Clases. “¿Y ahora cómo hacemos?” El desconcierto de los padres y madres en la puerta de las escuelas
Hoy es el anteúltimo día de clases presenciales en el AMBA, y la pregunta de cómo combinar trabajo con la educación de los chicos era el tema de conversación
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Hoy es el anteúltimo día de clases presenciales en el área metropolitana de Buenos Aires. La virtualidad volverá a ser el modo de enseñanza, al menos hasta el 30 de abril, según lo dispuesto anoche por el presidente Alberto Fernández. Acá, en la Escuela N° 6, Vicente Fidel López, en la avenida Santa Fe 5039, los padres que llegan se entienden con la mirada, hacen gestos de resignación y de lo único que hablan es de los malabares que tendrán que hacer para combinar su trabajo con la educación de sus hijos.
Sandra Carrasco, de 47 años, es la primera en llegar. Camina por la avenida con su hijo Oliver Osuna, que pasó a cuarto grado. Ella es madre soltera y vive con Oliver en Ezeiza. Consiguió una vacante en esta escuela porque trabaja como personal de limpieza en la embajada de Venezuela, que está a la vuelta de ahí, pero ahora no sabe con quién lo va a dejar.
“¿Y ahora?”, se pregunta Carrasco. “Yo trabajo tres veces por semana, entonces lo traía, él tenía sus tres o cuatro horas de clase, después lo buscaba y él almorzaba mientras yo terminaba de trabajar. Luego volvíamos juntos a Ezeiza. Los martes y jueves, que yo no trabajo, venía con él y lo esperaba sentada en la escalera. Pero ahora cambió todo y realmente no se que voy a hacer”, agrega.
Una de las posibilidades que tiene en mente es contratar a alguien que se quede en su casa junto a Oliver. Pero, según dice, eso tiene un costo económico importante y, además, no confía en que su hijo estudie si no es con ella al lado.
“Oliver ya considera que va a tener dos semanas de vacaciones. El año pasado estudió porque yo estuve atrás todo el tiempo, pero ahora no voy a poder estar con él. Tampoco creo que esto sea solo por dos semanas, ya la veo venir. Por otro lado, hoy me tomé el tren Roca y luego el 77 para llegar hasta acá y no controlaban que viajen los esenciales”, se lamenta Carrasco.
Norma Riveros, de 34 años, y María Ferreira, de 38, también están en la puerta de la escuela junto a sus hijos, Alex, de 8 años y Camila, de 7. Ambas madres son amigas y viven en Retiro. Riveros trabaja como empleada doméstica en Palermo y Ferreira trabaja en un geriátrico de Vicente López. Por lo general, una los trae y la otra los busca, ellas también ya habían armado su propio rompecabezas para combinar lo laboral con la escolarización de sus hijos, un esquema que, luego de los anuncios de Alberto Fernández, ya no sirve.
Riveros en diciembre desconectó internet: “¿Para qué lo iba por seguir pagando si no estábamos en casa?”, dice, con cierta resignación. “Ahora no lo voy a poder conectar por estas dos semanas así que los chicos en la práctica no van a tener clase”.
El cuidado de los chicos
Ellas tienen pensado dejar a sus hijos con una señora que cuida otros cuatro. “Esa señora los puede cuidar, pero estudiar no van a estudiar. Ya el año pasado que yo estuve en casa nos costó un montón porque yo estudié hace 20 años en Paraguay y no me acordaba como para enseñarle. Tuve que contratar a una persona que le dio clases particulares y todo pagado de nuestro bolsillo”, describe Riveros.
El año pasado, por falta de recursos materiales o emocionales, según la Encuesta de Continuidad Pedagógica, que es un relevamiento nacional en el que participaron docentes, directivos y familias para obtener información sobre la respuesta del sistema educativo argentino durante pandemia de coronavirus, señaló que, dentro del universo representado en la muestra, 1.000.000 de alumnos tuvo escaso o nulo contacto con la escuela en todo el país. Hasta ahora, de ese número de alumnos solo entraron en contacto con el programa de revinculación 361.961 estudiantes. Es decir, que la educación de 640.000 alumnos aún está en suspenso por la falta de clases presenciales.
Rodolfo Sunker, de 52 años, es docente en la Escuela N° 6. Da clases en sexto y séptimo grado. Él señala que los protocolos en la escuela, a veces, son difíciles de cumplir. Está de acuerdo con volver a la virtualidad por dos semanas, siempre y cuando no se extienda esta modalidad durante más tiempo.
“Si esta medida sirve para bajar los contagios y llegar mejor al invierno, estoy de acuerdo. Acá te reconozco que los protocolos muchas veces son difíciles de poner en práctica e inevitablemente se producen muchos acercamientos. Pero la presencialidad es necesaria, por dos semanas esta bien la virtualidad, pero espero que después podamos volver”, dice Sunker.
A pocas cuadras, en el colegio Corazón de Jesús, Eduardo Villegas, de 56 años, acaba de dejar a su hijo. En la puerta de este colegio la vuelta a la virtualidad también es el único tema del que se habla. “Yo tengo dos trabajos, mi señora también trabaja. Veremos cómo hacemos, esto nos complica, pero bueno”, se lamenta Villegas.
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