Cirujeo: un negocio turbio que mueve millones
Un asesor de Ibarra reconoce la existencia de "prácticas corruptas"
"Plaza de Mayo, Recoleta, el microcentro... son todas zonas liberadas. Hay cuadros fijos. La cana te dice que ahí arregló tal o cual recolector informal y que te tenés que ir. Y nosotros tenemos que adaptarnos a esa realidad." El que habla es Pepe Córdoba, uno de los 87 socios de la cooperativa de cirujas Nuevo Rumbo, organización que, aunque desde hace nueve años acopia material en Lomas de Zamora, consigue la mayoría de los desechos que le permite subsistir en la Capital.
Córdoba quiere legitimar y legalizar las cooperativas de recolectores informales. Y en el intento revela un quiste -la corrupción y la aparición de mafias- que crece dentro de uno de los fenómenos más traumáticos que azotan a la ciudad: el cirujeo, principal responsable de la suciedad histórica que se palpa en territorio porteño y que el actual gobierno comunal no acierta a resolver.
Francisco Suárez, investigador de la Universidad de General Sarmiento y asesor del jefe de gobierno local, Aníbal Ibarra, confirmó las acusaciones de Córdoba: existe un nuevo escenario en el mundo de la recolección informal, con la aparición de prácticas corruptas incluida. "Puede ser que en el cirujeo haya un poco de clientelismo político, pero es menor y recae sólo en los niveles de acopio. El problema es que hasta ahora eso no existía. Y tampoco existía el arreglo con la policía, que empezó cuando explotó el negocio", señaló.
Dinero de por medio
La explosión del negocio se dio con la devaluación, a comienzos de año. Hasta entonces, la actividad se movía de otra manera. La crisis actuaba como movilizador, pero sólo ahora, según refieren todas las fuentes, apareció el estímulo del dinero.
La cuantificación, eso sí, resulta imposible. Córdoba, por ejemplo, admitió que su cooperativa recauda unos 75.000 pesos por mes.
En la ciudad conviven nueve cooperativas, pero la mayoría de los recolectores informales se mueve fuera de toda órbita legal. En todo caso, el patrón es un intermediario -los de los famosos camiones- que paga por el papel no más de $ 0,30 por kilo y revende a no menos de $ 0,45.
"Para las fiestas, yo compré a $ 0,04 el kilo de papel. Hoy lo estoy pagando a cincuenta centavos", confió el dueño de una papelera ubicada en el sur de la ciudad, que pidió no ser mencionado "porque el ambiente está muy jorobado".
No era tan "jorobado" hace un año. "En los últimos meses varios muchachos tuvieron problemas", volvió sobre el tema Córdoba.
Estos problemas nacieron con la concurrencia y la aparición de "zonas liberadas", un monstruo que surgió desde que el dólar se volvió intratable y, en consecuencia, se frenó la importación de papel. Allí fue cuando en la ciudad aparecieron los camiones que cada noche se ven por el micro y macrocentro.
Con ellos, crecieron los nuevos emprendedores, que " vienen de Valentín Alsina, San Justo, Lugano... Hay uno que se llama Roca, otro que se llama Lafuente", enumeró Pepe Córdoba. Muchos de estos personajes son dueños de galpones en los que se acopia la basura y se la enfarda, para después vendérsela a la gran industria. También son los que manipulan a los recolectores, les pagan centavos y les cobran hasta el flete y el alquiler del carrito con la bolsa de arpillera.
"Nos suben como a 40 en el camión y nos venimos para la Capital. Por el viaje y el carrito nos cobran dos pesos por noche", reconoció en la zona de Las Cañitas Ramón, un cartonero que, además del nombre, sólo aceptó revelar que vive en Valentín Alsina.
La aparición de los empresarios del cirujeo , junto con la reconversión de la actividad en un gran negocio, pudrió el ambiente.
"Hay códigos. La basura es del primero que llega, aunque esto ya no corre en las zonas liberadas", aseguró Córdoba.
"Las actividades informales siempre se manejaron con paradas. Hasta el año último esto no traía problemas porque no había un buen negocio y porque existía una distribución natural. Pero ahora empezaron las luchas por las paradas y ya se produjeron conflictos", agregó Suárez.
Desde diversos sectores de la política se intenta legalizar la actividad a través de cooperativas. El problema es que no muchos saben cómo distribuir ni cómo asignar las zonas. Y que, mientras la recolección formal de la basura se pague por peso y no por área limpia, las empresas tienen el derecho de quejarse y hasta de querellar por las toneladas que el cirujeo les impide convertir en dinero. Dicho de otra manera: el gobierno no puede legalizar la recolección informal si antes no cambia las reglas de la recolección formal.
En promedio, Cliba, Aeba, Ecohabitat y Solurban (las cuatro sociedades que tienen la concesión de la recolección de basura en la Capital) obtienen 29 pesos por tonelada que levantan. En el primer cuatrimestre de 2002 perdieron un 19 por ciento de carga... y de ingresos, obviamente (como para tener una idea, en mayo recogieron entre todas 123.000 toneladas). Esto se dio por la caída del consumo y por la acción de los recolectores informales.
Así como resulta imposible cuantificar el negocio, también se presentan escollos para saber cuántos cirujas hay en actividad.
Según Francisco Suárez, "en 1999 unas 25.000 familias vivían del cirujeo en toda el área metropolitana. Hoy podrían ser el doble. O más". Para el diputado porteño peronista Eduardo Valdés, uno de los más fuertes impulsores de que los recolectores desorganizados se unan en cooperativas, "en la ciudad cada noche hay unas 50.000 personas" abocadas al cirujeo. Para la también diputada peronista María Laura Leguizamón, "alrededor de 100.000" porteños y bonaerenses viven de la recolección informal.
Existe, claramente, una situación social y un desempleo devastadores que promueven la economía informal. Pero en este caso también aparecen elementos que estimulan la ilegalidad al límite de arriesgar la salud de los cirujas, de sus hijos y de los vecinos que, diariamente, se ven obligados a convivir con bolsas de basura despanzurradas a lo largo y ancho de la urbe.
Las cooperativas más experimentadas (El Ceibo, Nuevo Rumbo, Tren Blanco) le pidieron al gobierno, hace más de un año, que creara guarderías para no tener que "salir a cirujear con los pibes". El proyecto aún existe y el nuevo secretario del área, Eduardo Epszteyn, prometió una solución.
"El sistema, tal como está, pone a la niñez y a la salud en riesgo", sostuvo Leguizamón. Hay estudios que demuestran esto último: según una investigación realizada por el mexicano Héctor Castillo Berthier, autor del libro "La sociedad de la basura" (1990), la expectativa de vida de un recolector informal en el Distrito Federal de México es de 35 años, cuando la del resto de la población es de 67. En la Argentina, la expectativa de vida es de 73,1 años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). No difiere tanto.
Esta es la situación general, entonces, de una de las problemáticas más preocupantes que se presentan en el área metropolitana. La mugre que hoy se palpa en las calles de la ciudad tiene una explicación. Hay un mundo complejo y un fenómeno que acarrea un crecimiento peligroso detrás de una nueva realidad urbana.
El circuito
Cartoneros: conforman el primer eslabón de la cadena en el proceso de la recolección informal. Por cada kilo de papel cobran alrededor de $ 0,40.
Intermediarios: les compran a los cartoneros y hacen el acopio en galpones. Poseen prensas o enfardadoras, necesarias para compactar lo recogido.
Las empresas: compran, en blanco, el material que los intermediarios venden prensado.