Clima: el desesperado llamado de una experta de la ONU para rediseñar las ciudades ante las futuras olas de calor
Eleni Myrivili, primera responsable de calor urbano en una ciudad europea, Atenas, pide quitar sitio a los autos en las urbes para dedicarlo a crear parques y espacios frescos
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MADRID.- El aumento de las temperaturas y las cada vez más frecuentes olas de calor impulsadas por el cambio climático están convirtiendo muchas ciudades mediterráneas en lugares peligrosos durante el verano, sobre todo para la población vulnerable. “No nos estamos centrando lo suficiente en cómo afectan las temperaturas extremas a los entornos urbanos”, critica Eleni Myrivili, que lleva años estudiando esta cuestión en su ciudad natal, Atenas, una de las más golpeadas por la subida de los termómetros. En 2014 fue elegida teniente de alcalde de naturaleza urbana y adaptación al clima en la capital griega y, tras una estancia en la Universidad de Harvard para indagar sobre resiliencia urbana a las altas temperaturas, regresó a Grecia para convertirse en la primera jefa de Calor de una urbe europea. Su labor en este ámbito le ha valido ser nombrada directora mundial del calor [chief heat officer] en ONU Habitat. Su país, Grecia, vive la peor ola de calor registrada de la historia.
–¿Para qué sirve un jefe de calor?
–Para proteger a la gente más vulnerable —que menos gente muera por las altas temperaturas— y para integrar diferentes políticas en la ciudad para hacerla más fresca. Hay muchos aspectos de la urbe que tienen que ver con el calor y alguien tiene que coordinarlos. Imaginate que tenés mucho dinero y comprás aire acondicionado para todo el mundo: entonces terminaríamos como esas ciudades en las que todo el mundo vive en el interior y donde el exterior es insoportable. Y en Europa, en las ciudades mediterráneas, la belleza está en el exterior: nos encanta salir y beber vino o cerveza por la noche, y divertirnos y pasear y charlar. Sería terrible que nuestras ciudades acabaran siendo inhabitables. Esta es la pesadilla que tenemos que evitar: no podemos convertir nuestras ciudades en las de Abu Dabi o Qatar.
–Pero la mayoría de las ciudades europeas no cuentan con esta figura.
–No tiene por qué llamarse jefe del calor, pueden ser también personas que trabajen en sostenibilidad o resiliencia. Las ciudades están creando departamentos que trabajan de forma más horizontal y menos aislada.
–¿Cómo se pueden refrescar las urbes?
–Lo más importante es llevar la naturaleza a las ciudades mucho más radicalmente que hasta ahora: la naturaleza y el agua son fundamentales para enfriarlas. Los árboles no solo dan sombra, sino que a la vez evapotranspiran y recapturan energía térmica, con lo que enfrían la zona circundante. También necesitamos sombras, porque mejoran cómo sentimos el calor. Tenemos que asegurarnos de que nuestros espacios públicos tienen más agua, más sombras y menos coches, porque los coches son un problema en las ciudades: incrementan el calor al quemar combustibles fósiles, y emiten aire caliente, igual que el aire acondicionado. Coches y aire acondicionado calientan más nuestro espacio público. Así que tenemos que deshacernos de los coches y usar el aire acondicionado lo mínimo, y sobre todo para la gente que lo necesita. También tenemos que buscar materiales permeables al agua, que no absorban calor, y aumentar el sombreado de los edificios y la circulación del aire.
–¿Qué está haciendo Atenas para mitigar las altas temperaturas?
–Hacemos cosas en tres categorías: concientización, preparación y rediseño. En la primera, intentamos que la gente (periodistas, políticos, todo el mundo) entienda lo peligroso que es el calor: que tenemos olas más largas, más intensas y más frecuentes, y que van a ir a peor. El año pasado murieron más de 60.000 personas en Europa debido al calor extremo, es una cifra enorme, sobre todo si la comparas con cualquier otro desastre. Pero seguimos sin estar preparados. Hasta ahora, no sabíamos cómo cuantificar bien la gente que muere de calor, porque muchos van a los hospitales y mueren de un ataque al corazón o de otra cosa, y no se informa de que son muertes relacionadas con el calor; ahora contamos el exceso de mortalidad.
–¿Qué más cosas han hecho?
–Hemos hecho una clasificación de las olas de calor —algo que también hace Sevilla— con un algoritmo específico para Atenas. Usamos ese algoritmo para medir el riesgo para la gente, en tres categorías (1, 2 y 3). La tres es muy peligrosa, tuvimos una hace unos días. Es importante categorizar porque así funcionan nuestros cerebros: pensamos en categorías para las cosas más peligrosas. Además, este año estamos empezando a ponerle nombre a las olas de calor en Grecia, algo que Sevilla hizo el año pasado con Zoe. Cuando le das un nombre, la gente le da una entidad seria, entiende que es algo que existe y es peligroso.
–¿Y cómo se comunica el riesgo a la población?
–Tenemos un sistema de alerta temprana: en función de la categoría enviamos advertencias diferenciadas tanto al personal de servicios sociales que trabaja con la población vulnerable como a quienes están en hogares de ancianos. Son mensajes que advierten de qué hacer para protegerse del calor, de que no hay que salir a la calle en ciertas horas… También tenemos un programa para visitar a ancianos en sus hogares para asegurarse de que están bien. Y reciben esta información las guarderías, el centro de coordinación de ONG que trabajan con refugiados o inmigrantes, con personas sin hogar… Intentamos informar a quienes trabajan con personas vulnerables.
– ¿Qué medidas toman de preparación frente al calor?
–Hemos lanzado una línea telefónica para que la gente pueda llamar si necesita ayuda o si quiere preguntar cualquier cosa [sobre el calor]. La atiende personal municipal y de la Cruz Roja. También hemos creado una web para que la gente sepa cómo cuidarse, cómo refrescar su casa y cómo actuar si sufren un golpe de calor. Además, tenemos una aplicación para celulares que se llama Extrema Global y que te dice cada día cuál es tu riesgo personalizado cuando caminas por la ciudad y dónde están los lugares frescos a los que puedes ir, desde equipamientos públicos con aire acondicionado a estaciones de tren, de metro, piscinas, parques… La app también te dice cómo ir del punto A al punto B por las calles más frescas, porque han incluido todos los árboles. La Cruz Roja lleva furgonetas con agua e información a las zonas turísticas. Y hemos abierto lugares de refrigeración para que la gente pueda acudir durante las olas de calor.
–Entiendo que es lo que Barcelona llama refugios climáticos.
–Sí. Son necesarios para gente con pobreza energética, o que no están bien en casa. Sería genial que la gente pudiera reunirse en este tipo de lugares con aire acondicionado, sobre todo los que están solos, los mayores, los vulnerables. Pero por ahora en general no lo están haciendo, porque se sienten estigmatizados allí, porque parece que solo van allí los pobres. Tenemos que convertirlos en sitios más interesantes, o vincularlos con eventos culturales. Nosotros estamos abriendo centros de refrigeración, pero mucha gente no está yendo. También hay que hacer espacios refrescantes en el exterior, con sombras y sitios de juego para los niños, para hacerlos más atractivos para todos.
–¿En qué consiste el rediseño urbano?
–Hemos creado unas directrices sobre cómo hacer que los espacios públicos —calles, plazas y parques— se diseñen para que refresquen, con plantas, agua y diferentes materiales. Pero, si no limitamos los coches y el asfalto en las ciudades, no tendremos suficiente espacio para hacerlas más frescas. Ese espacio se puede usar para crear parques lineales en las calles. Nosotros hemos creado pequeñas áreas verdes muy densas en calles y cruces, denominadas parques de bolsillo, que sirven para aumentar la biodiversidad y favorecer el viento. Además, hemos creado carriles más estrechos, con lo que los coches tienen que ir más lentos. España está haciendo cosas increíbles en este ámbito: Barcelona está quitando espacio a los coches para hacer supermanzanas. Y en Oslo se han deshecho ya de la mayoría de los coches.
–¿Qué le parece construir plazas sin sombra, como la Puerta del Sol?
–Es criminal construir hoy plazas no tengan sombra ni elementos refrescantes, porque provocan temperaturas más altas en la urbe, ponen en riesgo la vida de las personas y alejan a la gente del espacio público. Es muy loco diseñar plazas como si no existiera el cambio climático.
–¿Qué pasará con las ciudades que no se adapten?
–Que en ellas morirá mucha gente y otra mucha perderá sus empleos. Afectará a la economía, porque muchos ingresos se pierden por el calor extremo: baja la productividad, se va menos a los comercios porque la gente se queda en casa… Y habrá que esforzarse para no tener escasez de agua, de alimentos y cortes eléctricos durante las olas de calor. La adaptación tiene que ver con los alimentos y los medicamentos, la logística y con las personas que van a ser hospitalizadas y morirán. Tenemos que preparar nuestros hospitales para los días de calor extremo.
–¿Por qué es tan importante hablar de calor?
–El calor expone la vulnerabilidad de nuestras ciudades y ataca a los más pobres: las personas que están enfermas —física o mentalmente—, y las personas mayores y los niños pequeños; ataca a las personas más vulnerables de nuestra sociedad, las que no tienen una buena vivienda, tienen bajos salarios, sufren pobreza energética, no pueden poner el aire acondicionado o vivir en buenas condiciones, o tampoco pueden darse el lujo de tomar un coche o un avión e irse a un lugar más fresco cuando hace mucho calor en la ciudad. Hay que proteger a estas personas.
Por Miguel Ángel Medina
©EL PAÍS, SL
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