la geografía, la inclemencia del tiempo, las insuficientes redes de comunicación y de transporte y una población diversa y cambiante.
Las islas Soledad y Gran Malvina y las más de 778 islas, islotes y arrecifes de alrededor están a 640 kilómetros del continente a la altura de la ciudad de Río Gallegos, entre los paralelos 50º 59’ y 52º 57’ de latitud sur y los meridianos 57º 42’ y 61º 28’ de longitud oeste. Ocupan 11.410 kilómetros cuadrados, casi 60 veces el tamaño de la ciudad de Buenos Aires. El terreno es rocoso, con ondulaciones suaves y algunas sierras de altura modesta (el pico más alto, el cerro Alberdi, tiene 705 metros). El tiempo es riguroso y desapacible: suele hacer frío (entre -5°C y 16°C), el viento no da tregua y es común que las condiciones meteorológicas cambien muy rápidamente. Hasta bromean con el hecho de poder experimentar todas las estaciones en un solo día.
Las comunicaciones y la infraestructura de transporte en Malvinas tienen un impacto directo en el día a día y en el desarrollo económico y sociocultural. Durante décadas, la conexión radiotelefónica al interior de las islas contribuyó a disminuir el aislamiento, especialmente de quienes vivían en el camp. Los servicios de radio y de televisión se afianzaron en la década del 80 y hoy están disponibles en todos lados. En cambio, los celulares llegaron en 2005. La cobertura móvil es deficiente y el acceso a internet es acotado. Hay hotspots o zonas wi-fi en hoteles, restaurantes y bares de la ciudad, y en unos pocos alojamientos en el camp y en las demás islas. Solo en Puerto Argentino hay 4G. Por costumbre y porque es más confiable, casi todos los vehículos 4x4 están equipados con radio. Y casi todos tienen vehículos 4x4.
En Malvinas solo hay calles asfaltadas en Puerto Argentino. El resto de los caminos son agrestes, de arcilla, tierra o ripio, no están señalizados y suelen ser intransitables en invierno por el hielo y las lluvias, por eso son necesarios los vehículos con doble tracción. La mayoría son caminos no reconocidos, donde no impera la ley. La única vía que está en proceso de pavimentación es la que une Puerto Argentino con la base militar de Mount Pleasant, construida en 1985 para unir las dos comunidades. Esa obra requirió algo único en el archipiélago: se colocaron dos semáforos, uno en cada dirección, para evitar que vehículos particulares entorpecieran el quehacer de máquinas y grúas.
Como las distancias a recorrer son grandes, el terreno es poco amigable y la red de caminos es limitada, el servicio aéreo gubernamental, conocido como Figas por sus siglas en inglés, empezó a operar en 1948 y desde entonces evolucionó de ambulancia aérea y correo a medio de transporte fundamental para pasajeros, carga y patrulla de pesca. Además, volar en los aviones Britten-Norman Islander es la manera más rápida de moverse entre las islas. El servicio es a demanda: despegan del aeródromo de Puerto Argentino, a siete kilómetros del centro de la ciudad, y aterrizan en 24 pistas de arcilla o de pasto, tanto en Soledad como en Gran Malvina, y en otras siete islas más chicas. Los precios varían según el destino -entre 55 y 110 libras- y según el pasajero sea residente o visitante.
Entre la isla Soledad y la isla Gran Malvina funciona un ferry -el Concordia Bay- que une Puerto Nuevo y Puerto Mitre, a uno y otro lado del estrecho de San Carlos. El servicio empezó a funcionar en 2008 y permitió que los pocos residentes de la isla occidental tuvieran acceso vehicular a Puerto Argentino con regularidad -todos los días, excepto los martes- y a un precio razonable: 20 libras cada adulto y 50 cada vehículo. También facilitó que los visitantes tuvieran una alternativa a Figas.
En parte por la geografía, en parte por el clima y en parte por la guerra de 1982 y la disputa de soberanía entre la Argentina y el Reino Unido por las islas y los espacios marítimos circundantes, la conexión de Malvinas con América del Sur es escasa. La única manera de llegar a las islas es en barco propio, en crucero -solo durante el verano-, o en avión. Hay tres vuelos semanales que llegan al único aeropuerto internacional de Malvinas, construido en 1985 en la base militar de Mount Pleasant, a casi 60 kilómetros de Puerto Argentino. Dos de esos vuelos parten desde el Reino Unido ( "para ayudar al desarrollo económico y social de las islas y al movimiento de efectivos y provisiones para la base militar") y el otro sale desde Chile.
Conocido como airbridge (puente aéreo), el vuelo desde el Reino Unido sale los miércoles y los domingos de Brize Norton, el centro de operaciones de la Royal Air Force en el condado de Oxfordshire, 120 kilómetros al oeste de la Torre de Londres. El viaje, operado por la empresa AirTanker, dura 22 horas porque hace escala en Cabo Verde para recargar combustible y rotar tripulación. El pasaje de ida y vuelta tiene una tarifa fija de 2222 libras para adultos no residentes en Malvinas y de 1111 para niños mayores de dos años. Se compra a través de la oficina del gobierno de Malvinas en Londres, pero no puede adquirirlo cualquiera: como el airbridge funciona en instalaciones del Ministerio de Defensa, ciudadanos de ciertos países –Bielorrusia, China, Egipto, Irán, Libia, Corea del Norte, Rusia, Siria, Ucrania y Vietnam– no pueden volar.
El único vuelo que conecta América del Sur con las islas es operado por Latam. Sale los sábados de Santiago de Chile y hace escala en Punta Arenas, y un sábado al mes hace escala a la ida y el siguiente sábado a la vuelta en Río Gallegos, en la provincia de Santa Cruz. El ticket de ida y vuelta tiene tarifa variable, sujeta a la demanda, aunque suele oscilar entre 800 y 1300 dólares. Se estila comprar los pasajes con meses de anticipación porque los aviones en general van llenos, especialmente durante el verano.
A las 16.30 se termina la jornada laboral y son muy estrictos con eso: el balance trabajo-ocio se cuida
Para suplir la escasa conexión aérea y mejorar la accesibilidad desde y hacia las islas está previsto un segundo vuelo desde América del Sur, también operado por Latam, que empezaría a operar en octubre de este año, con el despunte de la temporada alta turística de 2019/2020. Partirá una vez por semana de San Pablo, Brasil , hacia el archipiélago, y hará una escala mensual a la ida y a la vuelta en la ciudad de Córdoba.
La gente
Sin contar la dotación militar, en Malvinas viven poco más de 3200 personas, de 60 nacionalidades. En Puerto Argentino viven 2466 -casi el 80 por ciento de la población total- y el resto vive en la base de Mount Pleasant o en el camp, que es como llaman a todo lo que no es Puerto Argentino. Según el último censo, de 2016, la población había crecido 15 por ciento desde el anterior censo, de 2011. La migración neta (la diferencia entre el número de inmigrantes y emigrantes) es el principal impulso de crecimiento de la población en el archipiélago y es el único determinante de crecimiento a largo plazo.
El 43 por ciento de la población de Malvinas nació en las islas. Del resto, 48 por ciento nació en el Reino Unido, 17 por ciento en Santa Helena, 11 por ciento en Chile y el 24 por ciento es oriundo de otros 56 países. Según el censo, solo cinco residentes nacieron en la Argentina continental. Es una comunidad chica y diversa.
La edad promedio en Malvinas es de 38 años. El 18 por ciento de la población tiene hasta 14 años, 71 por ciento tiene entre 15 y 64 años y 11 por ciento tiene 65 o más. La cantidad de personas mayores -con más de 65 años- aumentó 16 por ciento entre 2011 y 2016. Según información oficial, quienes viven en el camp tienden a ser más grandes, especialmente en la isla Soledad.
El idioma más hablado en Malvinas es el inglés y le siguen el castellano, el shona y el filipino, en sintonía con el incremento de la inmigración chilena, zimbabwense y filipina, vinculado a la demanda de trabajadores para los sectores turístico y rural, para el desminado del terreno y para la gastronomía y la hotelería, respectivamente.
Justamente es la demanda laboral la que impulsa que muchas personas se muden a las islas. En Malvinas hay pleno empleo: el índice de desempleo es de 1 por ciento. El mayor empleador es el sector público, con el 29 por ciento del total de trabajadores. El ranking lo completan el sector agropecuario -12 por ciento- y el de comercio -11 por ciento-. Además, el 20 por ciento de la gente que trabaja tiene dos o más empleos y aproximadamente un cuarto de esas segundas ocupaciones están vinculados al sector turístico y a la temporada de verano.
Entre octubre y marzo, durante la temporada alta, Malvinas vive una transformación por la llegada de cientos y hasta miles de personas en un día. Muchos residentes de Puerto Argentino se vuelcan al turismo a tiempo completo como conductores, guías, intérpretes, recepcionistas, botones. Algunos se mudan de la ciudad a islas más chicas para trabajar en hotelería y gastronomía y en su lugar llegan extranjeros -como trabajadores temporarios- que se van del archipiélago entre marzo y abril. El turismo genera 10 millones de libras al año y es el segundo sector más importante de la economía local después de la pesca: representa un 6,6 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI).
En los últimos ocho años, en sintonía con la "Estrategia de Desarrollo Turístico" del gobierno, el turismo despegó. La cantidad de visitantes que llegaron a Malvinas en cruceros se incrementó 42 por ciento y el número de los que llegaron en avión o en barcos privados trepó 48 por ciento, sin contar las visitas a amigos y familiares ni los viajes de negocios, que crecieron a la par del crecimiento de la población.
Puerto Argentino
En la capital de Malvinas es posible cruzarse con una persona haciendo running por la costanera a la mañana, ver a esa misma persona en un supermercado al mediodía, encontrarse también durante la cena en un restaurante y luego coincidir en un pub. La ciudad tiene 2,5 kilómetros cuadrados (ochenta veces menos que la ciudad de Buenos Aires) y la oferta de comercios, restaurantes y bares es escasa. A pesar de que las distancias son caminables y de que muchos son amantes de la vida al aire libre, la gran mayoría de los vecinos de Puerto Argentino se mueve de un lado al otro en auto (¡en camioneta!) durante el día. Las veredas están prácticamente libres de adultos: solo los chicos en edad escolar las transitan. De noche, a la hora de las cervezas y los cócteles, la escena cambia porque hay cero tolerancia para quienes tomaron alcohol y manejan, así que muchos caminan o toman taxis.
La educación es pública y gratuita. Hay un jardín de infantes, una escuela primaria y una escuela secundaria que oficia de centro cultural y deportivo, con biblioteca, pileta cubierta, gimnasio, cancha multideporte, canchas de squash y salones de usos múltiples. Muchos de los chicos van de sus casas al colegio en bicicleta: algunos las "estacionan", una al lado de la otra, en el bicicletero; otros, más desprolijos, las dejan por ahí, sin candado, sin traba. En Puerto Argentino no hay robos.
La ciudad arranca temprano: casi todos se despiertan entre las 7 y las 7.30 porque los niños entran al colegio a las 8 y el horario de entrada a la mayoría de los trabajos es a las 8.30. De 12 a 13 o de 12.30 a 13.30 es la hora del almuerzo. A las 16.30 se termina la jornada laboral y son muy estrictos con eso: el balance trabajo-ocio se cuida. A las 17 empieza la hora pico de los comercios, especialmente de los dos supermercados grandes, el West Store, en Ross Road, la calle principal, y el Chandlery, en Airport Road, la calle que bordea a Puerto Argentino. Hacia las 17.30 hay una división tajante: están los que se van a sus casas; están los deportistas; están quienes van a los pubs a charlar, jugar a los dardos, ver partidos de fútbol y tomar cerveza tirada (hay una sola cervecería local, Falkland Beerworks, pero mucha oferta de cervezas británicas). La cena -casi siempre con carne, cordero, cerdo, pollo o pescado- es entre las 19 y las 20. La gente se junta mucho a comer con amigos o compañeros de trabajo y los dos restaurantes del centro, el del Malvina House Hotel y el del The Waterfront Boutique Hotel, suelen estar llenos, por eso es muy común hacer reservas. También se reúnen seguido en casas.
Entre octubre y marzo, Malvinas vive una transformación por la llegada de cientos y hasta miles de turistas en un día
Muchos de los que viven en Puerto Argentino aprovechan los días del fin de semana para dedicarse a la casa (jardinería, arreglos), hacer deportes o salir de la ciudad. Juegan al fútbol, tenis (bajo techo), squash y golf y hacen trekking y running. Las islas son un paraíso para los amantes del avistamiento de flora y fauna silvestres y de la fotografía amateur. Hay 171 especies nativas de plantas, cinco especies de pingüinos, cientos de especies de aves, elefantes marinos, lobos marinos, delfines y orcas.
Los viernes y los sábados son los días de salidas nocturnas. Hay muchas fiestas privadas, en casas. Y aunque no hay boliches, los pubs funcionan como tales: entre las 21.30 y las 22.30 están llenos de gente de todas las edades. La concurrencia es variada, están los jefes y los empleados; los profesores y los exalumnos; están también los militares. A la medianoche se termina la diversión.
Mount Pleasant
La vida en la base militar de Mount Pleasant está teñida de color verde oliva y es distinta de la de Puerto Argentino. Los militares y los civiles que trabajan y viven ahí no tienen necesidad de ir a la capital. La base funciona como una ciudad en sí misma: tienen sus casas, un colegio primario, un centro de salud, un supermercado grande, comercios y hasta un cine, el único de las islas. Y todo está pintado de verde oliva. Como es zona militar, el ingreso a Mount Pleasant está prohibido para civiles y fuertemente custodiado.
Hay tres situaciones en las que los militares y sus familiares interactúan sí o sí con quienes viven en Puerto Argentino: cuando la gente llega o se va de las islas en avión, porque el único aeropuerto internacional está dentro del complejo; cuando los niños terminan la primaria y tienen que empezar la secundaria, porque la única está en Puerto Argentino, y los sábados a la noche, cuando quieren salir, porque los pubs están en la ciudad.
El camp
Los usos y costumbres de quienes viven en el camp son similares a los de quienes viven en cualquier zona rural poco habitada. Se despiertan al alba -hay que aprovechar la luz-, trabajan la tierra y los animales, descansan al mediodía, se van a dormir temprano. No tienen horarios rígidos ni días libres prefijados como en la ciudad. A falta de mate, tienen smoko: una pausa con té o café y galletitas caseras, muy popular en Malvinas. Muchos tienen pet sheep, o sea, alguna oveja mascota.
La educación primaria para los niños del camp es particular. Solo hay cuatro escuelas, en Bahía Fox, Puerto Mitre, Prado del Ganso y Brazo Norte. Quienes viven en otros asentamientos, tienen clases a distancia (online, a través de Skype) y un equipo de profesores viajeros que compensan la falta de educación formal presencial. Los más grandes van a la escuela en Puerto Argentino y viven en un alojamiento pupilo. Al igual que los estudiantes de la ciudad, los del camp que cumplen 16 años y quieren seguir estudiando tienen que hacerlo afuera: en Malvinas no hay institutos técnicos ni universidades, pero el gobierno local financia la educación superior en el Reino Unido.
La vida solitaria en el camp está sujeta a Figas, el servicio aéreo gubernamental que conecta Puerto Argentino con los asentamientos alejados. En esos aviones de ocho plazas van personas, correo y carga (incluidas, por ejemplo, las compras hechas online). Figas no tiene itinerarios fijos y los horarios y recorridos dependen de quién viaja y hacia dónde, y del clima. En el camp, con excepción de evacuaciones sanitarias, el aterrizaje de un Britten-Norman Islander suele ser una buena noticia.
Pasado y futuro
"Los isleños somos más que un conjunto de fechas y eventos históricos", reza un folleto del gobierno local. A pesar de que en Malvinas hay una identidad cultural fuerte y mucha afinidad con el Reino Unido, en Puerto Argentino y en el camp hay muchas referencias a la historia de las islas. El mástil del barco SS Great Britain ocupa un lugar preponderante en la costanera. Los nombres de los barcos de la Royal Navy que han custodiado las islas son parte ineludible del paisaje en la ciudad, al igual que los monumentos de la Primera Guerra Mundial y de la Guerra de Malvinas, la estatua de Margaret Thatcher o las placas en homenaje a las fuerzas británicas que combatieron en 1982. Los cementerios de Darwin y de San Carlos, donde están enterrados los soldados argentinos y británicos que murieron en 1982, también son referencias obligadas en el archipiélago.
Cuando hacen mención al pasado, los isleños suelen hacer referencia a una "historia corta con períodos largos de tranquilidad interrumpidos por torbellinos de actividad compleja". A pesar de que insisten en señalar que la Guerra de Malvinas duró "solo" 74 días, el conflicto de 1982 marcó un antes y un después en la vida de las islas. Desde entonces, la relación con el gobierno argentino tuvo vaivenes, pero estuvo siempre marcada por la desconfianza.
En 2016, los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido comenzaron un proceso de acercamiento y establecieron una relación más amistosa que en el pasado. Ese año, el entonces secretario de Relaciones Exteriores de la Cancillería, Carlos Foradori, y el ministro británico Alan Duncan firmaron un comunicado conjunto y acordaron, entre otras cosas, avanzar en negociaciones clave. Ambas partes expresaron su apoyo al proceso de identificación de los soldados argentinos enterrados en el cementerio de Darwin en tumbas con la inscripción Soldado argentino solo conocido por Dios.
El trabajo fue confiado al Comité Internacional de la Cruz Roja y al Equipo Argentino de Antropología Forense. En junio de 2017, un equipo de especialistas de varios países viajó a Malvinas, exhumó los cuerpos enterrados como NN, tomó muestras de ADN y luego las comparó con el banco de datos de familiares que tenían un soldado caído en Malvinas y sin identificar. El 26 marzo del año pasado fue un día histórico: muchos familiares de soldados identificados viajaron a las islas y estuvieron en la ceremonia de descubrimiento de las nuevas placas, con nombre y apellido. Este año, en un gesto inédito, el gobierno isleño invitó a los familiares de los soldados recientemente identificados, que viajaron el 13 de este mes y pudieron llorar y honrar a sus muertos en el cementerio de Darwin.
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