Ciudad. "Estoy muy emocionada", los protocolos en el añorado regreso a clases
Divididos en tres grupos, volvieron a la escuela los alumnos de quinto año del Limerick.El entusiasmo de chicos y docentes convivió con medidas preventivas seguidas al detalle.
El sendero de conos y flechas que indican el sentido de circulación se impone detrás del portón de ingreso al Colegio Limerick, del barrio de Flores. El camino demarcado lleva desde la entrada directo hasta el patio y, siguiendo la señalética, también orienta en el recorrido inverso. El rociador de líquido sanitizante y los particulares accesorios de vestuario que impone la pandemia, como los tapabocas y las máscaras, se suman al protocolo estricto que se observa en esta escuela en el primer día de clases presenciales para los estudiantes del último año del secundario de establecimientos privados porteños.
Pero esta sistematización cuidada tiene su complemento sentimental, que aparece en el entusiasmo del personal docente y en las palabras de los alumnos. El combo de cuidados medidos al detalle y emociones a flor de piel es un engranaje que se pone en marcha este viernes de regreso al colegio.
Movimiento
El movimiento sobre la calle Varela es escaso, ajeno a cualquier día habitual de vorágine estudiantil prepandemia. Las clases presenciales vuelven solo para tres grupos reducidos de alumnos de este colegio, ubicado justo enfrente de la casa natal del papa Francisco. La infraestructura del establecimiento está adaptada a las circunstancias. El protocolo de ingreso tiene como uno de sus componentes una "sala Covid", una oficina adaptada para aislar a cualquier chico o adulto que presente algún síntoma. La medición de temperatura, el alcohol en gel, el líquido sanitizante para la ropa y el calzado, más declaraciones juradas sobre la ausencia de síntomas, son pasos obligados para el ingreso. Desde la cartelería con la leyenda "Nuestra salud la cuidamos entre todos", se recuerdan las medidas básicas de prevención del contagio.
La rectora, María Virginia Garjón, y la directora de Estudios, Mónica Martín, explican los protocolos mientras recorren la escuela, una de las 80 secundarias privadas que obtuvieron el permiso del gobierno porteño para reabrir sus instalaciones. Para el regreso a la presencialidad, dividieron el curso de quinto año del colegio en tres grupos, dos de nueve estudiantes y el último, de ocho, cada uno con un docente. Este viernes, el regreso está a cargo de tutores que explican cómo será la dinámica, pero la nueva rutina será con clases dos veces por semana para los distintos grupos: lunes y miércoles, algunos; martes y jueves, otros. Los viernes serán exclusivos para sanitizar el colegio.
"Armamos grupos con cuatro profesores, uno por área [exactas, humanidades, idiomas y educación física]. Cada grupo tendrá clases dos veces por semana. El primer día, 80 minutos con un profe, un recreo y 80 minutos con otro, de otra área. El segundo día, con los profesores de las áreas restantes", indica Garjón. Hay tres baños habilitados, a los que puede ingresar un estudiante por vez.
Tres grupos
Este viernes, los grupos están citados a las 9, a las 10.30 y a las 12. En los intervalos entre la salida de un grupo y la entrada del siguiente, se realizan tareas de limpieza. Las clases son en el patio, donde están dispuestas las mesas que habitualmente se usan en el comedor del colegio. "Un estudiante por mesa y tréboles de vinilo en el piso, cada metro, para mantener la distancia en el recreo", describe María Laura Avatte, que tuvo a su cargo, como tutora, el primer grupo que llegó a la escuela para retomar la presencialidad.
"La clase de contenido seguirá siendo virtual y acá, con los profes, será para consultar cosas. Pero el fin es revincularse", afirma Avatte. "Hemos generado encuentros en parques, al aire libre, para charlar", agrega al repasar cómo fue el tránsito por los casi siete meses que lleva la cuarentena.
Con la experiencia del primer grupo consumada, entre las docentes del Limerick comentan algunas actitudes que pudieron observar, como la naturalidad con la que los alumnos manejaron las distancias, casi como un hábito ya incorporado.
Entusiasmo
Las docentes sienten de primera mano el entusiasmo de los chicos. Y esa emoción queda expuesta cuando llega Zoe Giacchino, la primera alumna del segundo turno en presentarse para volver. "Estoy muy contenta y emocionada por volver. A pesar de no ser la manera tradicional de terminar, nos permite cerrar este ciclo tan importante", afirma. A distancia y detrás del barbijo, su tono de voz, por momentos entrecortado, deja a la luz su felicidad por el reencuentro con algunos compañeros con los que comparte el colegio desde el jardín de infantes.
"No perdí la constancia", señala sobre el aprendizaje virtual. Y agrega: "Estoy un poco nostálgica, porque se supone que es el año más especial. Pero volver me pone contenta". Zoe, que tiene 17 años, cuenta que vive en la zona y que llegó caminando a la escuela para el ansiado reencuentro.
"Están entusiasmados. Les tocó un año particular, lo vieron muy hostil. Se les suspendieron sus fiestas y viajes", dice Avatte. La docente repasa las primeras impresiones de los alumnos al volver, como el comentario que algunos hicieron al ver un ejercicio en un pizarrón "que había quedado desde marzo", como detenido en un tiempo tan lejano como añorado.
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