Cómo es el complejo escenario sanitario que llega en la pospandemia y alarma a los médicos
Junto con los psicólogos, advierten sobre las enfermedades crónicas empeoradas, la prevención retrasada y el estrés postraumático
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CÓRDOBA.– Aun en medio de la urgencia de la segunda ola de Covid, médicos y psicólogos empiezan a dimensionar cuáles son los problemas de salud que aplazaron su atención con el aislamiento y empeoraron. El escenario es complicado.
Las distintas asociaciones médicas de la Argentina estiman que las consultas el año pasado cayeron entre 60% y 70%, lo que conllevó retraso en derivaciones, interrupción o administración errónea de medicación, o falta de atención temprana.
En el segmento de los adultos mayores –coinciden los profesionales de la salud– ya se empiezan a ver los problemas que dejó el confinamiento. En su mayoría están vacunados y comenzaron el regreso a los consultorios. Se registra así la demanda que estaba contenida.
El médico especializado en gerontología Carlos Presman describe a LA NACION que el sedentarismo y la percepción de soledad dejaron “secuelas importantes”. “Si uno compra un 0km, lo guarda en el garaje y después de un año le quiere dar arranque, no tendrá batería, tendrá problemas. Imaginen lo que sucede con un R12 modelo 80”, grafica.
“La percepción de soledad del aislamiento nos condenó a un alerta o hipervigilancia con poca satisfacción y eso tiene respuestas neuroendocrinas –continúa–. Al sentirnos amenazados, con incertidumbre, liberamos más cortisol, más adrenalina, y eso nos altera nuestra vida. Se descontrola el mecanismo homeostático y hay un agravamiento severo de enfermedades”.
Entre los casos que ya atiende en consultorio, Presman apunta un empeoramiento de las enfermedades neurológicas (Parkinson, Alzheimer, neurocognitivas); de mareos y caídas por el sedentarismo que también agravó los cuadros de osteoporosis y de dolores articulares por la artrosis. Problemas respiratorios, aumento de peso, y consumo de más alcohol y de psicofármacos por los trastornos de sueño son los otros males que menciona. “Vemos también depresiones que a veces se enmascaran en dolores articulares inespecíficos, como la fibromialgia”, apunta.
En el caso de los pacientes en situaciones de pobreza –y esto es transversal a todas las especialidades y edades– domina el abandono de medicación prescripta. La Organización Mundial de la Salud (OMS) da cuenta de que las enfermedades no transmisibles (ENT) se agravan por la falta de recursos y la desigualdad; son males por los que mueren 41 millones de personas en el mundo cada año, el 71% del total.
Presman sí subraya el “salto tecnológico cualitativo deslumbrante” que han hecho los mayores y también la “vocación preventiva vacunatoria superior a la media; esperaban ansiosos la vacuna, tienen conciencia de prevención porque llevan décadas usando la de la gripe y la de la neumonía. Otro punto que se destaca es que su sabiduría de vida se hizo evidente; son sobrevivientes de muchas situaciones generales, familiares y personales”.
Costos
La situación argentina de reducción de la prevención y de la atención médica está en línea con la de otros países. Una encuesta de la OMS de mediados del 2020 reveló que en 53% de 155 naciones consultadas se habían interrumpido parcial o totalmente los servicios de tratamiento de la hipertensión; en el 49%, los de diabetes y complicaciones conexas; en el 42%, los de cáncer, y en el 31%, los de emergencias cardiovasculares. En dos tercios se habían cortado las rehabilitaciones.
Santiago Bella, presidente de la Asociación Argentina de Oncología, toma un dato de Europa para dar una idea de la gravedad de las demoras en consultas: el año pasado la mortalidad por cáncer aumentó 5%. Las causas predominantes son las mismas que se ven a nivel local: dilaciones en diagnósticos, mal seguimiento de paciente en tratamiento (es “clave el control por el riesgo de recaídas”) y retrasos en consultas “porque se estaba con una preocupación mayor”. Incluso subraya que la imposibilidad –por meses– de circular libremente entre provincias abonó los diagnósticos “tardíos”.
“En oncología la bibliografía y los tratamientos se renuevan permanentemente, pero la ganancia de sobrevida es muy chica, así que la tasa extra de mortalidad es muy importante –agrega en contacto con este medio–. Un año de demora significa mucho, puede ser la curación o la muerte. Llegar tarde es una catástrofe. Estamos muy preocupados en que las restricciones se terminen normalizando y sea el paciente el que decida qué hacer primero”.
Desde la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), su titular, Alejandro Hershon, señala que en la coyuntura hay varios círculos superpuestos. Por un lado, las consecuencias directas que sufren quienes tuvieron Covid-19 y, por el otro, las indirectas asociadas a la baja de los controles. Estima que la caída de prestaciones en 2020 fue de entre 70% y 75%.
“Se perdió básicamente el diagnóstico precoz y el tratamiento, la comunicación con el paciente”, sostiene. Y recuerda que las enfermedades cardiovasculares son un tercio de todas las muertes en la Argentina y en el mundo.
La SAC todavía no tiene un cálculo del exceso de muertes cardiovasculares que podría haber por dilaciones en atención: “Cayeron consultas programadas que eran muy necesarias y se agudizaron los cuadros. Por caso, la hipertensión es una enfermedad silenciosa a la que hay que llegar temprano y no ya con un accidente cerebrovascular. En los pacientes polimedicados hubo problemas, corte o espaciamiento de dosis, y tiene vínculo con la pérdida de empleo y la mayor pobreza. Muchos perdieron la adherencia al medicamento”.
La diabetes también es una enfermedad crónica y las consultas, según un relevamiento de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), del que también participó la Argentina, marcó que las consultas bajaron entre 50% y 60%. La presidenta de la Sociedad Argentina de Diabetología (SAD), Silvia Gorban de Lapertosa, explica que eso implica que haya más descompensados –un problema adicional si se contagian de Covid 19– y menos detección.
A su entender, la Argentina debería adoptar el sistema triage (estratificación de riesgo) que se empleó en otros países. Los más complicados (problemas renales y oftalmológicos, pie diabético, planificación de embarazo) deben ser atendidos en no más de tres meses; los de nivel intermedio, en un período de seis meses; y quienes vienen controlados pueden dilatar la consulta presencial, pero estar en permanente comunicación con el especialista.
“Hay quienes para que les alcanzara la medicación redujeron dosis sin terminar de comprender la gravedad que eso tiene. En embarazadas diabéticas el quedarse sin transporte por meses les implicó falta de atención”, comenta la médica, que reside en Corrientes y habla sobre la base de su experiencia.
Golpe a la salud emocional
“Problemas de salud mental vamos a tener todos, porque estamos en una pandemia”, dijo la ministra de Salud, Carla Vizzotti, para defender la virtualidad escolar. El neurocientífico Facundo Manes le respondió en sus redes sociales que, en lugar de minimizarlos, “se debería trabajar para prevenirlos, tratarlos y atenuar su impacto a largo plazo”.
La psicopedagoga Silvina Ferreyra, quien además de su consultorio tiene a cargo el primer ciclo escolar en un colegio de Córdoba, describe que en el aula ya están viéndose conductas como chicos que, en primer grado, no saben cómo tomar el lápiz para escribir. “Perdieron el jardín de infantes y, con él, la experiencia del entrenamiento motriz; también hay mucha dificultad para acceder a una escritura convencional y hasta situaciones de alopecia nerviosa. Son cuestiones sintomáticas que no veíamos en estas edades”, describe.
Insiste en que el confinamiento impactó en la “ecología humana”: “Somos las mamíferos que nacemos más inacabados, que tenemos más tiempo de dependencia de individuos más adultos; el nuestro es un proceso muy largo de desarrollo de la autonomía motora, del lenguaje, de la inteligencia y del psiquismo. El aislamiento afecta la base de esa ecología”.
Ferreyra remarca que en el caso de niños y adolescentes que tenían problemas de aprendizaje o situaciones particulares y debieron suspender tratamientos o llevarlos a la virtualidad, “se desencadena una gran complejidad; en los afectados por autismo, el daño en muy grande”. Cuando los adultos pudieron “ralentizar” su vida y compartir, las consecuencias podrían atenuarse. “El daño mayor es entre los que ya vivían en la fragilidad, porque la sociedad no está constituida como red de sostén”, dice.
A un nivel más general el psicólogo Damián Klor puntualiza signos que permiten ver qué es lo que viene: “Llegará el momento de los duelos, de quienes perdieron amigos y familiares, y no se pudieron despedir. Hasta se normalizó eso, pero tendrá un emergente. También habrá depresiones o síntomas depresivos relacionados con la desesperanza, la incertidumbre respecto del futuro. Todo lo que parecía estable y se perdió deja una secuela. Hay más ansiedad, un estado de preocupación permanente que obliga a una necesidad de control total que no se puede tener; fobias, sensación de vulnerabilidad”.
No solo advierte sobre las adicciones y trastornos alimenticios o del sueño que pueden haber comenzado en el confinamiento, sino también sobre cierto “desenfreno y vale todo que puede llegar cuando se abra todo” y que “tampoco debe normalizarse”. Enfatiza que, cuando se sale de un escenario de estrés, “se entra a uno de estrés postraumático” con sus consecuentes afecciones.
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