Cómo es el día a día de Luis y Beatriz, la pareja que adoptó cinco hermanitos
Sin abandonar su deseo, decidieron anotarse en el registro de adoptantes; en dos años, su vida cambió por completo
Tocaron timbre y se abrió la puerta. En ese acto, tan simple y cotidiano, las partes se enfrentaban a una de las emociones más intensas que recordarán en toda su vida: encontrarse.
Afuera estaban papá Luis y mamá Beatriz, con los mellizos de un año y medio a upa y un remolino de emociones contenido en sus gargantas; adentro, los 3 hijos mayores, hermanos biológicos y adoptivos de los bebés recién llegados, con el mismo torbellino de ansiedad y alegría agitándose en sus barriguitas. Al abrirse la puerta los siete sellaron en un abrazo un vínculo eterno. La familia estaba unida, y no había nada más valioso, preciado y deseado por ellos que tenerse unos a otros.
Eran las 23.30 del sábado 15 de octubre, en vísperas del día de la madre. El encuentro se dio luego de 14 horas de viaje entre Buenos Aires y Mendoza, donde viven. Adentro, la casa estaba repleta de cartulinas de colores dando la bienvenida a los padres y a los hermanitos nuevos. La hija mujer había revisado los cajones en busca del mantel más bonito para preparar una mesa especial. En un vasito, puso agua y dos flores de Santa Rita, improvisando un arreglo con lo que encontró en el patio. La felicidad generada por el encuentro se podía respirar.
Luis y Beatriz, que se anotaron en marzo del 2015 en el registro único de adoptantes, esperaron sólo 60 días para recibir a 3 hermanos, de 5, 7 y 9 años. En el momento de la adopción definitiva, el juez les notificó de la existencia de los bebés mellizos, hermanos biológicos de sus hijos. Y les anticipó que en caso de quedar en situación de adoptabilidad, ellos tendrían la prioridad. En menos de dos años el matrimonio pasó de poner dos platos a siete. De no tener hijos, a estar al frente de una familia numerosa. De tener la casa ordenada a patear juguetes por el living. De tener un sueño, a cumplirlo con creces.
“Nosotros estábamos abiertos a la familia. Cuando uno tiene un 'sí incondicional' nunca sabe qué puede venir detrás de esa aceptación sincera. Detrás de nuestro “sí” a los tres hermanitos, vinieron dos hijos más, y todo lo que vino y vendrá con ellos lo aceptamos y lo queremos”, explica Beatriz durante una entrevista a distancia con LA NACION. Mientras cuenta los detalles de la primera semana como familia numerosa, dobla sábanas y ropa seca.
La primera noche
“Lo primero que bajamos del auto fueron sus juguetes”, cuenta Beatriz. Lo hicieron para que los bebés encontraran algo conocido en un mundo que se les presentaba como extraño y novedoso. Ante la mirada asombrada de los padres y la abuela materna, los cinco hermanos se sentaron en el living a jugar como si se conocieran de toda la vida. Lo que más les impresionó a los hermanos mayores fue el parecido físico. No paraban de repetir: “Somos igualitos”, y se reían al advertir en los rostros de los bebés sus mismos gestos.
Después de compartir la cena, llegó la hora de dormir. En ese momento se dieron cuenta de que no tenían cunas para los bebés. Sin complicarse, decidieron que esa noche dormirían en la cama matrimonial en el medio de mamá y papá, y luego verían… Hicieron un lugarcito en los placares, para acomodar la ropita de los mellizos, y se durmieron todos. O al menos lo intentaron. La bebé se despertó muchas veces en la noche llorando. Era lógico. Todo era nuevo: la casa, los rostros, los olores.
A la mañana siguiente Beatriz se despertó rodeada de hijos subidos en su cama buscando un espacio para abrazarla y llenarla de besos. Era el día de las madres y los hermanos mayores le entregaron bombones comprados con sus ahorros. La hija, que quiere ser cocinera, había preparado un budín con frutillas y crema. Después de compartir del desayuno, la familia se tiró al piso a jugar, en un clima de enorme alegría compartida. Los interrumpió el timbre. Era el abuelo materno, carpintero, padre de 9 hijos, que llegaba de visita desde San Juan para conocer a sus nuevos nietos. Traía de regalo las dos cunas: una usada, que tenía en su casa por si venían bebés a dormir, y otra nueva, recién fabricada por sus propias manos. También llegó la tía, hermana de Beatriz, quien sacó la primera foto familiar. Fue el inicio de una semana intensa vivida con mucha alegría.
Al colegio
Llegó el lunes, con colegios y oficinas. Lamentablemente Luis tuvo que trabajar, porque la ley no establece días para que los papás se vinculen con sus hijos adoptivos. Por el momento, la familia no tiene ayuda y se las arreglan muy bien colaborando todos un poquito. “La casa queda en suspenso hasta que los chicos llegan del colegio. Uno se ocupa de lavar lo que se ensució en el desayuno, otro los platos del almuerzo y el más pequeño la merienda. Todos tienden su cama”, comenta Beatriz, quien está convencida de las bondades de educar en la responsabilidad y la cooperación dentro del ámbito familiar.
“Todo fue alegría en estos primeros días. Sabemos que ya vendrán las tormentas, no vamos a zafar de eso, pero esta semana fue hermosa”, resumen ella. Y hablando de realidades, comenta: “Para nuestros hijos ir de visita a San Juan es como ir a Disney. Allá están sus primos y la familia de los dos. Les tuvimos que explicar que por ahora no vamos a poder ir a pasear todos juntos en auto, porque en el que tenemos ya no entramos. Aprovechamos para decirles que tal vez tengamos que pasar algunos sacrificios, y habrá cosas que por ahora no podremos hacer más, pero que lo importante es que estamos todos juntos y que somos familia”, resalta.
Los tres mayores son conscientes de que tener una familia es lo mejor que les ha pasado en la vida. “Todas las noches rezamos juntos. Y ellos dan gracias porque tenemos una familia. Para ellos la familia es un valor muy importante que saben defender y transmitir con alegría”, se emociona Beatriz. Y agrega. “Ellos saben que somos familia por adopción, con naturalidad y mucho orgullo”.
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