Clases presenciales: advierten sobre la importancia de airear las aulas para prevenir contagios
La OMS admitió que los aerosoles son la principal vía de transmisión; crece el consenso sobre la conveniencia de utilizar medidores de CO2 para tener una medida de la renovación del aire
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Aunque Natalia Rubinstein, bióloga molecular del Instituto de Biociencias, Biotecnología y Biología Traslacional, en la Ciudad Universitaria, suele investigar sobre cáncer de mama, en pandemia se interesó por la transmisión del coronavirus a través del aire y la importancia de ventilar los ambientes. Hace unos días, de visita en Pehuajó, donde creció, decidió movilizar a la comunidad haciendo una prueba sencilla: llevó un medidor de dióxido de carbono (CO2), el gas que exhalamos al respirar y cuya concentración es un indicador indirecto de la necesidad de renovar el aire, e invitó a los vecinos a observar qué pasaba cuando se cerraban o abrían puertas y ventanas.
“A medida que íbamos probando, lo difundía en Twitter –cuenta Rubinstein– y empezaron a llamarme para que fuera a medir al gimnasio, a la peluquería… Llegamos hasta el intendente”. El lugar en el que se registró el nivel más alto de dióxido de carbono fue el quirófano del hospital local. “La medición la hizo el director y a partir de eso habló con el arquitecto para empezar a estudiar cómo modificarlo y permitir una mejor aireación”, comenta.
Rubinstein forma parte de un grupo creciente de científicos preocupados por difundir el impacto que la mala ventilación de los ambientes tiene en el crecimiento de los contagios, un aspecto particularmente crucial cuando estamos a días de que las escuelas retomen las clases presenciales, pero que también es importante tener en cuenta en oficinas y lugares de atención al público.
Esta semana, María Van Kerkhove, la epidemióloga que participa habitualmente en las conferencias de prensa de la OMS, admitió que “el virus va por el aire”, algo que el experto en aerosoles José Luis Jiménez, de la Universidad de Colorado, y su grupo venían sosteniendo desde abril del año pasado. Un reciente artículo de la revista Nature, firmado por Dyani Lewis, coincide: “A medida que se acumuló evidencia a lo largo de la pandemia, fue cambiando el conocimiento del virus cambió. Los estudios indican que la mayoría de las transmisiones ocurre como resultado de personas infectadas que expulsan gotas grandes y pequeñas partículas llamadas ‘aerosoles’ cuando hablan, tosen o respiran (...) La transmisión por superficies, aunque es posible, no se considera un riesgo significativo”.
El aire es la vía principal de transmisión del coronavirus, pero como el microorganismo no se puede medir directamente del aire, un movimiento internacional está promoviendo el uso de medidores de CO2 para verificar que la concentración de “aire respirado” se mantenga en niveles considerados no riesgosos.
“Dado que los asintomáticos contagian, es imposible saber si uno está compartiendo el aire con alguien que está infectado –explica el físico Jorge Aliaga, secretario de Planeamiento de la Universidad Nacional de Hurlingham, que se armó uno de estos sensores, lo ensayó y está promoviendo su uso–. La cantidad de personas que pueden estar contagiadas en un ambiente cerrado depende de la transmisión comunitaria. La probabilidad de que en un aula haya uno o más infectados será mayor cuantos más casos haya por habitante. Y si hay dos infectados, la probabilidad de respirar partículas con virus es el doble de si hay una sola. El medidor de CO2 no permite evaluar la ‘calidad’ del aire; es apenas un ‘proxi’ de cuan ‘respirado’ está en un ambiente dado. Con 700ppm, se calcula que hay menos de un 1% de probabilidades de respirar aire que haya pasado por los pulmones de otra persona. Ahora, uno inhala y exhala de ocho a 16 veces por minuto; cuantas más respiraciones realice, mayor es la probabilidad. Cuanto más tiempo esté en un lugar cerrado, aunque la probabilidad sea baja, el riesgo se acumula”.
Aliaga fue el encargado de preparar el protocolo para la reanudación de clases presenciales en la Unahur. Esa casa de estudios firmó un convenio para garantizar la provisión de más de 400 medidores de dióxido de carbono para las escuelas de Hurlingham y Morón que armarán cuatro pasantes de ingeniería con el prototipo y asesoramiento del investigador.
Mesa de trabajo
Así como la fiebre solamente no permite hacer un diagnóstico, pero es un signo de que algo está pasando en el organismo, el sensor de CO2 indica cuándo es necesario renovar el aire, aunque no detecte el virus. “Al ver que el registro excede los 700 ppm, si abriendo puertas y ventanas no baja, habrá que salir un rato afuera o al menos uno sabrá que hay un problema”, afirma Aliaga. Y subraya que “los aire acondicionados ‘split’, que son los más utilizados en la actualidad, enfrían el aire y bajan la humedad, pero no recambian el aire. Es decir, que no bajan el riesgo de contagio. En lugares cerrados, se puede poner el split para estar más fresco, pero igual hay que dejar puertas y ventanas un poco abiertas, aunque se pierda energía, y medir CO2”.
El tema adquiere singular importancia porque, según indica la literatura científica y difunde la epidemióloga y bioestadística Zoë Hyde, de la Universidad de Australia Occidental, chicos y adultos son igualmente susceptibles al SARS-CoV-2, y lo mismo ocurre con respecto a la transmisión. “Las escuelas abiertas fueron uno de los factores que promovió la segunda ola en Europa, Canadá y en otras partes”, afirma Hyde.
Los ministerios de Ciencia, Tecnología e Innovación, y de Salud de la Nación convocaron a una mesa de trabajo en la que participan varios investigadores. Una de ellos es Andrea Pineda especialista en contaminación del aire del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera.
De acuerdo con la científica, los aerosoles pueden incidir en dos tipos de contagio. En proximidad (a menos de dos metros, en promedio) la exposición es mayor y, si la emisión es alta, uno puede contagiarse en poco tiempo, por lo que la distancia y el barbijo son fundamentales. A más de dos metros aproximadamente, la exposición es menor, pero si estamos mucho tiempo puede ser suficiente para contagiarnos. “Este tipo de contagio se produce en ambientes cerrados por acumulación de aerosoles en el aire cuando no hay ventilación o la ventilación es insuficiente, y es lo que puede hacer que se produzcan eventos de supercontagio (cuando una persona infectada contagia a muchas)”, explica Pineda.
En el caso de las escuelas, para reducir la emisión, hay que usar barbijo de al menos tres capas con buen ajuste y reducir el número de personas en el aula. Esto último contribuye a disminuir el riesgo de contagio en proximidad y a que, si hay un evento de supercontagio, se infecten pocas personas.
“La ventilación (renovación de aire, o reemplazo de aire interior por aire exterior presumiblemente libre de virus) es la medida más efectiva para reducir la concentración de aerosoles respiratorios. Cuánto abrir (o sea, cuánta ventilación se necesita para limpiar el aire y así evitar que se acumulen aerosoles en el aula) depende del tamaño del aula, de la cantidad de personas y de la actividad que estén haciendo (por ejemplo, hablar emite más y cantar aun más). También depende del viento; en condiciones de aire quieto, se necesita mayor apertura para lograr la misma ventilación. Siempre, cuanto más se abra mejor y la ventilación cruzada es muy recomendable. Esto presenta un problema en invierno, donde lo deseable es abrir lo menos posible”.
Y agrega: “Una manera de saber si la ventilación es suficiente es medir la concentración de dióxido de carbono (CO2). El nivel de CO2 en el exterior es aproximadamente constante (400 ppm) lo que sirve de referencia. En el interior, en cambio, aumenta dependiendo de la cantidad de personas que comparten el ambiente y la ventilación. Lo que se está recomendando es que la concentración interior de CO2 se mantenga siempre por debajo de 800 ppm. La medición de CO2 se está recomendando como una forma fácil de evaluar si estamos ventilando lo suficiente. Si uno logra mantener un nivel de CO2 por debajo de ese valor quiere decir que la ventilación es adecuada para ese lugar y para esa cantidad de gente. Es muy importante entender que todas las medidas contribuyen a reducir el riesgo de infectarnos. No existe el riesgo cero pero cuantas más cosas hagamos, menor será la probabilidad de contagiarnos”.
El precio de los sensores es muy variable, pero ya hay varias empresas locales interesadas en fabricarlos en cantidad. Si no se puede proveer uno por aula para medir en forma continua, está la posibilidad de usar uno por escuela. Como destaca el científico, no solo van a servir en pandemia, sino también para verificar que los niveles de dióxido de carbono no trepen a valores que incluso puedan interferir con el rendimiento escolar, y para prevenir otras virosis respiratorias.
Y concluye Rubinstein: “Para mí, el medidor de CO2 tiene dos usos. Uno es que arroja una foto instantánea de cómo está el ambiente con cierta cantidad de personas, cierta corriente de aire, tantas ventanas abiertas… y cómo puedo mejorar aireando más o poniendo un extractor. Pero además, tiene un efecto didáctico. La gente quiere medir, quiere entender. Es una muestra convincente de porqué hay que ventilar, de qué depende ventilar bien. Al mostrar un número, permite tomar conciencia de cómo hay que hacerlo y de que un determinado espacio posee una capacidad limitada para albergar dióxido de carbono que se renueva abriendo puertas y ventanas”.
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