Ciencia. Quién es el biólogo argentino premiado por sus trabajos sobre las interacciones entre plantas y animales
Marcelo Aizen, investigador superior del Conicet, recibió el Premio Houssay Trayectoria 2023 por la producción de nuevos conocimientos con alto impacto económico y social
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SAN CARLOS DE BARILOCHE.- Como las abejas, que vuelan de flor en flor atraídas por el polen, Marcelo Aizen se mueve desde hace 40 años entre la investigación y la docencia con un impulso: el de proveer conocimiento. Graduado en Ciencias Biológicas en la Universidad de Buenos Aires (UBA), en 1985, Aizen se doctoró en la Universidad de Massachusetts y volvió a la Argentina en 1992. Desde los inicios de su carrera, sus intereses estuvieron vinculados con las interacciones mutualistas planta-animal, la biodiversidad y la conservación. Sus trabajos sobre las relaciones entre plantas y polinizadores han tenido un gran impacto local e internacional.
A punto de cumplir 62 años, el investigador superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma) y profesor titular de la Universidad Nacional del Comahue acaba de recibir el Premio Houssay Trayectoria 2023, que reconoce a investigadores que contribuyen “de manera sobresaliente en la producción de nuevos conocimientos e innovaciones tecnológicas con significativo impacto económico y social”.
En diálogo con LA NACION, Aizen destaca a tres grandes maestros: “Con la vuelta de la democracia, regresaron al país muchos científicos, particularmente en mi área, la biología. Al volver del exilio, Jorge Rabinovich –que se destacó entre otras cuestiones por sus estudios sobre la ecología de la vinchuca– instauró un programa que llamó Spider (Special Program for Improvement and Development of Ecological Research), que buscaba reconstruir la ecología en la Argentina. Gracias a ese programa, empecé a conectarme con distintas personas y conocí a un ecólogo, Peter Feinsinger, que trabajaba las interacciones planta-polinizador”.
Aquel profesor de la Universidad de Florida sería determinante en la carrera de Aizen, al igual que el ecólogo argentino Eduardo Rapoport. Figura emblemática de la ciencia nacional, él también regresó a la Argentina en 1983 y fundó en Bariloche el Laboratorio Ecotono de la Universidad del Comahue. “Eddy creó un área de trabajo dentro de la ecología a nivel global, que es la macroecología. Era como un imán, todos querían trabajar con él. Al volver de Estados Unidos, yo quería instalarme en Bariloche para ser parte del grupo de Eddy. Fue acá donde empecé a desarrollar mi trabajo sobre las relaciones de beneficio mutuo entre las especies”, cuenta Aizen.
Entre los momentos más importantes de su carrera estuvo el descubrimiento de una interacción única a nivel mundial que ocurre en el bosque de la Reserva Llao Llao, entre una planta parásita (el quintral) y el monito del monte, un marsupial endémico de los bosques húmedos andino-patagónicos. “La planta florece en invierno y el monito del monte es el único dispersor de las semillas del quintral, que si no pasaran por el tracto digestivo del animal, no germinarían. Es una relación magnífica en términos del mantenimiento de la biodiversidad. Y lo más maravilloso es que, luego de ese hallazgo que hicimos en 2000 con Guillermo Amico, ese conocimiento se popularizó. Lo estudian los chicos en la escuela y lo aprenden los turistas cuando caminan por los senderos del parque”, explica el investigador.
Su amor por tender puentes también lo llevó en estos años a estudiar la importancia de los mutualismos en la agricultura. Junto a su equipo, descubrieron que tres cuartas partes de los cultivos que consumimos dependen, en mayor o menor medida, de polinizadores para producir frutos y semillas. El intercambio de polen (polinización) resulta fundamental para que las plantas en flor produzcan cualquier tipo de semilla y de frutas.
Cambio global
“A partir del cambio global (no sólo el cambio climático, sino también la destrucción y fragmentación de hábitats), se empezó a hablar de la crisis de polinización y la disminución en la abundancia de polinizadores, particularmente abejas. Nosotros nos preguntamos cómo impacta eso sobre el rendimiento de la agricultura y hasta qué punto esta declinación de abejas silvestres y polinizadores puede ser suplida por abejas manejadas como la abeja de la miel. Porque cuando hablamos de abejas, suele pensarse en la melífera, pero esa es sólo una entre las 20.000 especies que existen a nivel global. La inmensa mayoría vive en forma silvestre y han estado declinando en diversidad”, indica Aizen, que también dirige el Grupo de Ecología de la Polinización (Ecopol).
Desde la década de 1960, la agricultura a nivel mundial es cada vez más dependiente de los polinizadores y son muy pocos los cultivos que no son polinizados por abejas. Hace dos años, el biólogo y su equipo establecieron que, en comparación con 50 años atrás, la cantidad de abejas a nivel global ha decrecido entre un 25% y un 30%. Eso no significa que hayan desaparecido todas, pero sí que su abundancia es muy baja y que su rol ecológico se ha transformado.
Aizen también busca predecir escenarios futuros: “El caso de la soja es interesante, por ejemplo. La tendencia hacia la sojización de la agricultura argentina va en desmedro de la diversidad. Hay diversos estudios sobre el rendimiento cuando se excluyen los polinizadores y cuando se deja la planta expuesta. Lo que encontramos es que la dependencia se incrementa hacia los trópicos. Entonces, quizás los cultivos en la pampa argentina no son tan dependientes de los polinizadores, pero en Tucumán sí. El factor temperatura es clave”, dice Aizen.
En ese sentido, lo que los investigadores del laboratorio Ecotono intentan es conectar ese conocimiento con el campo productivo. “Lo que yo fomento en nuestro grupo es que la ciencia es buena ciencia, independientemente de que sea básica o aplicada. Tratamos de tender esos puentes”.
Asimismo, en el caso de la agricultura, ciertos conocimientos no sólo podrían impactar en la producción, sino también en la calidad de los cultivos. Se ha demostrado, por ejemplo, que los frutos y semillas que son producto de polinización mediada por animales (abejas y otros insectos) tienen mayor contenido nutricional.
Los estudios sobre relaciones planta-animal también han permitido advertir casos en los que una de las partes empieza a sobreexplotar a la otra. Aizen señala que, además de las abejas, otro grupo polinizador importante está constituido por los abejorros: “Esa es otra línea que trabajamos. Si bien hay varias especies que son manejadas, la mayoría son silvestres. La mayor diversidad de abejorros está en Asia y Europa, con 240 especies. No hay abejorros nativos en Australia y Nueva Zelanda, y en Sudamérica hay 20 especies. En la Patagonia, en los bosques de Chile y la Argentina, tenemos una especie nativa que es el abejorro más grande del mundo, el mangangá. Hace 30 o 40 años era el único que veías”.
La población de mangangá comenzó a decrecer en 1982, cuando en Chile se introdujeron colonias de una especie europea. Luego de esa primera invasión, se introdujo una segunda especie de abejorro en forma masiva en Chile. “A lo largo de más de 20 años, ya se introdujeron más de 1,5 millón de colonias. Ha sido un desastre porque la especie se asilvestró. Hoy se extiende hasta Tierra del Fuego y llega hasta Perú. Se prevé que llegue al sur de Brasil en algún momento. El impacto ha sido tremendo”, explica Aizen.
Entre otras cuestiones, las investigaciones en las plantaciones de frambuesas de El Bolsón hallaron que el abejorro foráneo daña las flores. La flor de la planta de frambuesa dura sólo un par de días: para producir un fruto de muy buena calidad, basta con diez visitas de polinizadores. El equipo de Aizen encontró que las flores estaban recibiendo entre 300 y 500 visitas. Y si bien deposita polen, el abejorro también va cortando una estructura de la flor, que es el estilo. Eso genera frutos más pequeños.
También hay sobreexplotación del abejorro con una planta nativa, que es la fucsia o aljaba: en ese caso, los insectos perforan la corola de las flores, un factor que impacta directamente en la reproducción de la planta.
A su vez, en todos los casos, los expertos advierten que los procesos ocurren muy rápidamente: “No necesariamente una especie invasora es mala por ser de otro lado, sino que aquí carecen de mecanismos regulatorios que tal vez tienen en su lugar de origen, como depredadores naturales o patógenos (el abejorro introducido en los 90 trajo patógenos que no estaban en Sudamérica austral antes). Se habla de declinación de polinizadores, pero en algunos lugares son muy abundantes: lo que declina es la diversidad, la riqueza de especies, que es un factor relevante a la hora de incrementar la producción de semillas de miles de plantas silvestres y cientos de plantas cultivadas”, dice Aizen, para quien generar conocimiento sobre el pasado y el presente sigue siendo la mejor manera de aportar respuestas creativas para el futuro.
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