El sol pega fuerte y la temperatura se eleva en la cancha de cemento ubicada en el medio de los cinco edificios que, vistos de desde una terraza, forman una V. El calor no es un obstáculo para el grupo de chicas, adolescentes, que todos los viernes terminan ahí la jornada de debate sobre los derechos de la mujer. Corren detrás de la pelota de fútbol, algunas con pecheras naranjas, mientras los vecinos se protegen en cada porción de sombra que encuentran.
"Quedó un poco en falsa escuadra", se lamenta alguien del barrio. "La cancha de fútbol se instaló después que llegaron las familias", agrega viendo las líneas desparejas. Es un detalle menor que no contrasta con lo que se ve alrededor: 110 viviendas nuevas, diez locales comerciales, juegos para niños y una comunidad naciente en un predio donde hasta hace pocos años se utilizaba como depósito de contenedores y aguantadero de delincuentes.
Se trata de uno de los sectores más relegados de la Villa 31, aunque desde hace un año, quizás de los más codiciados, ubicado en uno de los extremos del macizo de viviendas cerca del peaje de la autopista Illia y también, de una de las zonas más caras de Buenos Aires, Barrio Parque, a pocos minutos del centro de la ciudad y de las vías de acceso.
Apenas al pasar las cabinas de peaje, en sentido hacia el centro, pueden observarse los techos de esos edificios dotados de paneles solares que generan energía utilizada para alimentar los espacios comunes como las escaleras y los paliers. Se construyeron en el sector conocido como La Containera donde se apilaban los contenedores en desuso.
Los destinatarios de esas viviendas son los habitantes de Cristo Obrero, uno de los barrios de la Villa 31, que estaban asentados donde pasará la nueva traza de la Illia. Las casas donde vivían antes se demolieron y en su lugar se fueron colocando las bases de hormigón donde se asentarán los tramos de la autopista.
El proceso de relocalización comenzó en noviembre de 2017 con el traslado de 38 familias. En octubre pasado se inició la segunda etapa que finalizará este mes con la entrega del resto de las viviendas.
"Es una casota, no una casa. Tiene tres habitaciones más un local donde puse una mercería; es lo que hacía antes Cristo Obrero, pero no tenía local, vendía ‘al voleo’. El local lo abro a las seis cuando vuelvo con los chicos de la escuela", cuenta Romina Cardozo que durante ocho años vivió junto a sus cuatro hijos y su pareja cerca de los contenedores. "Era un lugar muy oscuro, peligroso porque nos robaban muy seguido, no teníamos como escapar. Ahora estamos felices, nos cambió la vida", sostiene.
Un ambiente que se inundaba los días de lluvia, con un placard que separaba la única habitación de la cocina y el baño, en planta alta y con único acceso por una escalera de madera. Así vivió Romina y sus hijos durante cuatro años. "Cuando me dijeron ‘esas son las habitaciones’ me bajó la presión y lloré. Es un sueño tener una casa nueva, algo que siempre deseamos tener, más habitaciones para estar cómodos", dice.
Cada familia propietaria comenzará a pagar por las viviendas a medida que reciban las escrituras. En simultáneo a la relocalización de estas familias se están construyendo otras 1200 viviendas en un playón que pertenecía a YPF y donde también se edifica la nueva sede del Ministerio de Educación de la ciudad. Esas unidades serán para las familias que viven bajo la actual Illia.
Mientras tanto, en la Legislatura porteña se debate un código de obligaciones que se aplicarán sobre los complejos de viviendas. El mantenimiento de los espacios comunes estará a cargo de cada consorcio de los edificios, pero aún no están definidas otras responsabilidades que tendrán los nuevos propietarios. Por ejemplo, si pueden vender o no sus viviendas.
"Uno de los principales objetivos del proceso de reurbanización es generar arraigo, condiciones de deseo y posibilidad para que los vecinos puedan desarrollar sus proyectos de vida. No se prohibirá la venta de las casas. Las responsabilidades, tanto para el uso como la transferencia de las viviendas, esta aún en discusión", explica Diego Fernández, titular de la Secretaría de Integración Social y Urbana.
La Containera se ubica cerca de Recoleta, uno de los barrios porteños más exclusivos. Está cerca de donde se construirá el puente que unirá la Villa 31 con Recoleta, a la altura de la Facultad de Derecho y el Centro de Exposiciones, donde se instalará el edificio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), a pocos minutos del Obelisco y de vías de acceso a la ciudad. Estas características, ¿le dan mayor valor a las propiedades nuevas?
"Seguramente se revalorizan porque son buenas, están bien hechas y con escrituras. Eso las pone varios escalones por encima de las casas donde las familias vivían antes, aunque no llegan a competir con las propiedades del mercado en esa zona. Es un intermedio entre las viejas casillas y las viviendas del resto de la ciudad", responde Miguel Ludmer, titular de Interwin Marketing Inmobiliario.
Para Ludmer, el valor de la tierra si se puede comparar con los valores de la zona que, según el sitio especializado Reporte Inmobiliario, va de los 3100 a los 3600 dólares por metro cuadrado. "Si algún desarrollador inmobiliario se le ocurre comprar las 110 viviendas, algo muy difícil que ocurra, el terreno se convierte en muy valioso porque la zona es buena. La tierra vale en función de lo que puedas poner arriba", agrega.
Cada grupo familiar decidió en que grupo de edificios vivir: con techos verdes o con azules. Valeria Barrientos, a diferencia de Romina, prefirió los verdes para instalarse con su marido, Mario, y sus hijos Ceraso, Ludmila, Axel, Melany y Benjamín. El living comedor es tan amplio que el perro, Thiago, corre hasta cansarse. En las paredes aún cuelgan los restos de un cumpleaños: una guirnalda con los colores de Boca.
"El Pipa Benedetto estuvo acá. Le trajo regalos a mis hijos, pelota de fútbol, ropa y calzado que juntaron entre el resto de los jugadores. Estaba contento el Pipa", dice la mujer al borde del llanto. ¿Cómo llegó el delantero de Boca a la villa 31? A través de la fundación Boca Social ya que Axel solía ir seguido al club cuando vivían en el barrio.
Valeria y su familia habitaban un conventillo que se prendió fuego y cuando se quedaron sin techo se instalaron en la villa 31, en Cristo Obrero. "Los chicos se enfermaban, queríamos salir de ahí porque se agarraban a tiros todos los días, nos teníamos que tirar al piso. Mis hijos conocieron tres personas que mataron a la vuelta de casa, era una zona peligrosa. La peleamos, la sufrimos, pero acá estamos, agradecidos y felices por lo que nos tocó", dice la mujer.
En uno de los extremos de La Containera quedan algunos contenedores olvidados entre las bases de lo que será la nueva Illia que, además, marcará los límites de la Villa 31. Los vehículos pasarán cerca de dos edificios educativos: un jardín de infantes y un Centro de Formación Profesional para Adultos. La actividad en ambos lugares comenzará en marzo, aunque los adultos tendrán la posibilidad de contar con talleres y cursos durante el verano. Según Javier Tarulla, subsecretario de Carrera Docente del Ministerio de Educación de la ciudad, en el centro de formación se realizarán a cursos de telecomunicación, energía renovable y técnicas audiovisuales "porque la política de formación es reconvertir los oficios tradicionales en oficios del futuro".
Los vecinos del barrio también tendrán a disposición las actividades formativas del Centro de Desarrollo Emprendedor (Cedel), el segundo de la Villa 31. La primera de las sedes, que también cuenta con una oficina utilizada por Horacio Rodríguez Larreta, está ubicado en el Galpón de Tarzán, un bunker narco que fue demolido. Allí forman emprendedores y funciona una bolsa de empleo que ya le dio trabajo a 500 personas en empresas de seguridad, maestranza y supermercados.