Ciencia ciudadana: cuando personas aficionadas ayudan a los investigadores a recabar datos y construir conocimiento
Cada vez más proyectos cuentan con la colaboración de gente sin entrenamiento formal, pero que viven en contacto cotidiano con el objeto de estudio
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Pedro es un científico del Conicet. En 2015, salió a tomar muestras de un arroyo cercano a La Plata. Se le acercó un chico llamado Juan para preguntarle qué estaba haciendo. Al explicárselo, Juan le dijo un desafiante “es refácil”. Pedro se rió y le compartió la planilla de notas para que la llenara. A los diez minutos, le devolvió la copia riéndose: “Listo, tomá, ya hice tu trabajo”. Al comparar las planillas, ¡Pedro notó que habían anotado lo mismo! Así nació AppEAR, un proyecto de ciencia ciudadana argentino galardonado internacionalmente que ha permitido a cientos de personas aprender y contribuir a la ecología acuática.
La ciencia ciudadana es una disciplina que apunta a construir conocimiento y recopilar datos sobre problemáticas sociales. Suele desarrollarse por fuera de ambientes académicos tradicionales, como un laboratorio, y tiene como carácter principal la participación ciudadana. De hecho, puede valerse de personas aficionadas sin un entrenamiento científico formal. Si bien no toda persona puede realizar experimentos, aun así es sumamente importante que las personas que viven en contacto cotidiano con aquello que se quiere estudiar se involucren en los proyectos; muchas veces pueden hacerlo recolectando datos o colaborando en diseñar estrategias para proteger a sus comunidades.
A nivel mundial existen cada vez más proyectos de ciencia ciudadana que se conectan con la política pública. Esta sinergia es natural y no pasa inadvertida para los expertos. Por ejemplo, el Centro para Ciencia y Política de la Universidad de Cambridge declaró a 2021 como el año de la ciencia ciudadana para políticas públicas. En su trabajo, especificaron pilares para su desarrollo tanto desde el ámbito académico como mediante un imperativo a gobiernos de encontrar nuevas maneras de involucrar a la ciudadanía para el desarrollo e implementación de políticas públicas.
“La pandemia ha demostrado cómo todos somos partícipes de la ciencia y beneficiarios de sus resultados. Desde su comienzo, vimos cómo los datos de fuentes colaborativas podían ayudar a generar información valiosa sobre la propagación del virus y cómo un gran número de personas participaron en ensayos para identificar tratamientos efectivos y probar la efectividad de las vacunas. Sin este nivel de compromiso con la ciencia, habría llevado mucho más tiempo generar la evidencia necesaria para comprender cuál era el mejor tratamiento”, afirmó Patrick Vallance, asesor científico del gobierno del Reino Unido, en el reporte Perspectivas de Ciencia Ciudadana para Políticas Públicas de la Universidad de Cambridge.
Algunos ejemplos
Uno de los proyectos de ciencia ciudadana más reconocidos a nivel mundial es Safecast, que surgió en 2011 luego del accidente de Fukushima: su objetivo es medir la radiación presente en zonas aledañas a la de la explosión del reactor. El proyecto movilizó rápidamente a la ciudadanía, que empezó a realizar mediciones con dispositivos de hardware abiertos. En sus comienzos, los gobiernos locales desconfiaban de la iniciativa. Sin embargo, luego de un tiempo, la cantidad y calidad de los datos demostró su confiabilidad y sirvió para la toma de decisiones públicas durante la crisis.
Al día de hoy, Safecast expandió sus operaciones y se convirtió en una organización sin fines de lucro que, al igual que en sus inicios, cuenta con la base de datos sobre radiación más grande del mundo.
En la Argentina, como en otros países, la ciencia ciudadana es una rama en plena expansión que contribuye activamente al desarrollo sostenible. Por ejemplo, la aplicación móvil Caza Mosquitos, desarrollada por investigadores del Conicet, permite conocer las especies de mosquitos que habitan en nuestro territorio con ayuda de la gente.
Participar es muy sencillo: basta con tomar fotografías de mosquitos y subirlas a una aplicación. La base de datos es usada por integrantes del Instituto de Limnología Dr. Raúl A. Ringuelet para comprender cómo podrían evolucionar las enfermedades virales transmitidas por mosquitos en nuestro país.
Mar del Plata entre Todos, una organización sin fines de lucro de esa ciudad, también coordinó un proyecto con la ciudadanía y varios actores locales, como la Universidad Nacional de Mar del Plata y la Universidad Tecnológica Regional.
El foco estuvo puesto en desarrollar un conjunto de indicadores para la evaluación y el monitoreo de las condiciones ambientales de la zona costera, con miras a la creación de una certificación ambiental. Los resultados del proyecto se encuentran plasmados en un manual que permite planificar la gestión sustentable de las playas de la ciudad.
Otro ejemplo es el caso de ArgentiNat, el capítulo argentino de iNaturalist, una plataforma que permite a los usuarios subir fotos para identificar y registrar observaciones de animales, plantas y hongos silvestres de la Argentina y el mundo. Al cargar una foto en la plataforma, esta lee la imagen y detecta de qué especie se trata.
La identificación inicial sugerida por la plataforma es validada por la comunidad de usuarios de la red social: cuando existe un consenso acerca de la identificación de una especie, pasa a tener un grado de observación, lo que significa que es de relevancia para los investigadores o cualquier persona que desee explorar las distintas observaciones.
Un caso similar es el de eBird, una plataforma para el registro de observaciones de aves iniciado en 2002 por el Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell. Su finalidad es conformar una red global de observadores de aves para reportar observaciones, fotos y sonidos a una base de datos centralizada y de acceso libre.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) está trabajando junto con los ministerios de Ambiente y de Ciencia de la Nación en un mapeo de proyectos para potenciar políticas públicas para el desarrollo mediante ciencia ciudadana. El trabajo conjunto se centra en comprender qué proyectos existen en nuestro país y crear una base de soluciones interactiva que permita expandirlos.
Por otro lado, el PNUD también trabaja junto con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible para escalar proyectos en la temática de calidad aire, como el proyecto del Conicet y la Fundación Von Humboldt B2C en Tucumán y un otro colaborativo con open-seneca en el que voluntarios y voluntarias miden la calidad de aire mientras recorren ciudades de nuestro país usando sus bicicletas.
¿Cómo sumarte?
- AppEAR: bajate la App en Android y comenzá.
- Caza Mosquitos: bajate la App en Android y comenzá.
- iNaturalist: descargate la App en Android o IOS y comenzá.
- Ecoregistros: registrate y contribuí.
- Observa Residuos: registrate y luego te contactarán para prestarte una balanza y comenzar a comprender más sobre tus residuos.
- Ballenas: adoptá una ballena o participá como voluntario.
Si querés conocer más sobre ciencia ciudadana y proyectos en nuestro país podés visitar el mapeo realizado por Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Si querés compartirnos tus proyectos o iniciativas, podés escribirnos a lab.pnud.argentina@undp.org o lndata@lanacion.com.ar
*El autor de la nota es jefe de Exploración del Laboratorio de Aceleración del Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas, investigador asociado en la Universidad de Cambridge y lidera Shaping Horizons, una organización social que fomenta la educación y la innovación mediante el voluntariado.
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