Hay una costa bonaerense de playas solitarias, muchos sin señal telefónica, internet ni electricidad que son reservas de paz
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La costa bonaerense esconde secretos en sus 1200 kilómetros, pequeños poblados y villas de pescadores que han elegido una vida regulada por las mareas, los colores y los estados de ánimo del mar. Vidas sencillas que se nutren de alimentos que el agua deposita en sus redes y cañas, muchos sin señal telefónica, internet, ni electricidad. Alejados de centros urbanos y desprovistos de contaminación lumínica o humana, tienen alojamientos que permiten disfrutar de una desconexión absoluta. Son reservas de paz y calma.
La otra costa bonaerense tiene señales propias, altos acantilados, médanos móviles, bosques de pinos y de tamariscos y extensas playas de suave pendiente. Algunas reciben viento y son ideales para los deportes náuticos, y todas tienen una gastronomía propia basada en mariscos y pescados. Productos frescos recolectados por pescadores artesanales. Son playas solitarias que configuran un mapa hecho para aventureros y viajeros que necesitan escaparse del radar de lo tradicional para vivir una experiencia marítima inolvidable.
Estos son cinco pueblos costeros de la Provincia de Buenos Aires con menos de 50 habitantes.
Centinela del Mar
Con señales patagónicas, altos acantilados protegen a un racimo pintoresco de casas que se unen por calles de arena y pastizal pampeano. Una capilla, pequeña y bella decora la postal. Una casa octogonal, un puñado de árboles y una pulpería, la única marítima de la provincia de Buenos Aires. Solo dos habitantes permanecen estables todo el año en esta silenciosa aldea frecuentada por amantes del mar salvaje.
Durante la temporada, el matrimonio que está a cargo de la pulpería La Largatija abre sus puertas. Es la única que tiene un salvavidas a un costado del mostrador. “Nos gusta que siga siendo una playa solitaria”, afirma Carlos Canelo, pioneros junto a su esposa en vivir en esta costa íntima, equidistante a 50 kilómetros de Miramar y Necochea.
En el salón, vidriado y luminoso se exponen vestigios de naufragios que el mar ofrenda en la costa y elementos de la cultura tehuelche, quienes llegaban hasta aquí en tiempos pretéritos a buscar lobos de mar. Bajando el acantilado, la playa se presenta vestida de cantos rodados, pero también de arena fina. El boca en boca atrajo a aquellos que se sienten cómodos en la soledad. El oleaje suave, la vuelve una costa segura y amable, un sector de la playa recibe vientos que los surfistas aprovechan, lejos de las multitudes.
No hay señal telefónica. La pulpería ofrece alojamiento y comida casera, sencilla y de aromas familiares. Es un lugar prístino. Sin ser intervenida por el hombre, ha mantenido su naturaleza virgen y recientemente se creó la Reserva Natural Centinela del Mar, en esta costa se hallaron restos humanos de 7000 años y fósiles de singular importancia. Es una burbuja de calma en medio de dos balnearios multitudinarios.
- Partido de General Alvarado, a 500 kilómetros de CABA
Arenas Verdes
Las recetas de una mujer fundaron este pueblo marítimo donde viven apenas 19 habitantes dentro de un escenario que incluye playas de suave pendiente, dunas y un bosque de pinos que ancló la arena y creó una alfombra de plantas que dieron origen a su nombre: las arenas verdes.
A media hora al norte de Necochea, es la playa agreste y virgen elegida por quienes quieren una aventura real y el contacto directo con la naturaleza. Todo nació en 1991 cuando Guillermina Ramos y su esposo llegaron aquí y abrieron un almacén para los pescadores. La magia de esta costa los atrapó y ella los sedujo aún más con las recetas de su abuela: comenzó a amasar y hacer empanadas. Pronto los pescadores se olvidaron de la tanza, la caña, y se dieron cuenta que el verdadero pique estaba en las manos de Guillermina y en su cocina.
El almacén dio paso a una fonda, que se volvió de culto y el matrimonio, especialmente ella, comenzó a plantar todos los árboles que hoy dan una relajada sombra. “A Guillermina la quiere todo el mundo”, cuenta su hijo Marcelo del Hoyo.
Aún hoy, a sus 87 años, la pionera continúa detrás del mostrador. A las empanadas les sumó pastas y una historia de amor bella y simple que unió a un matrimonio con este rincón maravilloso de la costa austral bonaerense. Las actividades se basan en caminar por la dilatada costa, bañarse en las aguas cristalinas, hacer kayak o surf o sentarse frente a algún deck de los paradores para contemplar el mar. “Es un lugar muy tranquilo, ideal para la toda la familia”, asegura Del Hoyo, quien además de la fonda, ofrece hospedaje a metros del mar. También hay campings.
- Partido de Lobería, a 530 Kilómetros de CABA
La Chiquita
“Cosas simples pasan en La Chiquita, como la magia”, cuenta Carina Rabanedo, pionera y a cargo del hospedaje Arena’s de Rahue. Solo seis habitantes estables viven en el año en esta aldea en pleno desarrollo, delante de una línea de costa de 24 kilómetros de playas vírgenes en donde las pisadas humanas no suelen verse. Un puñado de casas se recuesta sobre un médano alto que protege esta pequeña humanidad de los vientos. Es considerada por los viajeros como la playa más solitaria de Buenos Aires.
No tiene red eléctrica, las casas de los pioneros se alimentan por paneles solares y un generador municipal da electricidad de 20 a 24 hs. Luego, las estrellas se adueñan del escenario. La luna o la vía láctea iluminan este pequeño pueblo costero. “Caminar por la playa de finas arenas produce una gran sensación de libertad e inmensidad”, señala Rabanedo.
Para llegar hasta este paraíso, se deben hacer 70 kilómetros de camino de tierra, con accesos desde la ruta 3 desde las localidades de Mayor Buratovich e Hilario Asacasubi. La desconexión es total, los teléfonos dejan de tener importancia, y pasan a ser artefactos sin sentido. Un almacén provee de los víveres básicos. Al amanecer la actividad comienza con los pescadores, que salen mar abierto a buscar la pesca del día. Al norte se encuentra la Caleta Bringhtman, una pileta natural de aguas tibias frente a la Península Verde donde se levanta, solitario, el Faro Rincón, tripulado por tres torreros, cuando sube la marea, se queda aislado del continente. Al caer el sol, el haz de luz, también ilumina la recoleta bahía en las puertas de la Patagonia. “Es la playa del futuro, salvaje, con pocos seres humanos y mucha naturaleza”, resume Rabanedo.
- Partido de Villarino, a 790 Kilómetros desde CABA
Los Pocitos
“Es una aldea de pescadores”, resume de esta manera Stella Breit de González a este paraíso costero que tiene aguas turquesas, las más cálidas de la costa de la patagonia bonaerense. Están protegidas por una pequeña bahía con forma de una íntima medialuna que esconde un secreto por el cual es conocido Los Pocitos: bajo estas aguas viven ostras que conforman la dieta de sus habitantes. Grandes, suculentas y sabrosas, se consumen a todo momento e incluso los propios visitantes las pueden cosechar en arrecifes frente al pueblo.
Un muelle sirve de base para los pescadores. La pesca es abundante: cazones, corvinas, pescadillas, algunas de las especies que se pueden ver en las barcazas cuando regresan al fin del día. La alimentación es sana y fresca. “Nos regimos por las mareas”, agrega González, quien tiene a cargo la Posada Buena Vida.
El mar regula la vida de sus habitantes. Las playas están a metros de las casas. El “Caribe bonaerense” se ha dado en llamar a Los Pocitos. El color del mar, la arena blanca calcárea, su temperatura, hacen honor al nombre. “Es una playa virgen donde el visitante puede recorrerla por donde le plazca porque no hay restricciones”, agrega González.
Algo hermoso sucede aquí: frente al mar se halla la plaza con una imagen de la virgen Stella Maris, patrona de los navegantes, pero también un camping con servicios y un punto digital con Wi Fi, todo es gratuito. Disfrutar de esta belleza, es sin costo. Luego, existen hospedajes y comedores donde el menú se centra en la pesca del día, y las ostras a precios populares. “Hay tantas que se las pueden llevar, sin impedimentos”, afirma González.
La señal telefónica, como en estos rincones agrestes, es nula. A nadie le importa. De las casas se oyen radios y esa es la conexión con el mundo. Las marismas han modelado la costa, con sombrillas que esperan al visitante. En sus calles calmas, al fin del día, suelen verse zorros, ñandúes y liebres. Naturaleza en estado puro.
- Partido de Patagones, a 900 kilómetros desde CABA
Villa 7 de marzo
Es el último balneario de la provincia de Buenos Aires o el primero para los patagónicos. Tiene solo diez habitantes y playas kilométricas que aseguran no solo privacidad sino el contacto directo con el mar Argentino. Está a 35 kilómetros de Patagones, uno de los pueblos más bellos y antiguos de la provincia de Buenos Aires.
El camino hacia el balneario culmina en la misma costa que se presenta en el estuario del Río Negro, que une sus aguas con el mar. La fauna y la flora tienen la mixtura de ambas corrientes, la unión de ambas aguas produce efectos cromáticos particulares. El pueblo es pequeño, y es un refugio para amantes de la vida tranquila, el mar no tiene obstáculos y su presencia se siente en todo el poblado con calles que llevan nombres como Los Tamariscos, Las Corvinas y Las Calandrias.
Un almacén provee de todos los elementos necesarios para vivir, en sus paredes se ven fotos con pescadores y sus presas, grandes tiburones bacotas de más de 100 kilos, cuando esta pesca estaba permitida. El lenguado es la estrella de la costa y se encuentra en grandes piezas. Esta villa balnearia, también conocida como “La Baliza” es una joya escondida en las costas patagónicas bonaerenses. “Un paraíso por descubrir”, señala Silvia García, pionera.
Villa 7 de Marzo debe su nombre a la batalla que se libró este día pero de 1827 cuando la flota del imperio brasileño intentó conquistar la Patagonia. Con gran coraje e ingenio, una patriada de gauchos y soldados los expulsó. Desde 1993 es declarado pueblo, pero para todos los que se acercan aquí es un refugio de paz.
¿Qué hacer ahí? “Disfrutar del mar, caminar por la playa, y descansar en noches mágicas con el susurro del mar, podes alcanzar las estrellas con las manos, se ven tan cercas”, agrega García. El mar del fin del mundo comienza aquí.
- Partido de Patagones, a 950 kilómetros desde CABA
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