Coby, el perro que superó su enfermedad con el amor de una nueva familia
Su primer dueño lo abandonó cuando supo que tenía un mal incurable; fue rescatado y con el cariño y el cuidado en su nuevo hogar salió adelante y se convirtió en el guardián de la casa
Con toda la piel lastimada, muerto de hambre, cubriéndose de la lluvia y ocultando su tristeza debajo de unos cartones. Así estaba Coby, un cachorro de ovejero alemán, cuando un rescatista lo levantó de la calle y lo trasladó a una clínica para que lo atendieran.
Un par de días después, Claudia entró a la veterinaria y se derritió con los ojos del perro. El flechazo la llevó directo a la lista de espera de adoptantes. “Coby tenía un tatuaje en la oreja que era característico de un criadero. De ese modo llegamos a su dueño original, quien no dudó en descartarlo cuando le dijeron que tenía demodexia, una enfermedad supuestamente incurable”, dispara Néstor, el marido de Claudia, y agrega: “Este señor había pagado miles de pesos para tener un perro de raza pero cuando se dio cuenta de que no cumplía con su deseo de guardián perfecto, decidió lisa y llanamente abandonarlo en la vía pública”.
Diagnóstico dudoso
Las donaciones de distintos vecinos fueron fundamentales para que Coby recibiera el tratamiento necesario. El proceso fue lento pero con el paso de las semanas la mejoría fue notable; el cachorro estaba listo para vivir en un nuevo hogar: “¡No podíamos creer que entre tantos adoptantes nos eligieran a nosotros! Él se sumó a nuestra familia y se adaptó perfectamente a la convivencia con Hacchi (nuestro otro perro) y los cinco gatos de la casa”, recuerda el marido de Claudia.
Con el paso de los días, Néstor -que había cursado varios años la carrera de veterinario- empezó a dudar del diagnóstico de Coby. Después de hacer varias consultas, finalmente decidió sacar un turno con un alergista de la Facultad de Ciencias Veterinarias.
Un par de días más tarde, subió a su amigo de cuatro patas al auto para visitar al especialista. El médico le explicó que, a diferencia de lo que había escuchado, la demodexia sí era curable pero que la enfermedad de Coby era otra, una más complicada: una alergia inespecífica que le hacía faltar círculos de pelo en todo el cuerpo. “Me dijo que este tipo de dolencia no se curaba solo con remedios; el amor era el antídoto más fundamental para contrarrestar el estrés del perro y ayudarlo a sanar”, explica.
El panorama movilizó a la familia entera, que se puso en campaña. Al nuevo integrante lo llenaron de mimos y afecto, y acompañaron el proceso con medicamentos y baños para desinflamar su piel. “En tres meses, Coby se transformó por completo: subió de peso, creció su autoestima y las lesiones se redujeron un montón. Hoy es un perro feliz y cada vez que tocan el timbre o se acercan a la casa, sale a defendernos sin mezquindades, él es un verdadero guardián que protege a quienes quiere y lo quieren”, finaliza.
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