Churchill eligió luchar de pie
Un hombre fuerte, sin vanidad, con juicio, con sentido del humor, que provocaba cierto temor en el parlamento inglés por su temperamento explosivo, se convirtió en el inspirador de su pueblo en las horas más oscuras de la Segunda Guerra Mundial. Winston Churchill le dio todo al Reino Unido: "Sangre, sudor y lágrimas”, y le pidió todo también. Su inagotable pasión dominó la embestida contra el gran monstruo del S.XX: Adolf Hitler.
Joe Wright, el director de Orgullo y Prejuicio, crea una verdadera obra de arte: su último film, Darkest Hour (Las horas más oscuras), transmite la esencia de quien se enfrentó a una Nación que sentía su misma necesidad de permanecer de pie. Aunque no lo supiera. A pesar de las conspiraciones del anterior Primer Ministro Chamberlain, Churchill ejerció una influencia hipnótica en los británicos y logró resistir ante la insistencia de algunos conservadores para hacerlo negociar la paz con Hitler. Una paz que nunca llegaría. Sostenía: “Con un dictador no se negocia. ¿No hemos aprendido nada? ¿A cuántos tiranos tenemos que apaciguar para entender que no se detendrá?”. Y más: “No puedes ni debes negociar con un tigre cuando tienen tu cabeza en su boca”. Con su cara expresiva, elocuente, de repudio (en una interpretación magistral de Gary Oldman que seguramente lo conducirá hacia el Oscar), llamaba al dictador alemán “cabo”, “cerdo”, “pintor de brocha gorda”. Nunca dejaría que su amada isla fuera dominada por el tirano más irracional de la historia. La encrucijada que se planteaba era: luchar de pie, con la cabeza bien alta o negociar con un loco.
Cuantas veces subestimamos la locura de algunos poderosos, creemos que no irán tan lejos y cuando nos damos cuenta ya es tarde, ya nos tomaron, nos destruyeron, nos dominaron. Hitler, un gran psicópata, puede ser un símbolo para definir a muchos otros. Churchill ya había visto esa locura y sabía que no iba a detenerse con ningún acuerdo. Defendió su isla, permaneció fiel a sus ideales de libertad a pesar del escepticismo de su rey (El Rey Jorge VI) y a la conspiración de su propio partido. “Me sentía como si estuviera caminando con el destino y que toda mi vida anterior no hubiera sido sino una preparación para este momento y esta prueba”, expresó el estadista en sus memorias. Y claro, así era, se había preparado durante toda su vida y se sentía capaz de sostener la guerra. De llevar a Ingraterra hasta el final sin negociar.
Pero hablemos de la película que acaba de estrenarse y que tiene como protagonista a Gary Oldman, quien ganó el premio BAFTA al mejor actor por la creación del Winston Churchill más realista de la historia del cine. Hablemos de la caracterización en manos del mejor del mundo, el japonés Kazuhiro Tsuji. Y de la transformación que consigue Oldman, quien admira la fortaleza del Primer Ministro más emblemático de Ingraterra. La voz, los gestos, los gritos, el habano y el cogñac siempre en su mano y la irremediable valentía que llevaba en su espíritu creativo hasta el tope. Una inteligencia superior que lo llevó a tomar la decisión de seguir luchando: "Defenderemos nuestra isla, cueste lo que cueste; vamos a luchar en las playas, vamos a luchar en los sitios de desembarques, pelearemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas: nunca nos rendiremos”. Sin antes escuchar a su pueblo, sin antes reflexionar; pero con el instinto y la intuición de un genio. Como lo expresa el poema popular que recita en una escena en el subte junto a la gente: “A todo hombre de esta tierra tarde o temprano le llega la muerte ¿Qué mejor manera de morir puede tener un hombre que la de enfrentarse a su terrible destino, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?”. Morir de pie, como lo hizo Winston Churchill.